I. La España de la Autarquía (1939-1951)
La autarquía, régimen económico característico de las dictaduras, implica la dirección e intervención estatal en la economía. El aislacionismo exterior fuerza la autosuficiencia, lo que, en el caso español, condujo a un estancamiento económico, escasez, hambre y racionamiento, con la implementación de cartillas de racionamiento diferenciadas según los miembros de cada familia. Esta situación fue consecuencia de la destrucción material y humana durante la Guerra Civil, el contexto internacional de la Segunda Guerra Mundial y el proteccionismo adoptado por el régimen franquista. Surgió un mercado negro, conocido como «estraperlo», y la especulación, que enriqueció a las élites que habían apoyado al bando nacional, incluyendo a banqueros como Juan March.
La crisis agrícola llevó a la creación del Servicio Nacional del Trigo (S.N.T.) para controlar la producción y los precios. El Instituto Nacional de Industria (I.N.I.) concentró las empresas industriales y concedió permisos para producir y exportar. La alta inflación y la consiguiente pérdida de poder adquisitivo de los españoles generaron una elevada deuda pública.
II. El Final de la Autarquía (1951-1959)
El abandono de la política autárquica requería varios pasos:
- Fin del bloqueo diplomático y obtención de ayuda americana.
- Liberalización del comercio y los precios.
- Un nuevo gobierno con tecnócratas del Opus Dei, como Laureano López Rodó y Alberto Ullastres, entre 1957 y 1959.
El objetivo era integrar a España en la economía internacional mediante un Plan de Estabilización y Liberalización económica. Este plan buscaba controlar la inflación y abrir la economía a las inversiones extranjeras. Como resultado, se produjo un crecimiento industrial sostenido, la recuperación agrícola y reformas agrarias que incluyeron la ampliación de regadíos, colonizaciones y la concentración parcelaria.
La dependencia española del petróleo (que desplazó al carbón) supuso un desafío, especialmente con la crisis de 1973. Otros problemas fueron el déficit de la balanza comercial y la incipiente implantación del turismo. Sin embargo, las divisas aumentaron gracias a las remesas de los emigrantes.
III. El Desarrollismo y el Crecimiento Económico (1959-1975)
El Plan de Estabilización de 1959 marcó la ruptura definitiva con la autarquía. Se apostó por el libre mercado, facilitando las exportaciones, el turismo y las inversiones extranjeras para corregir el déficit público. Comenzó una etapa de crecimiento que duró hasta 1975. Las medidas incluyeron la reducción de los créditos estatales, la supresión de subvenciones y la adecuación de los gastos a los ingresos.
Los Planes de Desarrollo, aunque no dirigían completamente la economía, sí incidían en ella. Sus resultados positivos se debieron, en gran medida, al aperturismo exterior. La renta per cápita se duplicó entre 1960 y 1975. El campo se mecanizó y la mano de obra se dirigió a la industria, concentrada en Cataluña, Madrid y el País Vasco (siderurgia, alimentación y automoción). La construcción y el turismo experimentaron un *boom*, impulsado por el éxodo rural. Sin embargo, este proceso fue caótico.
El déficit comercial se compensó con las divisas de los emigrantes (aproximadamente un millón), que financiaron el «milagro español» de los años 70, aumentando el nivel competitivo y de compra de los españoles.
Los límites o problemas del desarrollismo fueron:
- Dependencia de la coyuntura económica exterior, típica de economías débiles.
- Grandes desequilibrios regionales, con mayor desarrollo en las zonas periféricas.
- Escasos gastos sociales debido a la inexistencia de una política fiscal que favoreciera la construcción de infraestructuras.
- Control económico por parte de una burguesía afín al régimen, terratenientes y la confusión entre empresas públicas y privadas.
IV. Conclusiones: Cambios Sociales y Culturales
Durante el franquismo, la población española experimentó un notable crecimiento vegetativo debido al descenso de la mortalidad (que se redujo a la mitad) y al lento descenso de la tasa de natalidad. Esta última incluso aumentó en los años más prósperos (1956-1967), el llamado «baby-boom». El mantenimiento de la natalidad se debió a razones sociopolíticas y a la mentalidad de la época. La emancipación de la mujer retrocedió varias décadas.
Los movimientos migratorios internos se dirigieron hacia las ciudades y las regiones costeras mediterráneas e insulares, el País Vasco y Madrid. La población activa en la agricultura descendió drásticamente. El sector industrial pasó a ser el predominante, mientras que el sector servicios aumentó considerablemente.
Estos cambios provocaron un aumento de las clases medias urbanas y de los obreros industriales, a costa de los agricultores y del servicio doméstico. La clase media se transformó, aumentando el número de técnicos, empleados de oficinas y empresas, y pequeños empresarios del comercio y los servicios. A ellos se unió la burocracia estatal del franquismo. Durante la etapa franquista, la clase media estuvo escasamente radicalizada. La conflictividad social se trasladó a los nuevos sectores industriales, en particular al metalúrgico, y a las grandes fábricas.