Las estructuras demográficas hacen
referencia a la composición de la población.
Se suelen distinguir las estructuras
biológicas, es decir, la distribución de la población según su edad y su
sexo, y las estructuras socioeconómicas, esto es, según la
población sea activa o no, esté parada o empleada y según el sector económico en
el que trabaje. El conocimiento de la estructura demográfica de una población
(envejecimiento, población activa, categoría socioprofesional de sus
habitantes, etc.) es fundamental para la organización del territorio.
1. La estructura biológica
La edad y el sexo de la población son variables demográficas con influencia directa en la dinámica natural de la población (natalidad y mortalidad) y en el funcionamiento de los sistemas económico-sociales (oferta de mano de obra, necesidad de bienes y servicios —educación, sanidad…—). Pero a su vez, la estructura por edad y sexo es el resultado de otras variables demográficas como la fecundidad, la esperanza de vida o las migraciones.
1.1 La intensa transformación de la estructura por sexo y edad
La estructura
biológica de la población española se caracteriza por dos fenómenos:
feminización
y envejecimiento de la población, que, en parte, se han visto
paliados por el peso creciente de los inmigrantes, personas mayoritariamente
jóvenes y de sexo masculino. La forma más habitual de representar gráficamente
la estructura biológica son las pirámides de población.
A. Sexo: mayor presencia femenina en la estructura demográfica española
La principal característica de la estructura por sexos de la población española es la existencia de un mayor número de mujeres que de hombres. En España la relación de masculinidad es de 97 varones por cada cien mujeres.
Este predominio de las mujeres sobre los varones tiene que ver con la mayor esperanza de vida de la mujer. Nacen más niños que niñas (106 niños por cada 100 niñas), pero debido a la sobremortalidad masculina (ya desde el momento del nacimiento) la sex ratio se va modificando con el aumento de edad, alcanzándose el equilibrio entre sexos en torno a los 50 años. A partir de entonces aumenta la presencia femenina, hasta llegar a una proporción de más de dos mujeres de 85 años por cada varón de la misma edad.
En la última década ha crecido algo más la población masculina que la femenina debido a los aportes de la inmigración (con mayor presencia de varones), lo que hace que, en su conjunto, la población masculina en España se acerque a la femenina.
La excepción al predominio femenino se da en las zonas rurales, donde existe una mayor tasa de masculinidad debido a que es la mujer soltera la que más emigra a la ciudad, quedándose el varón más arraigado al campo.
Existen también
diferencias notables entre las sex ratio de las distintas comunidades
autónomas.
Presentan una mayor presencia de varones aquellas CC.AA. con una
mayor inmigración masculina (Murcia, Castilla la Mancha, Baleares, Canarias,
Aragón, La Rioja). Por el contrario, comunidades con menor presencia de
inmigrantes y un mayor envejecimiento (Asturias, Galicia, Cantabria y País
Vasco) tienen un mayor predominio de mujeres.
B. Edad: el progresivo envejecimiento de la población española
La estructura por edades de la población española pone de manifiesto el pronunciado y progresivo descenso de la población joven (0-14 años), paralelo al aumento de la población vieja (65 años y más), y la gran importancia cuantitativa de las generaciones adultas (15-64 años), en especial las nacidas entre 1955 y 1975 (baby boom).
Como resultado de ello, España presenta en la actualidad una estructura por edades envejecida, con una tasa de envejecimiento cercana al 17% y un índice de envejecimiento por encima de 1,15, que evidencia el enorme y creciente peso de la población vieja con respecto a la población joven.
Este envejecimiento de la población ha sido un proceso progresivo a lo largo del siglo XX, y acentuado desde los años ochenta, siguiendo con retraso el modelo europeo. A lo largo de ese siglo los jóvenes redujeron su proporción a menos de la mitad (de 33,5% a 14%), mientras que la proporción de ancianos se triplicó (de 5,2% a 17%).
1.
Hasta finales del siglo XIX
se puede afirmar que la estructura demográfica española era claramente joven:
Los ancianos no alcanzaban el 5% de la población total y los menores de 15 años
se acercaban al 35%.
2. Desde principios del siglo XX, y hasta finales de los años 70, las estructuras demográficas muestran un proceso de envejecimiento progresivo que se manifiesta en una proporción cada vez mayor de los adultos y en menor medida en un aumento también de la población vieja; el grupo joven va disminuyendo su proporción, salvo en los años sesenta –baby boom–. Como consecuencia, el índice de envejecimiento aumenta, pero sin presentar aún el porcentaje propio de una estructura envejecida (la población vieja no rebasa todavía el 10% de la población).
3.
Apartir de 1980,
España posee ya una estructura demográfica claramente envejecida.
Así,
en el año 2000 la población vieja supera a la población joven, por lo que el índice
de envejecimiento es superior a 1 –es decir, existe ya más población
anciana que población joven–. Los porcentajes de población adulta (cerca del
70% de la población total) son los mayores de toda la historia de España
Las causas demográficas de este envejecimiento de la población española radican en el bajo índice de fecundidad (1,4 hijos por mujer, que no permite el relevo generacional y hacen que la pirámide de población decrezca en los grupos de edades más jóvenes) y en el aumento de la esperanza de vida (que se sitúa hoy en torno a los ochenta y dos años).
Aún así, en la última década el aumento de la fecundidad y los aportes de la inmigración comienzan a tener consecuencias positivas en este campo, produciendo un ligero rejuvenecimiento de la población.
1.2 Problemas relacionados con el envejecimiento de la población
A)
Demográficas
La potencialidad de natalidad actual irá disminuyendo, al incorporarse a la edad de procrear generaciones cada vez menos numerosas, lo que unido al aumento de la tasa de mortalidad por el envejecimiento, ocasionará un crecimiento vegetativo negativo de la población española.
Ahora bien, el crecimiento natural no depende sólo del potencial de natalidad, sino de decisiones personales acerca del número de hijos deseados. Ello explica que a finales de los años noventa –cuando mayor era en España la proporción de población femenina en edad fértil (las generaciones del baby boom), y por tanto con una natalidad potencial enorme– se dieron sin embargo las tasas de natalidad más bajas de toda la historia de España. Por otro lado, la inmigración de población adulta joven, con una mentalidad más natalista, puede compensar los posibles déficit nacionales.
B)
Económicas
La estructura demográfica actual
supondrá un incremento de la tasa de dependencia.
De mantenerse las
actuales tendencias demográficas, cada año llegarán a la edad de trabajar menos
personas de las que se jubilan, lo que incrementará la tasa de dependencia de
los ancianos respecto de los activos y, por tanto, crecerá el gasto de las
pensiones, del sistema sanitario (estancias hospitalarias, medicinas) y de los
servicios sociales.
Ahora bien, ha de tenerse en cuenta que el equilibrio de este sistema no depende sólo del factor demográfico, sino también de los niveles de actividad económica –que pueden compensarse con la inmigración de mano de obra y el necesario aumento de la tasa de actividad laboral femenina–. El problema no es tanto demográfico como, sobre todo, económico.
C)
Sociales
Uno de los problemas más acuciantes es la soledad y aislamiento de los ancianos, lo que hace imprescindible la ampliación de los programas de asistencia a domicilio, la puesta en marcha de residencias a precios asequibles, la apertura de centros de día, etc.
1.3 Diferencias espaciales en cuanto a las estructuras biológicas
El envejecimiento de la población no es homogéneo en todo el territorio nacional.
La población anciana es mayor en las zonas rurales que en las urbanas. Pueden establecerse diferencias en el grado de envejecimiento según el tamaño de los municipios. Como promedio, los municipios de más de 100.000 habitantes presentan una tasa de envejecimiento inferior al 15%, mientras los de menos de 5000 sobrepasan el 20%.
También se
observan diferencias a escala regional.
Las estructuras biológicas
españolas,aunque son envejecidas ya en todaslas comunidades
autónomas, no lo son en elmismo grado en todas ellas. Existe, en
general,una clara diferencia entre las regionesdel Noroeste
(más envejecidas) y las del sury mediterráneas (más jóvenes).
A) El envejecimiento es más acusado en las zonas del interior de la mitad norte, y en especial del Noroeste
Las zonas que presentan una estructura demográfica más envejecida son Asturias, Castilla y León, La Rioja, Aragón y la Galicia interior. Corresponden a zonas donde a los reducidos índices de fecundidad se superpone el envejecimiento que resulta de la emigración sostenida de jóvenes trabajadores durante la etapa del “desarrollismo” hacia las áreas industriales del país, y en algunos casos el retorno como jubilados de antiguos emigrantes. Esta última causa explica el envejecimiento de zonas natalistas de la mitad sur de la península (Extremadura).
b) Las zonas con una estructura de población más joven corresponden a las comunidades con mayores niveles de fecundidad (Canarias, Murcia, Andalucía) o a zonas receptoras de inmigrantes que han rejuvenecido la población (Madrid, Barcelona, País Vasco, Valladolid, Zaragoza, Galicia costera).
Estos acusados contrastes regionales tienen gran trascendencia para la demografía y la economía de las distintas comunidades españolas. Las Comunidades más envejecidas, dado que presentan una situación económica menos dinámica y que en ellas existe un gran porcentaje de población jubilada, han de hacer frente a importantes gastos sociales (sanidad, pensiones…). La situación es mucho mejor en las Comunidades con población menos envejecida que además disponen de una estructura económica más sólida. En el otro lado, las comunidades que presentan un mayor porcentaje de población joven (las del sur) se encuentran con una mayor presión sobre el mercado laboral.
El ejemplo de Castilla y León
En muchas de las
cuestiones planteadas, Castilla y León puede servir de ejemplo sobre el futuro
inmediato que aguarda al conjunto de la población española, puesto que nuestra
región se puede considerar como una de las más envejecidas
demográficamente.
En efecto, de todas las comunidades autónomas, es la que
presenta mayor proporción de ancianos (por encima del 22%), a la vez que está
también entre las que tienen menor proporción de adultos (que son los que
trabajan), y esta situación se agrava especialmente con la disminución del
porcentaje de adultos jóvenes (15-44 años, la población fértil) y del
grupo de población joven. A esta distribución por edades se añade una elevada tasa
de masculinidad durante la edad fértil (107%).
El resultado es un crecimiento vegetativo negativo, en torno al -0,3% (en 2010), ya que su tasa de natalidad es de las más bajas (8‰) en tanto que su tasa de mortalidad alcanza el 11‰.
Esta estructura
biológica tan envejecida tiene como consecuencia que esta comunidad tenga una
de las tasas de población activa más reducidas de España y que sea una
de las regiones españolas con mayor tasa de dependencia.
Estas características demográficas apenas son paliadas por la inmigración, que, con su mayor potencial natalista, compensa levemente el crecimiento vegetativo negativo. Así, el crecimiento real de la población de Castilla y León es negativo: en 2010 disminuyó la población de la comunidad en 1052 habitantes (crecimiento real: -0,04%).
No obstante, el problema no es tanto demográfico como económico. Hoy, una parte de los jóvenes, precisamente los más formados, se ven obligados a emigrar fuera de la comunidad por falta de trabajos acordes con su preparación. La demografía en Castilla y León, como en el resto de España, está condicionada por la evolución económica.