Hidrografía de España: Resumen y características

Clima de Canarias

El clima de las Islas Canarias está muy condicionado por su situación en una latitud subtropical. Las Canarias tienen unas temperaturas cálidas todo el año, debido a la influencia de los vientos alisios subtropicales y del anticiclón de las Azores, con una amplitud térmica muy reducida (entre 5º y 8º). Cuando el anticiclón se desplaza, permite el paso de las borrascas atlánticas en invierno y del aire sahariano en verano. Presentan una acusada aridez, con precipitaciones muy escasas en las zonas bajas (<300 mm anuales). En las montañas, las precipitaciones pueden llegar a los 1000 mm en las vertientes de barlovento expuestas a los vientos alisios. La vegetación en las tierras bajas es de especies xerófilas adaptadas a la sequía (palmeras y dragos); en las zonas de montaña, más húmedas, aparece el bosque de laurisilva (viñátigo, laurel…); y en la alta montaña, los arbustos (tabaibal-cardonal).

Factores condicionantes de la red hidrográfica

El relieve y la topografía

El relieve condiciona la disposición y la organización de la red fluvial. La Península Ibérica está inclinada hacia el oeste. Este factor explica la importante disimetría entre las vertientes atlántica, cantábrica y mediterránea. Todos los grandes ríos, salvo el Ebro, desembocan en el Océano Atlántico, labrando extensas cuencas hidrográficas. La divisoria de aguas entre la vertiente atlántica, cantábrica y la mediterránea está definida por las cumbres de la Cordillera Cantábrica, el Sistema Ibérico y las Cordilleras Béticas.

El relieve también influye en la capacidad erosiva de los ríos. Cuanto mayor es la pendiente (curso alto), mayor es la capacidad erosiva de una corriente. Al contrario, en las zonas llanas (cursos medio y bajo), el agua presenta una circulación endorreica, sin salida al mar, que da lugar a formaciones lacustres.

La litología

En España se pueden distinguir tres zonas litológicas (silícea, caliza y arcillosa). Cada tipo de roca tiene un comportamiento diferente en contacto con el agua, por lo que el suelo por el que discurre el curso de un río puede condicionar sus características. Las rocas silíceas son impermeables, por lo que favorecen la escorrentía. Algunas arcillas y, sobre todo, las calizas son altamente permeables, lo que genera una acusada infiltración, con la consiguiente pérdida de caudal y la abundancia de las capas freáticas del subsuelo.

El clima

Determina el caudal y la regularidad de los cursos, puesto que el agua que alimenta los ríos, lagos y acuíferos proviene fundamentalmente de las precipitaciones. De la cuantía y distribución anual de las precipitaciones podemos considerar los siguientes aspectos:

  • Una España húmeda, de ríos regulares y de caudal abundante en el área de clima atlántico.
  • Una España seca, con ríos menos caudalosos e irregulares en la región de clima mediterráneo.
  • Una España árida, en el sureste peninsular, con ríos de caudal muy pobre y grandes estiajes.

Las temperaturas son el otro elemento que influye en la red hidrográfica. De ellas dependen las pérdidas por evaporación, que son máximas en verano en el interior y en el sur peninsular, coincidiendo con un periodo mínimo de precipitaciones. Hablamos entonces de aridez estival.

La vegetación

La vegetación retiene el agua de las precipitaciones, favorece la humedad del suelo y dificulta la erosión. Por eso, en un suelo desprovisto de vegetación, las filtraciones de agua son menores, aumenta la evaporación y el agua de arroyada fluye más rápidamente, erosionando y destruyendo el suelo. Por el contrario, en un suelo cubierto por un denso tapiz vegetal, la evaporación y la erosión del suelo se dificultan, lo que favorece la formación de acuíferos y de cursos permanentes de agua.

La acción antrópica

Las personas modificamos los caracteres de la red fluvial mediante la construcción de infraestructuras de regulación como embalses, que tratan de paliar los profundos estiajes de muchos de nuestros ríos; embalses que también se utilizan para generar electricidad o para abastecer de agua a los cultivos de regadío.

Las vertientes hidrográficas españolas

La vertiente cantábrica

Esta vertiente se define por unos cursos fluviales cortos. La mayoría de sus ríos nacen en la Cordillera Cantábrica, muy próximos a su desembocadura. En su recorrido excavan profundos valles para salvar grandes desniveles (de hasta 2.000 m) entre las montañas donde nacen y el mar, por lo que tienen una gran fuerza erosiva y un carácter torrencial que se aprovecha a lo largo de toda la cornisa cantábrica para producir electricidad.

Las elevadas y regulares precipitaciones otorgan a estos ríos un caudal abundante y regular, con un régimen de alimentación pluvial y pluvio-nival.

  • Los ríos vascos (Bidasoa, Nervión) son los más regulares.
  • Los cántabros y astures (Pas, Besaya, Sella, Nalón, Navia, Narcea y Eo) tienen una gran potencia erosiva.

La vertiente atlántica

La vertiente atlántica es la más extensa de la península. Agrupa a los ríos gallegos (Tambre, Ulla, Miño y Sil), los grandes ríos de la Meseta (Duero, Tajo y Guadiana) y el de la depresión Bética (Guadalquivir).

Los ríos atlánticos se caracterizan por su gran longitud, ya que nacen en montañas alejadas de su desembocadura. Discurren por extensas llanuras, en un ambiente climático mediterráneo con una marcada aridez estival, que se traduce en un régimen irregular, dulcificado por el aporte de sus afluentes. La excepción la encontramos en algunos ríos andaluces (Tinto, Odiel, Guadalete…) y en los ríos gallegos, de escaso recorrido debido a que nacen en el Macizo Galaico (Tambre, Ulla, Miño y Sil). Son cortos y de caudal abundante y regular, como los ríos de la vertiente cantábrica.

La vertiente mediterránea

Es la segunda de mayor extensión después de la atlántica. Se extiende, de norte a sur, desde Girona hasta Gibraltar. Hacia el interior, la divisoria de aguas de la vertiente está definida por el Sistema Ibérico y los Sistemas Béticos; este aspecto condiciona las características de sus cuencas fluviales, puesto que, salvo el río Ebro, todos son cursos de pequeña o mediana longitud, cuencas reducidas y pronunciadas pendientes en sus cabeceras, debido a la proximidad de los relieves montañosos a la costa (Ter, Llobregat, Turia, Júcar, Segura, Almanzora, Andarax, Guadalhorce, etc.).

El clima mediterráneo explica la pobreza del caudal de estos cursos fluviales y su gran irregularidad, con frecuentes crecidas y acusados estiajes, a los que se suma una elevada evapotranspiración, que contribuye aún más a reducir el caudal de estos ríos. De hecho, muchos de ellos son cursos intermitentes, torrentes o ramblas, que solo en ocasiones llevan el agua de unas intensas precipitaciones (generalmente otoñales), con consecuencias, muchas veces, catastróficas.

  • Los ríos catalanes (Ter y Llobregat), con un régimen nivo-pluvial, son cortos y caudalosos.
  • Los ríos levantinos (Mijares, Turia, Júcar y Segura) tienen unas cuencas de pequeñas dimensiones, un régimen pluvial, caudal pobre y gran irregularidad interanual, con peligrosas crecidas otoñales debidas a la gota fría. En algunos casos, las necesidades de agua para el consumo humano y la agricultura han necesitado de complicados trasvases de agua desde la cabecera de otras cuencas y a lo largo de cientos de kilómetros. Entre los más conocidos: trasvase Tajo-Segura.

Los regímenes fluviales

El régimen fluvial es la evolución del caudal, ya sea absoluto (m3/s) o relativo (l/s/km2), de un determinado río, teniendo en cuenta sus variaciones estacionales, crecidas y estiajes. El régimen fluvial depende principalmente de la aportación de agua al caudal, tanto en su cantidad (que depende de la amplitud de la cuenca y de la cantidad de precipitaciones) como en su forma (lluvia, nieve).

  • Régimen pluvial: En este régimen, la alimentación de los ríos depende casi en exclusiva de precipitaciones en estado líquido. Dentro de este régimen se pueden distinguir los siguientes subtipos:
    • El régimen pluvial oceánico se corresponde a zonas de clima oceánico o atlántico, caracterizado por precipitaciones abundantes y regulares. Como consecuencia, el caudal de estos ríos es muy regular, con un mínimo poco pronunciado en verano y un máximo en invierno al coincidir con unas temperaturas más bajas, por lo que la evaporación también lo es.
    • El régimen pluvial mediterráneo corresponde a zonas con clima mediterráneo, con lluvias escasas y muy irregulares, con fuerte sequía estival. Como consecuencia de ello, el caudal de estos ríos es muy irregular, con fuertes estiajes en verano. En cuanto a los máximos, se distinguen dos tipos:
      • El levantino, en el que las crecidas se producen en otoño ligadas al fenómeno de gota fría.
      • El subtropical, que presenta máximos en primavera coincidiendo con las precipitaciones asociadas al frente polar.
  • Régimen nival: En este régimen, la alimentación de los ríos depende de precipitaciones en forma de nieve, correspondiendo a zonas de alta montaña. Su caudal es muy irregular. Las aguas bajas corresponden al invierno, ya que las precipitaciones permanecen retenidas en forma de nieve. Las aguas altas se dan a finales de primavera y principios de verano, ya que el aumento de las temperaturas provoca el deshielo de las precipitaciones acumuladas con anterioridad.
  • Régimen mixto: Dentro de los regímenes mixtos distinguimos entre nivo-pluvial, pluvio-nival y complejo.
    • En el régimen nivo-pluvial, las precipitaciones que alimentan a los ríos se dan en forma de nieve o líquida, con predominio de la primera, presentando las aguas altas en primavera y las bajas en invierno. Se extiende por zonas de montaña menos altas que las de régimen nival.
    • En el régimen pluvio-nival, las precipitaciones son tanto líquidas como de nieve, aunque con predominio de la primera. Presentan un claro estiaje en verano y el máximo caudal se produce en primavera.

Los regímenes mixtos son los más extendidos y son los característicos de los grandes ríos españoles. En ellos se combinan diferentes tipos de alimentación debido a sus extensas cuencas y a sus numerosos afluentes.

Lagos y humedales

Las zonas húmedas (lagos y humedales) son superficies cubiertas de agua, procedentes de las precipitaciones, de los ríos o de los acuíferos. España cuenta con numerosos lagos y humedales. No obstante, muchos tienen una extensión reducida y un carácter estacional, viendo amenazada su existencia por causas como la colmatación por sedimentos, contaminación, sobreexplotación y desecación. Los lagos son masas naturales de agua acumuladas en zonas deprimidas, que alcanzan una profundidad entre 10 y 15 metros. La reducida extensión de algunos de ellos hace que popularmente se les conozca como “lagunas”. Consideramos las siguientes tipologías:

  • Lagos endógenos: su origen se debe a la tectónica terrestre (hundimiento de pliegues o fallas) o a la acción de un volcán apagado, como los del Campo de Calatrava (Ciudad Real).
  • Lagos exógenos: están originados por fuerzas externas, como la acción del hielo, el agua o el viento. Así, diferenciamos lagos glaciares (como los del circo de Gredos), lagos cársticos (lagunas de Ruidera en Ciudad Real), lagos endorreicos sin salida al mar (Tablas de Daimiel, Ciudad Real), lagos eólicos (las closes del Ampurdán, Girona).

Los acuíferos

Los acuíferos son embolsamientos de agua subterránea. Se forman cuando las aguas de precipitación se infiltran, encuentran un estrato impermeable y se acumulan sobre él. Pueden descargar sus aguas a través de ríos y manantiales, o directamente en el mar. En España tenemos localizados más de 1000 acuíferos. Se localizan en áreas con roquedo permeable y también calizo. Son casi ausentes en zonas de roquedo poco permeable (silíceas o arcillosas).

Uso y aprovechamiento de las aguas

El agua es un recurso imprescindible para la vida y las actividades humanas. Se encuentra tanto en la superficie terrestre (ríos, lagos, mares y embalses) como en el subsuelo (acuíferos).

En la historia de la hidrografía de España, la primera actuación pública importante fue el Plan Nacional de Obras Públicas de 1933, en el que el gobierno de la II República planteaba la construcción de embalses, el trasvase de agua de la «España húmeda» a la «España seca».

En la actualidad, la demanda de agua en España supera los 40.000 hm3, distribuidos en los siguientes usos:

  • Consumo urbano: Se incluye en este apartado tanto el consumo de los hogares como el de los servicios de las ciudades. El desarrollo urbano general y el ligado a las zonas turísticas han obligado a ampliar las infraestructuras para abastecer a poblaciones.
  • Consumo industrial: Una gran parte de este consumo está, lógicamente, vinculado a las cuencas del norte, del Ebro y de Cataluña, los lugares con más desarrollo industrial de España.
  • Consumo del regadío: Es el sector que consume más agua, ya que la desigual distribución de las precipitaciones hace necesario el regadío en muchos cultivos. Pero hay estudios que indican que gran parte de esta agua se desaprovecha por sistemas de riego despilfarradores o por fallos en las conducciones.
  • Refrigeración instalaciones energéticas: Casi toda esta agua procede de las cuencas del Tajo y el Ebro, y se consume en el funcionamiento y seguridad de las centrales nucleares (Ascó, Almaraz…).

En cuanto a recursos hidrológicos, existen grandes diferencias entre unas zonas y otras de España. En general, podemos decir que la zona cantábrica y las cuencas del Duero, el Tajo y el Ebro poseen recursos suficientes para satisfacer las demandas.

Por el contrario, las cuencas del Guadalquivir, Sur, Segura y Baleares tienen déficit habitual, mayor en los años secos.

Para equilibrar estas diferencias, existe una política del estado de infraestructuras hídricas:

  • Las presas: Hay unos 1.200 embalses en España. En los últimos años se han construido nuevos embalses para regular cauces y compensar el déficit hídrico y el sobreconsumo de agua en España, sobre todo en las cuencas del sur, más deficitarias.
  • Los trasvases: Consisten en el traslado de agua de zonas con superávit a zonas con déficit. En España funcionan los siguientes: Tajo-Segura, Turia-Júcar…
  • Las depuradoras tratan las aguas residuales para que no contaminen. Pueden ser urbanas, que tratan las aguas provenientes de uso doméstico; o industriales, para las aguas provenientes de industrias. La UE obliga a que todas las localidades de >5000 habitantes tengan estas plantas depuradoras de aguas residuales (EDAR).
  • Las potabilizadoras son plantas para tratar el agua que se va a beber. Se eliminan los residuos sólidos y micropartículas contaminantes por medio de un sistema de purificación y microfiltros, se descontamina al aportarle oxígeno.

El desarrollo industrial y el crecimiento urbano, junto a las prácticas agrícolas y ganaderas, han derivado en un aumento de la contaminación de las aguas, tanto superficiales como subterráneas (acuíferos).

Tampoco podemos olvidarnos en la actualidad de la sobreexplotación de los recursos hídricos. Entre los principales causantes están la extensión de los cultivos de regadío y las demandas derivadas del turismo, sobre todo en el área mediterránea. El abuso de determinados acuíferos está teniendo diversas consecuencias, entre ellas la de poner en riesgo los humedales españoles, que se dan en zonas en las que el nivel freático se halla en la superficie o muy cerca de ella.

Terminemos este apartado refiriéndonos a los riesgos naturales, las inundaciones y sequías, que pueden provocar efectos catastróficos tanto para las personas como para la economía. Las inundaciones se producen por diversas causas: desbordamientos de ríos, situaciones meteorológicas de gota fría, construcción en ramblas, etc. Estos riesgos pueden ser paliados en parte con la construcción de embalses y la puesta en marcha de sistemas automáticos de información hidrológica. Nunca se podrán evitar del todo, pero sí reducir sus consecuencias.

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