COMENTARIO NATALIDAD, MORTALIDAD Y CRECIMIENTO NATURAL
La imagen que vamos a comentar, elaborada por el Departamento de Geografía de la Universidad de Cantabria, muestra una gráfica de banderola que representa la evolución de las tasas de natalidad (línea verde) y mortalidad (línea roja) desde el año
1975 al 2021, quedando sombreadas entre ellas las épocas de crecimiento (azul) o decrecimiento vegetativo (morado). Son tres los indicadores fundamentales que reflejan la situación demográfica de España desde 1975, momento en el cual finalizaba su transición demográfica y comenzaba a introducirse en un régimen demográfico moderno, carácterístico de una sociedad y economía desarrollada.
Para hacer un comentario más en detalle, podemos hacer una división en tres etapas:
Una primera etapa, que iría desde el año 1975 hasta el año 1998, caracterizada por un notable descenso de la natalidad y una mortalidad en aumento debido al envejecimiento poblacional, dándose un crecimiento natural tendiente a la baja; una segunda etapa, desde el año 1999 al 2015, en la que la natalidad primero crece y después decrece, manteniéndose una tasa de mortalidad relativamente estable y un crecimiento vegetativo bajo; por último, una tercera etapa en la que el crecimiento vegetativo es negativo ya que las defunciones superan a los nacimientos.
Comenzando por la primera etapa (1975-1998)
, podemos ver como la natalidad desciende bruscamente en pocos años, pasando de un 18,70‰ en 1975 al 9,06‰ de 1998. Las causas son, principalmente, económicas (precariedad laboral, encarecimiento del precio de la vivienda, etc.) y socioculturales (secularización, propagación métodos anticonceptivos, legalización del aborto, incorporación de la mujer al mundo laboral, etc.). La mortalidad ha experimentado un ligero aumento a partir del año 1980 por el rápido ritmo de envejecimiento de la sociedad española (8,9‰ en 1998). Las causas de la mortalidad general han cambiado respecto a décadas anteriores, disminuyendo las enfermedades infecciosas, parasitarias y respiratorias, y aumentando las asociadas a las «tres C» (cáncer, corazón y carretera), además del alzhéimer, la demencia senil y enfermedades sociales (alcoholismo, tabaquismo y drogadicción). En esta fase, el crecimiento vegetativo es positivo, pero con una tendencia decreciente, especialmente en los últimos años (1990-1998).
En la segunda etapa (1999-2015) se puede percibir un aumento de la natalidad progresivo hasta 2008 (11,28‰). Esto se debe a la llegada de población inmigrante (fundamentalmente iberoamericanos y del norte del África) durante los años de bonanza económica, que tienen un comportamiento demográfico diferente, pronatalista. La inmigración incide en el aumento de la natalidad, sobre todo por el incremento de mujeres en edad fértil. A partir del 2008 esta dinámica alcista se rompe por la crisis económica y la detención del flujo de población inmigrante, comenzando de nuevo el descenso de la natalidad. Durante estos años la mortalidad se mantiene más o menos estable, entre el 8 y el 9‰. Por tanto, en esta etapa el crecimiento vegetativo se mantiene en positivo, pero con crecimiento muy leve.
Por último, en la tercera y última etapa (2016 en adelante), se puede observar como la natalidad continúa con una dinámica descendente hasta llegar al 7,12‰ en 2021. En cuanto a la mortalidad, destaca el impacto de la pandemia de COVID-19 en la tasa de mortalidad, que se dispara algo más de un 1‰ del 2019 al 2020 (de 8,83 a 10,40‰), volviendo a bajar en el 2021. Además, España ha entrado desde el año 2016 en una dinámica de crecimiento vegetativo negativo. En el año 2021, España ha perdido algo más de 70.000 habitantes, debido a un crecimiento natural negativo y a un saldo migratorio es prácticamente nulo.
Como conclusión, podemos decir que las políticas natalistas no han sido eficaces, no han sido capaces de generar un relevo generacional, dando lugar a que España se convierta en un país caracterizado por un grave envejecimiento de la población. Las bajas tasas de natalidad y mortalidad suponen un crecimiento vegetativo negativo y una disminución de la población en cifras absolutas. En cambio, el INE, estima en sus proyecciones que los movimientos de población permitirán que España gane casi un millón de habitantes para el año 2035, por lo que, gracias al saldo migratorio positivo, España podrá seguir ganando efectivos.
MAPA TASA CRECIMIENTO NATURAL AUTONÓMICA
La imagen que vamos a comentar es un mapa de coropletas que representa la tasa de crecimiento natural en España en 2019, por provincias, elaborado por el Departamento de Geografía de la Universidad de Cantabria. La tasa de crecimiento natural es un indicador demográfico que muestra la diferencia entre el número de nacimientos (tasa de natalidad) y el número de defunciones (tasa de mortalidad) de una población durante un año. No debemos confundirla con la de crecimiento real, que también tiene en cuenta las migraciones. La leyenda utiliza una gradación de colores que se intensifican en función del valor de la tasa, más intenso cuanto mayor es el crecimiento (Almería) y más suave si este es negativo (Zamora).
Según nos muestra el mapa, las tasas de crecimiento natural provincial varían bastante, algunas provincias cuentan con crecimiento positivo y otras decrecen. La provincia con una tasa de crecimiento natural más alta es Melilla (8,8 ‰) seguida de Ceuta, Murcia, Baleares y Madrid. Otras provincias tienen una tasa positiva, pero con valores muy próximos a cero, como Sevilla (0,2‰), Guadalajara, Málaga y Huelva (0,3‰).
Por otra parte, tenemos provincias con tasas de crecimiento natural negativo, es decir, zonas con más defunciones que nacimientos. Algunas de ellas cuentan con tasas próximas a cero (Girona, Barcelona, Navarra y Granada), mientras que otras como Salamanca, Segovia, Ávila o Cuenca tienen valores por encima del -5‰, un importante grado de decrecimiento. En último lugar, las provincias con más decrecimiento, Zamora y Orense, con valores que duplican a las anteriores, son el mejor ejemplo de la España despoblada y envejecida.
Desde 1975 España se adentra en un régimen demográfico moderno, caracterizado por bajas tasas de natalidad y mortalidad, que se traducen en un crecimiento natural muy bajo o negativo. A nivel general, los factores que explican la caída de la natalidad son la crisis económica de 1980 (mayor paro, menos recursos económicos disponibles y poca estabilidad laboral), la definitiva y total incorporación de la mujer al mercado laboral, la secularización de la sociedad (pérdida de la influencia religiosa, difusión de métodos anticonceptivos, retraso en la edad para contraer matrimonio) y el cambio de mentalidad social (incremento de la soltería, aumento de la edad de emancipación). La natalidad se recuperó ligeramente entre 1998 y 2008 debido a la llegada de población inmigrante con dinámicas natalistas diferentes a la española, aunque ha vuelto a descender, alcanzando mínimos históricos en 2016.
La mortalidad ha ido aumentando levemente debido al crecimiento de la población anciana (> 65 años) y la esperanza de vida, asociados a un destacado nivel de vida (pensiones, atención sanitaria).
Las áreas descritas se insertan en la realidad de una estructura demográfica envejecida, como es la de España en 2019. Sin embargo, se aprecian contrastes, podemos distinguir entre áreas con crecimiento natural positivo, en donde el envejecimiento es más leve, y otras con un crecimiento natural negativo, que provocan un alto grado de envejecimiento.
Las provincias con una estructura demográfica más dinámica, las de mayor tasa de crecimiento, se corresponden con aquellas zonas con un mayor dinamismo económico (Madrid, Navarra, Murcia o Baleares) que atraen a emigrantes jóvenes del resto del país e inmigración extranjera (Melilla, Ceuta), estas dos últimas con un comportamiento pronatalista muy diferente al de los españoles, que generan tasas de natalidad más altas.
En el ámbito opuesto se sitúan aquellas provincias con menor dinamismo demográfico, tasas de natalidad más bajas y un crecimiento natural negativo, que presentan una estructura demográfica muy envejecida. Entre las principales causas podemos destacar, por un lado, la tradición emigratoria (provincias gallegas e interior peninsular, dando lugar a la despoblación del medio rural), el estancamiento económico y la incidencia de la crisis industrial de 1975 (Galicia, Asturias, Cantabria y zonas con industrias maduras en reconversión).