1. Caracterización y Distribución Geográfica de los Paisajes Agrarios
La diversidad de los componentes naturales, los diferentes usos del suelo y el distinto modo de ordenación del espacio originan dominios y paisajes agrarios específicos.
1.1. El Dominio Atlántico
La España atlántica se caracteriza por su relieve montañoso y por la existencia de un clima húmedo con temperaturas suaves que favorecen el desarrollo de la vegetación natural. Por ello, la España atlántica es el dominio de los bosques y de los prados, que son el soporte de unos paisajes agrarios basados en la especialización ganadera y forestal.
La producción ganadera aporta la principal contribución a la producción final agraria, aunque el significado de lo agrario en el conjunto de la sociedad y de la economía varía desde un máximo en Galicia hasta un mínimo en el País Vasco.
Los paisajes agrarios atlánticos presentan una acusada fragmentación parcelaria con multitud de terrenos de ínfimo tamaño. Predomina la pequeña propiedad y los regímenes de explotación directa, y constituye el ámbito de mayor implantación del hábitat disperso, del que forman parte multitud de aldeas y caseríos.
1.2. El Dominio Mediterráneo Interior
El interior peninsular ofrece gran diversidad paisajística sobre el denominador común de la influencia del clima mediterráneo. Los aprovechamientos agrícolas están dominados por los cultivos de secano, a pesar de que en los últimos lustros ha ganado mucha extensión el regadío.
La cuenca del Duero es asiento de pequeña y mediana propiedad sobre un parcelario muy fragmentado que fue objeto de concentración durante el franquismo. Su orientación tradicional ha sido hacia la explotación cerealista, trigo y cebada, y hacia la ganadería ovina.
El área castellano-manchega ofrece como rasgos distintivos el aumento del tamaño de las explotaciones agrarias y un notable grado de concentración del hábitat. Sobre la amplitud de las llanuras manchegas destacan tres grandes grupos de aprovechamientos: la ganadería ovina, la cerealicultura y el viñedo.
El oeste peninsular toma buena parte de sus caracteres agrarios de su pertenencia a la Iberia silícea. Los suelos silíceos son poco fértiles y producen cosechas moderadas, incluso tras un largo periodo de descanso. Por esta razón se han constituido sobre ellos las explotaciones agrarias de dehesa, que integran, bajo un régimen extensivo, los aprovechamientos agrícolas y ganaderos a partir de los beneficios que rinde la encina. Predomina la gran propiedad, herencia de la historia, que ha convertido al oeste peninsular en uno de los grandes enclaves del latifundismo español.
El valle del Ebro comparte rasgos agrarios con la España interior, aunque ofrece unos caracteres especiales, que resultan visibles en una doble gradación de paisajes: en altura y en longitud. De aquí resulta una mezcla de influencias y la diversidad de paisajes mediterráneos.
1.3. El Dominio Mediterráneo Litoral
Tiene como elementos definidores la baja altitud sobre el nivel del mar y un régimen térmico de veranos calurosos e inviernos templados y moderados, siempre con escasas precipitaciones. Es una franja litoral entre el mar y las montañas, y solo se adentra hacia el interior a través de las depresiones del Guadalquivir y del Ebro.
2. Problemática de los Espacios Agrarios: Dinamismo y Crisis
En la actualidad el mundo rural es un espacio cada vez más heterogéneo y complejo ya que está recibiendo nuevos usos a la vez que en su seno conviven tradición y modernidad.
Entre los nuevos usos del espacio agrario destacan:
- Los usos residenciales, como viviendas secundarias de fin de semana o vacaciones.
- Los usos industriales, derivados del traslado de fábricas que buscan suelo y mano de obra más baratos o el aprovechamiento de las materias primas y recursos naturales.
- Los usos terciarios, como infraestructuras de transporte y de aprovisionamiento urbanos, grandes superficies comerciales y equipamientos recreativos relacionados con el disfrute de la naturaleza.
- Los usos paisajísticos-culturales conservacionistas, basados en la consideración de valor paisajístico, histórico y cultural de las zonas rurales.
Sin embargo, estos nuevos usos no pueden ocultar la crisis que vive en la actualidad el mundo rural. Esta crisis se manifiesta sobre todo en los siguientes aspectos:
- La disminución y el envejecimiento de la población rural.
- La falta de modernización de muchos usos agrarios: nuevas técnicas, insuficiente empleo de las nuevas tecnologías, etc.
- El descenso de la población activa ocupada en las actividades agrarias, inferior al 5%.
- La disminución de su contribución al producto interior bruto.
- La reducción de la participación agraria en el comercio exterior.
- La necesidad de conseguir un equilibrio entre utilización y respeto del medio natural.
- La necesidad de adaptación al marco de la Unión Europea.