La formación de la Cordillera de los Andes, a causa de la orogénesis argentina, es uno de los procesos que más influyó en la formación de los relieves actuales de Sudamérica.
La orogénesis andina formó montañas nuevas, como las de la cordillera principal o del límite, los Andes Patagónicos-Fueguinos y las Sierras Subandinas. También produjo el levantamiento y el hundimiento de relieves preexistentes. El movimiento andino fracturó y levantó el altiplano de la Puna, la Cordillera Oriental, la Precordillera y las Sierras de Ventania. También fracturó el macizo de Brasilia. Los bloques elevados del macizo formaron las Sierras Pampeanas y el sistema de Tandilia; los bloques hundidos, el área de las llanuras.
Nuestro territorio presenta una gran variedad de relieves; podemos distinguir tres grandes áreas:
- Área de montañas: El área de montañas del oeste está dominada por la Cordillera de los Andes. La acompañan al este otras montañas y sierras de menor altura. En el norte del país, la zona montañosa es más extensa y más alta. Hacia el sur, dicha zona se va estrechando y perdiendo altura. Se distinguen los Andes Centrales y los Andes Patagónicos-Fueguinos. Una serie de cordones paralelos separados por valles y planicies completan el área de montaña.
- Llanuras: Las llanuras ocupan una gran extensión en el este del país. El área se formó con bloques del macizo de Brasilia que se hundieron a diferentes profundidades; sobre ellas se depositaron sedimentos. El espesor de la cubierta de sedimentos provocó en el área de llanuras una gran horizontalidad. No obstante, el área presenta zonas más altas y otras más bajas, que tienen origen en las fracturas que se produjeron en el macizo. En esta extensa área de llanuras se formaron, en combinación con las condiciones climáticas y la cubierta vegetal, suelos con gran capacidad productiva.
- Área de mesetas: El área de mesetas se extiende al sur del territorio y al este de los Andes Patagónicos-Fueguinos. Se destacan los movimientos de ascenso y descenso de grandes extensiones que, a su vez, fueron cubiertas por sedimentos de diferentes orígenes y afectados por intensos procesos de erosión. Así se conformó el relieve predominante de mesetas de distinta altura y extensión.
Además, nuestro territorio se encuentra en una parte del continente americano casi en su totalidad en latitudes medias, que corresponden a las zonas templadas del planeta.
En virtud de su desarrollo latitudinal, la cantidad de energía solar que recibe es variable. Esta disminuye a medida que avanzamos desde el norte hacia el sur. En la variación térmica influyen otros factores: la altura y ubicación de los cordones montañosos o la distancia con respecto al mar.
En el centro-norte del país es donde se produce con mayor fuerza el efecto de continentalidad, es decir, grandes variaciones de la temperatura (amplitud térmica) tanto diarias como estacionales. Las áreas próximas al mar, en cambio, muestran amplitudes térmicas moderadas.
En el área de llanuras, la temperatura media anual desciende a la par del aumento de la latitud. En el área montañosa del oeste y de las mesetas al sur, la temperatura varía también por la altura del relieve, decreciendo desde el pie hasta las cumbres. Este efecto se produce por la altitud.
La distribución de las precipitaciones es un elemento fundamental. Estas se originan por la acción de los vientos húmedos provenientes de los anticiclones que se encuentran sobre los océanos. Los vientos que provienen del anticiclón del Atlántico Sur provocan precipitaciones sobre las zonas nororientales del país que se extienden hasta el río Colorado. Estos vientos van descargando su humedad a medida que avanzan hacia el interior del continente. Los vientos provenientes del anticiclón del Pacífico Sur provocan precipitaciones todo el año, pero sus volúmenes máximos se producen en invierno, cuando el anticiclón se desplaza hacia el norte y se acerca al continente. Las precipitaciones caen como nevadas en la zona cordillerana; ya en el área de las mesetas se desplazan como vientos secos.
Zonas húmedas: En ellas se producen problemas por exceso de precipitaciones. Estas zonas abarcan parte del área de llanuras y los Andes Patagónicos-Fueguinos.
Zonas intermedias: Las precipitaciones, aparte de disminuir, se concentran aún más en una época del año; también es menor la cantidad de agua disponible debido a que las altas temperaturas estivales provocan su disminución por evaporación y transpiración.
Zonas secas o áridas: Reciben precipitaciones escasas. Abarca la mayor parte del área montañosa del norte y el oeste, y el área de mesetas.
Condiciones hidrográficas de la zona húmeda de Argentina: La cuenca del Plata está integrada por las subcuencas de los ríos Paraná, Paraguay, Uruguay y Río de la Plata. Estos ríos se han destacado no solo como fuentes de abastecimiento de agua para consumo humano, sino también como vías de transporte fluvial y como fuentes para la generación de energía eléctrica.
Los ríos como el Bermejo, Pilcomayo y el Salado del Norte, que son la continuación de los primeros, tienen la mayor parte de su recorrido en el sector más seco de la llanura chaqueña.
Las restantes cuencas del territorio representan el 15% del total. Los ríos de estas cuencas son alimentados por el agua que se acumula (líquido o nieve) y han sido aprovechados para riego y generación de energía hidroeléctrica.
Los caudales de los ríos varían mucho durante el año. Una de las más importantes es la cuenca del río Salí o Dulce, formada por precipitaciones orográficas.
Los ríos que nacen en las Sierras Pampeanas tienen caudales menores, alimentados por lluvias estivales.
Los ríos que nacen en los Andes Centrales presentan caudales importantes. Se destaca la cuenca del río Desaguadero, formada por varias subcuencas, dando origen a los oasis.
Muchas cuencas también se extienden por el área de las mesetas áridas. En estas cuencas se encuentran ríos de importante caudal, como el río Negro y Santa Cruz, que atraviesan las mesetas.