IV. Movimientos Espaciales: Migraciones
Conceptos
Las migraciones son los movimientos de población en el espacio. Distinguimos entre emigración o salida de la población desde su lugar de origen, e inmigración, o llegada de población a un lugar de destino. Tenemos emigraciones temporales, definitivas, pendulares, interiores, exteriores, etc. El saldo migratorio es el balance entre la inmigración y la emigración. Si el balance es positivo indica que la inmigración es mayoritaria, si es negativo lo es la emigración. España, un país tradicionalmente emigrante, se ha convertido en los últimos años en un país inmigrante.
Para entender los movimientos migratorios hay que conocer el concepto de «diferenciales de tensión«, que son las interrelaciones (a modo de los vasos comunicantes) entre lugares con presión demográfica y bajos niveles económicos y otros con envejecimiento y altos niveles económicos. Por tanto, las migraciones dependerían de estas dos circunstancias, no de la situación de partida o de origen.
IV.1. Emigraciones Interiores
Hay que hacer una doble división: las emigraciones interiores temporales y las definitivas.
Las emigraciones interiores temporales vienen dadas por los traslados estacionales de trabajadores del sector turístico o de los campesinos buscando trabajo en épocas determinadas como la recolección del vino, del trigo o de la aceituna.
Las emigraciones interiores definitivas son de más importancia, pues nos ayudan a entender la distribución de la población española. El gran protagonista de las emigraciones interiores ha sido el éxodo rural.
Migraciones interiores hasta el siglo XIX
Hasta el siglo XVIII, las actividades agrarias eran las dominantes y por ello la población se concentraba en el interior de la Meseta. A partir de este siglo, comienza un proceso lento e irregular (que va a tener su eclosión y final en la década de los sesenta del siglo XX) que va a ir sustituyendo las actividades agrarias por las secundarias y terciarias. Así, en el siglo XVIII comienza la tendencia del éxodo rural de las zonas agrícolas del interior a las zonas de actividades secundarias y terciarias de la periferia. Esta tendencia empieza a hacerse una débil realidad cuando en el siglo XIX comienza su industrialización Cataluña, País Vasco y Madrid y el éxodo rural se dirige hacia estas zonas.
Migraciones interiores en el siglo XX
En el primer tercio del siglo XX este éxodo rural sufre una cierta aceleración motivado por el desarrollo industrial durante la primera guerra mundial y la dictadura de Primo de Rivera. Las zonas de atracción son la Cornisa Cantábrica, Madrid, Cataluña y Valencia. La guerra civil y la autarquía franquista suponen un estancamiento del crecimiento económico y del éxodo rural. Pero será en la década de los sesenta cuando asistamos a la conclusión y verdadera revolución industrial en España y a la etapa donde más fuerte y amplia fue el éxodo rural y las emigraciones del interior a la periferia. A partir del 75, con la crisis del petróleo este proceso se detiene, repunta débilmente en la década de los ochenta, pero desaparece totalmente en la década de los noventa, debido a la terciarización de las ciudades y al envejecimiento del campo español.
Migraciones interiores en la actualidad
En la actualidad la economía ha entrado en una fase de terciarización importante y el éxodo rural ha sido sustituido por otro tipo de movimientos migratorios. Asistimos a un trasvase de población de ciudades grandes a medias o áreas suburbanas motivado por el problema de la vivienda, es el fenómeno de las ciudades dormitorio. Por otra parte, siguen existiendo emigraciones de carácter económico hacia las provincias litorales o las islas atraídos por el auge del sector turístico y de la construcción, pero suelen ser de carácter temporal o pendular.
Otros dos tipos de migraciones interiores actuales se dan entre los puestos de trabajo muy cualificados y entre los antiguos emigrantes. El sector cuaternario y el secundario y terciario muy cualificado está sometido a una movilidad laboral bastante importante, movilidad que es una tendencia al alza. Por otra parte, se ha producido y se está produciendo una vuelta de los antiguos emigrantes a sus lugares de origen al jubilarse o prejubilarse por la reconversión industrial.
IV.2. Migraciones Exteriores
España ha sido un país tradicionalmente emigrante. La revolución industrial o la modernización económica en España ha sido un proceso lento e irregular que se inició en el siglo XIX y tuvo su fase final en la década de los sesenta. Esta modernización ha sido posible por la válvula de escape que han significado las emigraciones exteriores, ya que disminuía la presión demográfica y aportaban divisas con las que contrarrestar la balanza comercial deficitaria. Estas emigraciones han tenido dos grandes destinos: Iberoamérica y Europa Occidental.
En la actualidad ha aparecido el fenómeno de la inmigración. Trabajadores extranjeros que se quedan con los puestos laborales menos cualificados, lo mismo que los españoles hace cuarenta años. O la misma tendencia inmigratoria que Europa Occidental, pero con un retraso de cuarenta años y con la característica que la aparición del fenómeno ha sido de forma brusca. Al igual que en otros aspectos (económicos, políticos…) hemos llegado más tarde y de forma más acelerada. Es el modelo mediterráneo que se resume en aquella frase («o lo hago todo hoy o lo dejo todo para mañana»).
Emigraciones transoceánicas
Comprende desde mediados del siglo XIX hasta la década de 1960. Después de la pérdida de las colonias se produjo, paradójicamente, la mayor emigración hacia Iberoamérica, produciéndose una «segunda hispanización» pero ya en países independientes. Un repunte de esta emigración se produce con el fin de la guerra civil, donde una gran parte de nuestro exilio fue acogido por los iberoamericanos. En la década de los cincuenta y sesenta también hay un importante flujo emigratorio, sobre todo desde Canarias y Galicia, pero con una posición secundaria, ya que la mayoría del flujo migratorio se dirigía a Europa Occidental. En la década de los setenta se paró esta tendencia, para sustituirla por el retorno de parte de los emigrantes y posteriormente con la inmigración de los iberoamericanos actual. Este tipo de emigración partió principalmente de regiones de la periferia con alta presión demográfica, pero fue una emigración selectiva. La mayoría de los catalanes y valencianos se dirigieron a Costa Rica y el Caribe, los canarios a Cuba y Venezuela, los asturianos y, sobre todo, gallegos mostraron su preferencia por Argentina. No en vano, en este país, gallego es sinónimo de español.
Emigraciones europeas
Emigraciones de España a Europa ha habido siempre, sobre todo las de carácter temporal (traslados de campesinos para tareas de recolección, como la vendimia), pero va a ser en la década desarrollista española cuando se produjo un movimiento masivo de gran importancia que trasladó a más de dos millones de trabajadores españoles. Se trató de una emigración temporal (la media estuvo en los dos años) relativamente corta, aunque también existieron las emigraciones definitivas, cuyo origen estaba en Andalucía, Galicia y las dos Castillas (éxodo rural) y su destino principal fue Alemania, Francia, Suiza, Países Bajos, Reino Unido, etc. La teoría de los diferenciales de tensión explica perfectamente este fenómeno. Estos países europeos necesitaban mano de obra barata y poco cualificada, pues se encontraban en pleno desarrollo económico, coincidiendo con la recuperación económica posibilitada por el Plan Marshall. En España, el Plan de Estabilización de 1959 supuso la salida oficial para el boom del éxodo rural, éxodo rural que se dirigió hacia las regiones industriales de España o los países europeos. Esta emigración posibilitó el desarrollo económico, pues permitió expulsar la población agraria excedentaria y además equilibró la balanza comercial española deficitaria con las divisas de estos emigrantes.
La inmigración actual
El fenómeno de la inmigración es relativamente reciente en España, donde se ha producido como en el resto de Europa, pero con cuarenta años de retraso. Es un fenómeno bastante importante, pues tiene bastantes consecuencias y en la actualidad representa más de la mitad del crecimiento real de España; no obstante, todavía no ha alcanzado las proporciones de otros países europeos, pero la tendencia es al alza.
Características generales
Los inmigrantes los podemos clasificar en tres categorías: aquellos que consiguen la nacionalidad, los que tienen regularizadas sus condiciones laborales y de residencia y los inmigrantes ilegales, que según las ONG son ya mayoría. En cuanto a la procedencia, podemos establecer cuatro grupos: el Magreb (Marruecos, Argelia, etc.), Iberoamérica, África subsahariana y Asia y Europa del Este, por orden de llegada y de importancia numérica. En cuanto a su localización se han asentado en Madrid y Barcelona, el arco levantino del sureste agrícola, el campo catalán y el valle del Ebro, fundamentalmente. En lo que se refiere al tipo de trabajo destacan las tareas agrícolas, la construcción y los servicios no cualificados.
Consecuencias positivas y negativas
La inmigración tiene bastantes aspectos positivos, entre los que destaca el rejuvenecimiento de la población activa, lo que va a permitir solucionar problemas como el de la seguridad social, el hecho de que contribuyen al crecimiento económico del país, quedándose con los puestos de trabajos menos cualificados y peor remunerados, o los beneficios que acarrea un posible mestizaje cultural.
A la hora de la integración aparecen los problemas; esta se puede producir mediante la interculturalidad (mestizaje cultural) más positiva o el multiculturalismo (creación de guetos) más negativo. Además, la inmigración ilegal está creando verdaderos problemas, ya que esta posibilita el aumento de la inseguridad ciudadana, la explotación de los inmigrantes por los desaprensivos de turno y el desarrollo de la xenofobia. En este sentido, la clase política española ha reaccionado promulgando la ley de extranjería, ley que ya ha sido reformada tres veces y que espera serlo de nuevo.