Transformación Social y Económica en los Años Dorados: Un Análisis Detallado

Los «Años Dorados» y la Transformación Social

Paralelamente al crecimiento económico de los países capitalistas desarrollados durante la Edad de Oro, se debe observar la profunda transformación social que lo acompañó.

Diversas variables muestran el fin de un ciclo demográfico y el inicio de otro. Las tasas de natalidad, tras la recuperación de posguerra y el baby boom de los años 50 y 60, descendieron considerablemente, por una serie de factores como la elevación de la edad de matrimonio, las nuevas pautas familiares, la difusión de los medios de planificación voluntaria de la natalidad, etc. Como consecuencia del descenso prolongado de la natalidad y del incremento de la esperanza de vida, las sociedades capitalistas desarrolladas fueron envejeciendo de forma paulatina, al tiempo que se produjo un estancamiento demográfico. Paralelamente, la estructura socioprofesional de las sociedades capitalistas desarrolladas experimentó profundas transformaciones: fuerte disminución de los trabajadores del sector agrícola y una expansión del sector servicios.

El desarrollo del Estado de bienestar y de la sociedad de consumo durante los años 50 y 60 contribuyó también al proceso de integración de la clase obrera en el sistema capitalista. Las relaciones laborales se transformaron profundamente. La negociación y la búsqueda de acuerdo entre capital y trabajo fueron características básicas de esas nuevas relaciones laborales, al tiempo que el movimiento obrero se institucionalizaba a través de los sindicatos. En consecuencia, la conflictividad de clase, característica de las sociedades capitalistas del siglo XIX y primera parte del XX, se atenuó en forma muy importante.

En cambio, otros tipos de conflicto adquirieron un nuevo protagonismo: la protesta estudiantil que alcanzó su punto culminante en los movimientos de 1968, la lucha por la liberación de la mujer, el ecologismo. Surgieron así los denominados “nuevos movimientos sociales”.

El Impacto de la Tecnología Doméstica: El Caso de la Lavadora

«La lavadora ha cambiado más el mundo que internet» (Ha-Joon Chang, economista coreano contemporáneo)

Las lavadoras han ahorrado muchísimo tiempo. Según un estudio de la década de 1940 por la US Rural Electrification Authority, la introducción de la lavadora y la plancha eléctrica reducía en un factor próximo a 6 el tiempo necesario para lavar una carga de ropa sucia de 17 kilos (de 4 horas a 41 minutos), y en un factor de más de 2,5 el tiempo que se tardaba en planchar la misma ropa (de 4,5 horas a 1,75 horas). Gracias al agua corriente, las mujeres no tienen que pasarse horas yendo a buscar agua (actividad que en algunos países en vías de desarrollo, según la ONU, ocupa hasta 2 horas por día). Las aspiradoras nos permiten limpiar más a fondo nuestras casas en una pequeña porción del tiempo que se necesitaba antiguamente, cuando había que hacerlo con escobas y trapos. Las cocinas a gas o eléctricas y la calefacción central han reducido mucho el tiempo necesario para recoger leña, encender fuego para calentar la casa y cocinar, mantenerlo y limpiar los restos.

La aparición de los electrodomésticos, y la de la electricidad, el agua corriente y el gas ciudad, ha transformado por completo la forma de vivir de las mujeres, y por consiguiente la de los hombres. Gracias a ellos pueden incorporarse muchas más mujeres al mercado de trabajo. En EE.UU., el porcentaje de mujeres blancas casadas y en su madurez laboral (35-44 años) que trabajan fuera de su casa pasó de una cifra mínima a finales de la década de 1890 a casi el 80 % en nuestros días.

No se puede negar que la mayor participación femenina en el mercado laboral ha elevado el estatus de la mujer en casa y en la sociedad, con lo que también se ha reducido la preferencia por los hijos varones y ha aumentado la inversión en la educación femenina, lo cual aumenta todavía más la participación de la mujer en el mercado laboral. Hasta las mujeres instruidas que acaban optando por ser amas de casa y madres tienen un estatus más elevado dentro de sus hogares, porque están en situación de formular amenazas creíbles en el sentido de que, si decidieran dejar a sus parejas, podrían mantenerse por sí solas.

No estoy diciendo que los cambios se deban única o predominantemente a las novedades en la tecnología doméstica. La “píldora” y otros anticonceptivos han influido mucho en la instrucción de las mujeres y su participación en el mercado laboral, permitiendo que controlen el momento y la frecuencia con que dan a luz. También existen causas no tecnológicas. (…). Sin embargo, sigue siendo verdad que sin la lavadora (y otros inventos domésticos que ahorran trabajo) los cambios en el papel de las mujeres dentro de la sociedad y en la dinámica de las familias no habrían sido ni de lejos tan profundos.

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