La Evolución de la Población Española: El Modelo de Transición Demográfica
Introducción
La población española ha experimentado un crecimiento continuo, especialmente desde mediados del siglo XX, aunque este ha estado condicionado por importantes transformaciones sociales, económicas y políticas. En las últimas décadas, el crecimiento natural (diferencia entre nacimientos y defunciones) se ha reducido considerablemente debido a una fuerte caída de la natalidad, mientras que la esperanza de vida ha aumentado, lo que ha provocado un claro envejecimiento de la población.
Este cambio demográfico se ha visto parcialmente compensado por la llegada de inmigrantes a partir de finales del siglo XX, lo que ha aportado diversidad cultural y ha ralentizado el envejecimiento.
Actualmente, España cuenta con algo más de 47 millones de habitantes (datos del INE, 2021). Para explicar esta evolución se emplea el modelo de transición demográfica, que describe el paso de un régimen demográfico tradicional a uno moderno a través de varias fases.
Fase 1: Régimen Demográfico Antiguo (hasta el siglo XIX)
En esta etapa, que duró hasta el siglo XIX, España tenía una natalidad y una mortalidad muy altas, lo que resultaba en un crecimiento natural muy lento y fluctuante.
Las altas tasas de natalidad se debían a la fecundidad natural (no existía el control de natalidad), al papel económico de los hijos en el campo y a la influencia de la religión.
La mortalidad también era muy alta por las malas condiciones sanitarias, la escasa higiene, las enfermedades epidémicas, la malnutrición y la falta de atención médica.
Durante esta etapa, la población apenas creció: en el siglo XVIII aumentó solo unos 3 millones. Hacia finales del siglo XIX, España tenía unos 18,6 millones de habitantes.
Fase 2: Transición Demográfica (1900-1975)
Esta fase se caracteriza por un fuerte descenso de la mortalidad mientras la natalidad seguía siendo elevada, aunque empezó a disminuir progresivamente. Como resultado, el crecimiento natural fue alto.
En este período influyeron también diversos acontecimientos que provocaron fluctuaciones: epidemias como la gripe de 1918, la Guerra Civil y los procesos migratorios.
Durante el franquismo, se produjo un auge demográfico conocido como «baby boom» (1958-1977), favorecido por la mejora económica y políticas natalistas.
El descenso de la mortalidad se debió a avances médicos, mejora de la alimentación, higiene, sanidad y educación.
La población pasó de 18,6 millones en 1900 a unos 35 millones en 1975.
Fase 3: Final de la Transición (desde 1975)
A partir de 1975, España entra en la última fase de la transición demográfica. La natalidad desciende de manera drástica, igualándose a la mortalidad, lo que provoca un crecimiento natural muy bajo, incluso negativo en algunos años.
Este descenso se debe a varios factores:
Sociológicos: uso generalizado de anticonceptivos, aumento de la edad para tener hijos, incorporación masiva de la mujer al trabajo, cambios en la estructura familiar (más divorcios, hogares monoparentales).
Económicos: la crisis económica de los años 70, la precariedad laboral juvenil y la dificultad para acceder a una vivienda también desincentivan la maternidad.
La mortalidad, por su parte, sigue siendo baja, aunque aumenta ligeramente por el envejecimiento de la población. España ya empieza a experimentar los efectos del llamado “invierno demográfico”.
Fase 4: Régimen Demográfico Moderno (Actualidad)
Hoy en día, España se encuentra en una etapa de natalidad y mortalidad muy bajas. La esperanza de vida es una de las más altas del mundo (84 años), aunque existe una clara tendencia al envejecimiento.
La mortalidad infantil es muy baja gracias a la calidad del sistema sanitario. Las principales causas de muerte son enfermedades cardiovasculares, cáncer, accidentes y enfermedades degenerativas como el Alzheimer.
La natalidad se mantiene en mínimos históricos. La población crece, en gran medida, gracias al saldo migratorio positivo (inmigración extranjera).
No obstante, en los últimos años, el saldo migratorio se ha vuelto negativo en algunos períodos, lo que, junto con la baja natalidad, ha generado previsiones de pérdida poblacional (un 10% en 40 años).
Esto plantea importantes retos: el sostenimiento del sistema de pensiones, la atención a una población envejecida y la necesidad de políticas activas de natalidad y atracción de jóvenes.
Conclusión sobre la Evolución Demográfica
España, como país desarrollado, presenta un régimen demográfico moderno, con bajas tasas de natalidad y mortalidad, y una alta esperanza de vida. Esta situación conlleva un envejecimiento creciente de la población, lo que supone importantes retos de futuro, como el sostenimiento del sistema de pensiones y la adaptación de los servicios sanitarios y sociales a las necesidades de las personas mayores.
Los Fenómenos Migratorios en España
Introducción a las Migraciones
Las migraciones son movimientos de población que implican un cambio de residencia. Se habla de emigración cuando se abandona un lugar y de inmigración cuando se llega a otro. La diferencia entre ambos procesos se denomina saldo migratorio.
España ha vivido diferentes oleadas migratorias, tanto exteriores como interiores. Desde la crisis de 2008, la disminución de la natalidad y la emigración de muchos jóvenes han provocado un saldo migratorio negativo en ciertos periodos.
Migraciones Exteriores
Destinos Históricos
América Latina fue el principal destino entre finales del siglo XIX y la primera mitad del XX. Muchos españoles emigraron a Cuba, Argentina, México, Venezuela, Uruguay o Brasil, huyendo de la pobreza, el paro y la falta de oportunidades en el campo.
Norte de África (principalmente Argelia) recibió emigrantes desde las regiones más pobres del sureste español.
Desde los años 60, Europa Occidental se convirtió en destino prioritario (Francia, Suiza, Alemania, Bélgica). Esta emigración fue promovida por acuerdos entre gobiernos para cubrir la demanda de mano de obra industrial.
Emigraciones Recientes
A partir de la crisis de 2007, muchas personas extranjeras que vivían en España regresaron a sus países, y miles de españoles (principalmente jóvenes cualificados) emigraron a Europa y América en busca de empleo.
En 2014, el saldo migratorio fue negativo (-102.309 personas).
En 2020, volvió a ser positivo (+113.856 personas), debido a la mejora económica y al retorno de emigrantes. Aun así, el número de españoles en el extranjero siguió creciendo: 2,6 millones de personas.
Consecuencias de las Migraciones Exteriores
Demográficas: se pierde población joven, lo que contribuye al envejecimiento y al despoblamiento de zonas rurales.
Económicas: en el corto plazo disminuye el paro, pero también se pierde talento (“fuga de cerebros”). Las remesas de los emigrantes ayudaron a muchas familias.
Sociales: los emigrantes sufren desarraigo y ruptura familiar, lo que afecta a su integración y bienestar emocional.
Migraciones Interiores
El Éxodo Rural (desde 1870)
Comenzó con la revolución industrial, pero se intensificó en los años 60 y 70 del siglo XX. La mecanización del campo y la falta de oportunidades provocaron el abandono de zonas rurales.
Los destinos más comunes fueron ciudades industriales como Madrid, Barcelona, Bilbao, Zaragoza y regiones como Cataluña, el País Vasco o Valencia.
Entre 1960 y 1970, se produjeron más de 10 millones de desplazamientos internos.
Migraciones Interiores desde 1975
Con la industrialización ya consolidada, las migraciones se hicieron más interurbanas. Se popularizó la migración desde grandes ciudades a áreas metropolitanas y suburbanas, buscando una mejor calidad de vida.
La terciarización de la economía y la crisis industrial también modificaron los flujos migratorios.
Las comunidades con saldo migratorio positivo (atracción de población) han sido: Madrid, Baleares, País Vasco, Cataluña y Canarias.
Las comunidades con saldo migratorio negativo (pérdida de población) son: Castilla-La Mancha, Castilla y León, Galicia, Extremadura y Andalucía (aunque esta última también es receptora en algunas zonas turísticas).
Conclusión sobre Migraciones
España ha sido tradicionalmente un país de emigrantes. Estos se dirigían en el siglo XIX y principios del XX mayoritariamente a América, y, a partir de los años 50, se dirigieron principalmente a países del entorno europeo. Entrado el siglo XXI, y especialmente tras la crisis de 2008, España se convirtió también en un país receptor de inmigrantes, aunque la crisis provocó también nuevas olas de emigración. En el caso de las migraciones interiores, se pasó del éxodo rural predominante durante gran parte del siglo XX a patrones más complejos en el siglo XXI, incluyendo movimientos interurbanos y un cierto éxodo urbano hacia áreas suburbanas en busca de mayor tranquilidad.