Geografía de la población: censo, padrón y registro civil

La geografía de la población

Estudia las relaciones entre la población y el espacio. El censo es el registro de datos demográficos, económicos, sociales y culturales de un país en un momento dado. Entre ellos, el total de efectivos, sexo, edad, estado civil, lugar de nacimiento, nacionalidad, lengua hablada, nivel de instrucción, características económicas, fecundidad y viviendas. El censo se realiza en España cada 10 años desde 1981. El padrón municipal es el registro de las personas que residen en un municipio. Recoge también datos demográficos, económicos y sociales de la población, aunque en menor número que el censo. El padrón se actualiza el 1 de enero de cada año y es un documento dinámico que se modifica constantemente con las altas y bajas residenciales y con los nacimientos y las defunciones que se producen en el municipio. El registro civil

Otras fuentes demográficas son las estadísticas, que recopilan datos procedentes de diversas fuentes, y las encuestas, que ofrecen información más detallada, pero sobre muestras muy inferiores. Entre las más utilizadas están los anuarios estadísticos del INE, la estadística de variaciones residenciales (anual, para las migraciones) y la encuesta de población activa (EPA, trimestral, para el mercado laboral).

Evolución y factores explicativos

La distribución actual de la población es el resultado de una evolución en la que han intervenido diversos factores.

En la época preindustrial

Hasta mediados del siglo XIX, la economía era básicamente agraria, por lo que los factores naturales tuvieron más peso en la distribución de la población. Así, las mayores densidades se situaban en las zonas con relieve llano y baja altitud; clima templado cálido; y proximidad al mar o a los ríos. Estas zonas eran la costa levantina, los valles atlánticos, los valles fluviales del interior peninsular y las islas Baleares.

No obstante, también influían factores humanos, sobre todo la coyuntura económica, que atraía población hacia las áreas más dinámicas. Así, en el siglo XVI, el descubrimiento de América dio a Castilla gran prosperidad económica, convirtiéndola en la zona más poblada de la Península. En el siglo XVII, la crisis económica y demográfica, más prolongada en tierras castellanas, originó migraciones hacia la periferia, donde se desarrollaba un floreciente comercio marítimo. Como consecuencia, en el siglo XVIII la situación se había invertido: las densidades más altas estaban en las regiones costeras e insulares, y las más bajas, en el interior peninsular.

En la época industrial

Entre mediados del siglo XIX y la crisis de 1975, se consolidó una economía industrial y urbana, por lo que los factores naturales perdieron peso. En esta época, se agudizaron los contrastes en la distribución de la población.

En la época postindustrial

Desde la crisis de 1975, influyen nuevos factores que mitigan y refuerzan los contrastes en la distribución de la población. Mitigan los contrastes la crisis industrial de 1975, que frenó las migraciones interiores a las áreas industriales e incluso provocó retornos; y en la actualidad, la tendencia a la difusión espacial de población y de algunas actividades económicas, y las políticas de desarrollo endógeno de las comunidades autónomas. Y refuerzan los contrastes la mayor concentración en Madrid y en los ejes Mediterráneo y del Ebro de los nuevos factores de desarrollo -servicios avanzados y tecnología- y de la inmigración extranjera.

El régimen demográfico antiguo

Hasta principios del siglo XX en España, el régimen demográfico antiguo se mantuvo hasta principios del siglo XX. Se caracterizó por altas tasas de natalidad y de mortalidad y por un crecimiento natural bajo.

La natalidad

Presentaba valores elevados debido a estas causas:

  • Predominaban una economía y una sociedad agrarias, donde los hijos ayudaban desde muy pronto en las labores del campo; eran baratos de mantener, y aseguraban el porvenir de sus progenitores, ante la inexistencia de seguros de accidentes, enfermedad o jubilación.
  • No había sistemas eficaces para controlar la natalidad. La única posibilidad era retrasar el matrimonio en las coyunturas de crisis, para acortar el periodo fértil de la mujer y reducir los nacimientos.
  • La elevada mortalidad infantil obligaba a tener muchos hijos para poder conservar unos pocos.

La mortalidad general

Era alta y oscilante. Sus causas eran el bajo nivel de vida y las precarias condiciones médicas y sanitarias.

  • La dieta alimenticia era escasa, por la baja productividad agraria; y desequilibrada por falta de proteínas: el pan era el alimento básico y escaseaban la carne, la leche y los huevos. Como consecuencia, la mayoría de la población estaba malnutrida y debilitada.
  • Las enfermedades infecciosas transmitidas a través del aire (tuberculosis, bronquitis, pulmonía, gripe) o del agua y los alimentos (diarreas, cólera) tenían alta incidencia. A ello contribuían el atraso de la medicina, el desconocimiento de las vías de transmisión de las enfermedades, y la falta de higiene privada y pública (tardío establecimiento de servicios de agua potable, alcantarillado y recogida de basuras).

A la elevada mortalidad general se sumaban momentos de mortalidad catastrófica causada por epidemias, guerras y malas cosechas de cereales, que provocaban la subida del precio del grano y el hambre y la muerte de quienes no podían pagarlo.

La mortalidad infantil también era alta. Tanto la neonatal (en las cuatro primeras semanas), como la posneonatal.

La transición demográfica: 1900-1975

La transición entre el régimen demográfico antiguo y el actual tuvo lugar entre 1900 y 1975. En comparación con otros países de Europa occidental, se inició más tarde, pero duró menos y fue más intensa. Se caracterizó por una disminución suave de la natalidad, un brusco descenso de la mortalidad y, en consecuencia, un elevado crecimiento natural.

La natalidad

Descendió de forma más suave y discontinua, alternando periodos de mayor decrecimiento con otros de recuperación, en relación con los acontecimientos históricos.

  • Entre 1900 y 1920, la natalidad descendió al iniciarse el control voluntario de los nacimientos mediante sistemas tradicionales. En ello influyeron una mayor supervivencia de los hijos al reducirse la mortalidad infantil; y las desfavorables repercusiones de la I Guerra Mundial, durante la cual la exportación de productos a los países beligerantes motivó una fuerte subida de los precios para la mayoría de la población.
  • En la década de 1920, la natalidad se recuperó gracias a la prosperidad económica.
  • Entre 1930 y 1956 se reanudó el descenso. Las causas fueron la crisis económica de 1929 y la inestabilidad política de la Segunda República (1931-1936); la Guerra Civil (1936-1939), que ocasionó subnatalidad; y la situación de la posguerra (1940-1955), marcada por el exilio de miles de personas y por graves dificultades económicas derivadas de la política autárquica y del bloqueo internacional. Todo ello impidió la recuperación de los nacimientos que suele seguir a las guerras —excepto los años 1940-1941-. La política pronatalista de Franco, que instituyó premios de natalidad y prohibió los anticonceptivos, no compensó esta tendencia.
  • Entre 1956 y 1965 tuvo lugar una recuperación de la natalidad que algunos demógrafos interpretan como el baby boom posbélico retrasado. Se debió al desarrollismo económico que siguió al final del bloqueo internacional y de la autarquía.
  • Entre 1965 y 1975 (últimos años del desarrollismo)-disminuyó de nuevo el tamaño familiar. La causa fue la reducción del valor económico de los hijos al consolidarse un modo de vida industrial y urbano, con graves problemas de vivienda, y extenderse los seguros laborales y de vejez.

La mortalidad

Se excepto en dos momentos acusada durante la transición demográfica, excepto en dos momentos de mortalidad catastrófica: la gripe de 1918 y la Guerra Civil. Las causas fueron el incremento del nivel de vida y los avances médicos y sanitarios, que redujeron los anteriores riesgos de muerte. Entre ellos:

  • El incremento del nivel de vida se manifestó en la mejora de la dieta, que durante la década de 1960 superó la malnutrición y la escasez de la posguerra; y en el crecimiento de nivel educativo y cultural, que permitió intensificar la prevención y abandonar costumbres tradicionales nocivas para la salud.
  • Los avances médicos más destacados fueron las vacunas y la comercialización de los antibióticos, que eliminaron la mortalidad catastrófica por epidemias a partir de la de gripe de 1918 y redujeron la incidencia de las enfermedades infecciosas. También tuvieron efectos positivos la generalización de los nacimientos en clínicas, que disminuyó la mortalidad materna; y la extensión de la sanidad pública (seguridad social). Los avances sanitarios consistieron en la mejora de la higiene privada y pública: servicios urbanos de agua potable, alcantarillado y recogida de basuras.
  • La mortalidad infantil también decreció, sobre todo la posneonatal causada por infecciones y desnutrición, gracias a las mejoras de la pediatría, la alimentación infantil y el cuidado materno.
  • La esperanza de vida se elevó, primero, por la reducción de la mortalidad infantil y materna; y desde mediados del siglo XX, por el descenso de la mortalidad en la edad adulta.

Como consecuencia, el crecimiento natural de la transición fue alto, especialmente entre 1920 y 1965, cuando la mortalidad descendió fuertemente, mientras la natalidad pasaba por dos máximos separados por la Guerra Civil. Desde 1965, el crecimiento se recortó, al estabilizarse la mortalidad en cifras bajas y restablecerse el descenso de la natalidad.

Las migraciones interiores

Son los movimientos de población dentro de las fronteras del país. Responden a dos modalidades, separadas por el año 1975: las migraciones tradicionales y las actuales.

Las migraciones interiores tradicionales

Características
  • Tuvieron lugar entre el último tercio del siglo XIX y la crisis económica de 1975.
  • El volumen de la migración fue muy elevado, afectando a más de 11 millones de personas, sobre todo en el periodo 1951-1975, coincidiendo con el mayor auge del éxodo rural.
  • La motivación de la migración fue principalmente laboral.
  • Los protagonistas eran sobre todo jóvenes, con bajo nivel de cualificación.
  • Las corrientes migratorias fueron mayoritariamente unidireccionales entre el campo y las grandes ciudades industrializadas o de servicios, localizadas casi siempre en otras provincias o regiones.
Las corrientes migratorias interiores tradicionales

Las migraciones estacionales y temporales tuvieron su auge entre el último tercio del siglo XIX y la década de 1960, y se emprendían con intención de retorno. En unos casos eran desplazamientos estacionales a otras áreas rurales para realizar labores agrarias en una época en la que el campo estaba poco mecanizado (siega, vendimia, recolección de aceitunas). En otros casos eran desplazamientos temporales a la ciudad en las épocas del año en las que el campo exigía menos trabajo, para realizar tareas no agrarias en la construcción, la industria o los servicios.

El éxodo rural tuvo lugar entre finales del siglo XIX y 1975. Es una migración entre áreas rurales y urbanas con carácter definitivo o larga duración. Su motivación principal fue conseguir trabajo e ingresos más altos; aunque también influyó la posibilidad de encontrar en las ciudades mejor nivel sanitario, cultural y de ocio y mayor libertad personal. Los emigrantes procedían de zonas atrasadas de Galicia, el interior peninsular y Andalucía oriental. Se dirigieron primero a los núcleos industriales de Cataluña, el País Vasco y Madrid, y más tarde también a las nuevas áreas industriales del Mediterráneo y el valle del Ebro y a las zonas turísticas de Levante, Baleares y Canarias. Dentro del éxodo rural pueden distinguirse cinco etapas.

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