Transformación Industrial en España: Auge de la Siderurgia y la Minería (Siglo XIX)

La Industria Siderúrgica en España (Siglo XIX)

La siderurgia fue el sector que, en la segunda mitad del siglo XIX, acompañó al textil en el desarrollo de la industria moderna. Este sector estuvo muy ligado al desarrollo de la minería del hierro y carbón, ya que las elevadas temperaturas requeridas en los altos hornos para la obtención de hierro laminado necesitaban este combustible en grandes cantidades.

Los primeros intentos de crear una siderurgia moderna se desarrollaron a partir de 1826 en Andalucía, concretamente en Málaga, aprovechando el hierro de Ojén. De ese modo, la producción siderúrgica andaluza fue la principal en la península durante 30 años. Sin embargo, esto fracasó porque usaban carbones vegetales ante la dificultad de adquirir carbón de coque. Así, sus elevados costes de producción hicieron insoportable la competencia de zonas que podían abastecerse de este mineral más fácilmente, y la siderurgia malagueña entró en decadencia.

La existencia de yacimientos de hulla en Asturias convirtió a esta región en el centro siderúrgico de España entre 1864 y 1879. Sus minas de carbón favorecieron la localización de las siderurgias y, a pesar de la escasa calidad y poder calorífico de la hulla asturiana, la producción de hierro creció con rapidez. Aunque el volumen absoluto de la producción era reducido, la siderurgia de Asturias mantuvo su primacía hasta las últimas décadas del siglo XIX porque era, en ese momento, la única zona de España que tenía carbón mineral.

Vizcaya poseía extensas minas de hierro y una tradición de ferrerías que se remonta a la Edad Media. Pero fue a partir de 1876, con la llegada del carbón de coque galés a Bilbao, cuando se consolidó la industria siderúrgica en el País Vasco. El mayor poder calorífico del carbón galés y su precio más reducido comportó la pérdida de competitividad de las empresas asturianas, con costes muy superiores. La consolidación del eje comercial entre Bilbao y Cardiff, basado en la exportación de mineral de hierro a Gran Bretaña y la importación de carbón galés para los altos hornos vascos, desempeñó un papel de primer orden en la industrialización del País Vasco. El aumento de los intercambios en ambas direcciones permitió reducir el coste por unidad transportada.

En las dos últimas décadas del siglo, se constituyeron las dos grandes empresas siderúrgicas vascas: la Sociedad Anónima de Altos Hornos y Fábrica de Hierro y Acero de Bilbao. En 1885, Altos Hornos de Vizcaya instaló el primer convertidor Bessemer de España, que fabricaba acero en serie a partir de un lingote de hierro, y a finales de la década se puso en marcha el primer horno Martin-Siemens, que producía acero de gran calidad.

La Producción Minera en España (1874-1914)

Entre 1874 y 1914 tuvo lugar la explotación masiva de los yacimientos mineros del subsuelo español, que contaba con abundantes reservas de hierro, cobre, plomo, cinc y carbón. Sin embargo, las dos actividades extractivas más importantes fueron el carbón y el mineral de hierro. El aumento de la demanda de carbón vino propiciado por la máquina de vapor y el desarrollo de la siderurgia. Aunque los yacimientos hulleros españoles estaban distribuidos por diversas zonas, fue en Asturias donde la minería del carbón alcanzó mayor desarrollo debido a la abundancia de recursos y a la facilidad de acceder al transporte marítimo. Sin embargo, la competencia que supuso la llegada del carbón de Gales solo pudo ser paliada con el proteccionismo arancelario.

La minería del hierro fue un sector que tuvo una importante expansión, sobre todo a partir del convertidor Bessemer, que necesitaba un mineral sin fósforo, una característica del hierro vasco poco frecuente en Europa. El mineral vizcaíno contaba, además, con la ventaja de la proximidad de las minas al mar, lo que abarataba su transporte. La escasa demanda interior hizo que la mayor parte de la producción fuera exportada. Dos tercios del total tuvieron como destino Gran Bretaña, pero también resultaron mercados importantes países como Alemania, Francia y Bélgica. Estas exportaciones convirtieron a España en el principal abastecedor de mineral de hierro de Europa.

La Ley de Minas de 1868 supuso el final de una rígida reglamentación de las concesiones mineras y la liberación del sector, que inició la explotación masiva de los yacimientos españoles. La expansión de la producción minera se explica por tres factores: el aumento de la demanda internacional, los avances en las técnicas de explotación que abarataron los costes de extracción y el crónico endeudamiento de la hacienda española, que impulsó la concesión a extranjeras a cambio de compensaciones monetarias para el estado. Por esto, algunos historiadores han calificado estas concesiones como una verdadera desamortización del suelo.

Entre 1870 y 1913, la explotación de los yacimientos mineros españoles creció enormemente. Fueron importantes los de plomo en el sur de la península, los de cobre de Riotinto (Huelva), que llegaron a encabezar la producción mundial, los de mercurio de Almadén y los de cinc de Reocín. La mayor parte de la cantidad extraída se exportó, y entre 1899 y 1908 las ventas al exterior de metales y minerales llegaron a ser un tercio del total. La extracción de estos recursos tuvo pocos efectos sobre la economía española al ser explotados por otros países y la mayoría exportados.

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