De la agricultura tradicional a la agricultura de mercado
De la economía de subsistencia a la economía de mercado
La utilización de nuevas técnicas agrícolas, como la rotación trienal, y la introducción de nuevos cultivos, permitieron aumentar la producción agraria en momentos en que los precios de los alimentos eran elevados y así obtener excedentes para alimentar a la población en crecimiento. Al mismo tiempo, los grandes propietarios de las tierras obtenían mayores ingresos por la venta de los productos o por los arrendamientos y de ese modo iniciaron un proceso de concentración de capital para invertir después en la industria.
Conforme al desarrollo de la industria y al crecimiento de las ciudades
La demanda de alimentos fue en aumento por los productos industriales arruinaban a la pequeña artesanía rural que ocupaba a los agricultores en periodos de escasa actividad agrícola. Los campesinos dejaron de hacer sus vestidos, muebles y enseres, para adquirir tales productos necesitaban dinero, que solo podían obtener vendiendo sus cosechas en el mercado. Como consecuencia de ese proceso económico una parte cada vez más considerable del sector agrario entró en los circuitos de la economía de mercado, en la cual el campesino es vendedor y comprador.
El agricultor como vendedor y comprador
El agricultor es un vendedor a quien le interesa obtener el máximo beneficio por sus productos y cultiva aquellos que tienen más demanda o que se pagan a mejor precio. Al mismo tiempo también queda vinculado al mercado como comprador de bienes industriales, cada vez más diversificados, para aumentar su cosecha en cantidad y calidad precisa comprar maquinaria, abonos, insecticidas, buenas semillas y adecuar sus instalaciones. Este proceso lleva a especializarse cada vez más en unos pocos cultivos y por tanto se debe comprar en el mercado aquellos otros alimentos que se dejan de producir.
Hoy en España
El agricultor ha abandonado casi por completo la agricultura tradicional orientada a su consumo, economía de subsistencia, y destina su producción o gran parte de ella al mercado. El resultado ha sido una transformación de la población rural, del trabajo agrario, de la superficie y estructura de las explotaciones agrarias y de la producción y comercialización de los productos.
La capitalización del campo
La agricultura tradicional se basaba fundamentalmente en dos factores de producción: la tierra y el trabajo. Esta situación se mantuvo mientras la mano de obra fue abundante y barata. Cuando la industria necesitó mano de obra, y el ferrocarril facilitó las comunicaciones, se inició un proceso de éxodo rural.
Para adaptarse a las exigencias de la economía de mercado
Los agricultores han adoptado nuevas tecnologías y han hecho un esfuerzo de capitalización para aumentar la superficie de riego, para comprar maquinaria (tractores y cosechadoras), para adquirir ganado de raza o adaptar sus instalaciones. Para facilitar la capitalización, los agricultores han contado con créditos a bajo interés y subvenciones estatales y autonómicas, así como importantes ayudas de la UE.
Población rural y población agraria
La población agraria disminuye de forma progresiva debido a la mecanización de los trabajos agrícolas y por la baja rentabilidad que obtienen los agricultores. Sin embargo, a partir de las últimas décadas del siglo XX, muchas ciudades pierden población en favor de los municipios rurales, se produce un éxodo urbano que hace aumentar la población que vive en el campo.
Esta nueva población residente
Sumada a la población urbana que visita los municipios rurales en periodos de vacaciones y fines de semana, ha favorecido la creación de actividades no agrícolas, con el consiguiente aumento de las rentas y del bienestar. Esto obliga a diferenciar entre la población rural, aquella que vive en una zona rural aunque trabaje en el sector secundario o terciario, y la población agraria, aquella que trabaja en el sector primario.
De forma casi paralela
Y contrariamente a lo que había sucedido hasta hace poco, las estadísticas muestran un crecimiento de la población activa agraria joven, comprendida entre 16 y 40 años, entre la que hay un importante porcentaje de inmigrantes contratados ya sea como asalariados fijos o temporales. Pese a este incipiente cambio de tendencia, que retiene en el campo a agricultores jóvenes gracias a la modernización de las explotaciones y a la finalidad de las comunicaciones, sigue predominando la población agraria de más de 40 años.
El trabajo agrario en España
En las fincas pequeñas y medianas los propietarios son quienes trabajan la tierra con la ayuda de la familia, explotación familiar, o con la participación de uno o pocos asalariados fijos.
En las estadísticas del trabajo agrario
Generalmente no se contabiliza el trabajo de las mujeres campesinas, las cuales no solo tienen a su cargo el trabajo doméstico y familiar, sino que en muchas ocasiones cuidan del huerto, de los animales de corral, de la venta de los productos de huerta en el mercado local o comarcal, o manejan los tractores. Estas tareas que representan una jornada completa se contabilizan, en el mejor de los casos, como ayuda familiar a tiempo parcial.
Debido a los bajos rendimientos
A la creciente especialización y mecanización de los cultivos y al nivel educativo de toda la población, cada vez es más frecuente que en la explotación agrícola trabaje el cabeza de familia mientras que la mujer e hijos tienen otras actividades económicas. También es cada día más habitual que el pequeño propietario trabaje en el campo a tiempo parcial, esto significa que se combinan los trabajos agrícolas con trabajos en la industria, la construcción o los servicios, así puede procurarse un segundo salario en estas actividades.
En las fincas grandes
Actualmente, aumenta la gestión directa y disminuye la aparcería y el arrendamiento de parcelas porque la maquinaria pesada requiere de grandes espacios. La mecanización también ha provocado la disminución del número de trabajadores asalariados fijos y ha aumentado la demanda de trabajadores eventuales.
La necesidad de mano de obra eventual
Para ciertos trabajos de temporada, como la recolección de la naranja en la Comunitat Valenciana, la fruta en las provincias de Lleida y Girona, o la fresa en Huelva, se resuelve con la mano de obra inmigrante, la mayoría femenina, contratada en sus países de origen. Por este sistema de contratación llegan a España grupos de trabajadores procedentes de Rumania, Colombia y Marruecos. Estos contratos laborales estacionales, con regreso a su país de origen, se están ampliando a otros países y en una modalidad que cuenta con el apoyo de la UE.
Evolución de la superficie agraria
Según los datos del INE del año 2007, la superficie geográfica de España destinada a la producción agroalimentaria alcanza los 50,5 millones de ha, de las cuales son superficie agraria útil (SAU) 24,5 millones de ha; el resto (26 millones de ha) son zonas forestales y otras superficies (eriales, espartizales, ríos y lagos, superficie no agrícola…).
La SAU está formada por las tierras de cultivo
(17,5 millones de ha) y prados y pastizales (6,9 millones de ha). La mayor parte de la tierra cultivada es de secano, es decir, que solo recibe el agua de lluvia, un 78% y únicamente un 21,1% es de regadío.
En los últimos años han disminuido las tierras de cultivo
(12,5%) y han aumentado el terreno forestal (9,1%), los prados y los pastizales. Estos cambios son debidos al abandono de las tierras menos productivas, incentivado por la política comunitaria, al aumento de la superficie destinada a la explotación ganadera, a la construcción de áreas residenciales o al trazado de infraestructuras.
La tierra y la estructura de las explotaciones agrarias
Según los últimos datos estadísticos, en España el número de explotaciones agrarias inferiores a 5 ha representan el 51,8% del total pero ocupan solo el 4,74% de la superficie agraria. Las explotaciones mayores de 100 ha comprenden el 4,63% del total y disponen del 55,49% de la superficie agraria. Por tanto existen muchas explotaciones pequeñas, el conjunto de las cuales ocupa poca superficie, mientras pocas explotaciones grandes reúnen la mayor parte del suelo cultivable.
Gran explotación o latifundio
Los latifundios son explotaciones de grandes dimensiones (más de 100 ha) donde se practica una agricultura extensiva. En España dominan en Castilla La Mancha, Extremadura y Andalucía.
Tradicionalmente, el latifundio estaba asociado a una agricultura de bajo rendimiento
Que empleaba a un gran número de trabajadores y con un absentismo del propietario de la explotación. Hoy, los antiguos latifundios se encuentran en una situación económicamente favorable, disponen de grandes extensiones de tierra que pueden mecanizarse y se obtienen importantes cosechas cuya comercialización produce elevados beneficios. Estas grandes explotaciones crean un nuevo tipo de trabajo especializado en el manejo de la maquinaria (tractores, cosechadoras, motocultores, etc).
Pequeña explotación o minifundio
Los minifundios son explotaciones de pequeñas dimensiones (menos de 10 ha). Predominan en la mitad Norte de la Península y en los dos archipiélagos. Actualmente, el minifundio está acusando cambios profundos porque la economía de mercado fuerza a abandonar el autoconsumo y a incrementar la producción y la rentabilidad.
Sin embargo, el tamaño de las parcelas dificulta la mecanización
Y el escaso volumen de su producción no permite una buena comercialización sin hacer frente al aumento de precios de los productos industriales de uso agrario. En la actualidad, la pequeña explotación es rentable si se practica una agricultura intensiva o muy científica; este es el caso del cultivo de plantas ornamentales en invernaderos, en la costa mediterránea, o los cultivos tempranos de huerta en regadío o bajo plástico en Almería.
Explotaciones de tamaño medio
En España han aumentado las explotaciones de tamaño medio (30 ha). Los organismos competentes de la UE han favorecido las explotaciones de tamaño medio familiar y han fomentado la práctica de una agricultura intensiva, con el fin de obtener productos de calidad para un mercado cada vez más exigente. Para ello han incentivado la reagrupación de parcelas de una misma explotación y el aumento de sus dimensiones a través de créditos, han concedido primas a las producciones, desgravaciones de impuestos y han asegurado precios ventajosos para la comercialización de los productos.
Producción y comercio agrarios
La política Agraria Comunitaria (PAC)
La Comunidad Europea potenció la agricultura con el fin de abastecer a los países comunitarios y elevar las rentas agrarias; para ello se subvencionaban y se compraban los excedentes. España entró en la CEE cuando se cambió de política, lo que causó cierta desorientación en los agricultores españoles.
La política comunitaria requería una adaptación a las nuevas circunstancias
Porque las ayudas económicas provocaban la sobreproducción y la compra de excedentes. En el año 2003 la PAC modificó su orientación en pro de una mayor competitividad y adaptación a la demanda y restringió las ayudas económicas. En España esto hizo desaparecer áreas de cultivos subvencionados como el tabaco y el algodón.
Para el periodo 2007-2013 la UE asignó a España una ayuda de 7213 millones de €
Y la Comisión Europea aprobó el plan estratégico nacional de desarrollo rural 2007-2013 que tiene como objetivos esenciales: – Aumentar la productividad de la agricultura y la silvicultura para que sean competitivas en los mercados internacionales. – Desarrollar la industria agroalimentaria, para aumentar el valor añadido de los productos agrarios y forestales. – Mejorar el medio ambiente y el entorno rural, con la calidad de vida y diversificación en las zonas rurales.
La UE también ha concedido una ayuda especial a comunidades autónomas como compensación a la reducción aplicada al algodón
(Andalucía y Murcia) y al tabaco (Andalucía, Canarias, Castilla y León, Castilla-La Mancha, Extremadura, Navarra y País Vasco).
La producción agrícola
La producción agrícola depende de la superficie dedicada a cada cultivo, la calidad de los suelos y la intensidad de los cultivos. La aportación de agua es un factor básico para aumentar la productividad de la tierra e imprescindible para los cultivos de huerta. Actualmente se riegan cultivos de secano porque con riegos oportunos se pueden salvar las cosechas en años de sequía o de lluvias a destiempo. También se ha extendido el riego por goteo de los olivos, lo cual multiplica su rendimiento.
Los cultivos de secano
Los cultivos de secano más extendidos son los cereales, la vid y el olivo. Los cereales se cultivan de forma extensiva, el trabajo está muy mecanizado y se seleccionan buenas semillas; el trigo era el cereal predominante en toda la península. La vid y el olivo no admiten un grado tan alto de mecanización como el de los cereales y la obtención de productos de calidad exige más cuidados aunque los trabajos que requieren son estacionales.
La vid se extiende en las zonas atlánticas como mediterráneas
Y su producción se ha especializado en vinos de calidad y vinos blancos y cavas. El olivar ha mejorado su cultivo al aumentar la superficie destinada al cultivo de aceituna de almazara y ha disminuido la destinada a aceitunas de mesa. En secano también hay producción de frutales de fruto seco, oleaginosas y leguminosas.
Los cultivos de regadío
Entre los cultivos de regadío sobresale la producción frutícola y la horticultura. Los frutales cítricos tienen un gran peso en las exportaciones, especialmente la naranja. Los frutales de pepita y los frutales de hueso compiten en el mercado europeo por su temprana maduración. Los cultivos de regadío pueden dar varias cosechas al año pero demandan mucha mano de obra.