La Ciudad Preindustrial
Gran parte de las ciudades más importantes del país presentan un largo pasado histórico; cada época ha dejado su impronta, más o menos perdurable, en la configuración de la ciudad, de tal manera que la imagen actual está determinada por las sucesivas adecuaciones de la ciudad a cada momento histórico.
1) Etapa Preurbana y Colonización Fenicia, Púnica y Griega (Siglo VIII a. C.)
Tras la etapa preurbana, las primeras ciudades de la Península Ibérica son de la época de la colonización fenicia, púnica y griega (siglo VIII a. C.). Estos pueblos de comerciantes fundaron una serie de nuevas poblaciones a lo largo del litoral mediterráneo entre las que destaca Cádiz, la primera ciudad de Occidente.
2) Época Romana (Siglos III a. C. – V d. C.)
La época romana representó un avance en la consolidación de la urbanización en la Península. Los romanos utilizaron la ciudad como vehículo de romanización, por ello, al mismo tiempo que favorecieron su difusión, crearon un modelo propio. Su legado se concretó en el surgimiento de nuevas ciudades o colonias romanas:
- Unas sobre poblaciones preexistentes, como por ejemplo Corduba (Córdoba), Tarraco (Tarragona), Cartago Nova (Cartagena, Murcia), Emporion (Ampurias, Girona), Barcino (Barcelona) o Carteira (Cartaya, Huelva).
- Otras creadas entonces, como Itálica (Sevilla), Caesar Augusta (Zaragoza), Valentia (Valencia) o Emerita Augusta (Mérida, Badajoz).
Aportación romana fue la implantación de un plano o trazado urbano de carácter geométrico configurado a partir de dos ejes que se cortaban perpendicularmente: el cardus máximo, de orientación este-oeste, y el decumanus. En su interior, el espacio urbano se ordenaba en torno a un lugar central donde se localizaban los edificios públicos: el foro, el templo, el pretorio, etc. Este tipo de plano se puede contemplar todavía hoy en Itálica y en Caesar Augusta.
3) Época Medieval (Siglos V – XV)
Tras la caída del Imperio Romano, la urbanización peninsular sufrió un retroceso en la época medieval como consecuencia de la invasión de los pueblos bárbaros. Solo a partir del siglo X se asiste a un resurgimiento de las ciudades propiciado por la apertura del Camino de Santiago y a la intensificación del proceso de Reconquista y de repoblación. Estas circunstancias dieron lugar a la creación de nuevas ciudades (Segovia, Ávila, Salamanca, Soria, Palencia, etc.) cuya fundación obedeció a razones militares (defensa de los territorios conquistados) o a motivos comerciales. Surgen dos modelos de ciudad: la cristiana y la musulmana.
a) La Ciudad Cristiana
La población de la ciudad cristiana vivía de la ganadería y de la agricultura de secano, y la actividad industrial y mercantil era muy escasa. Las ciudades desempeñaban una función militar y estratégica, de ahí que el paisaje urbano se caracterizara por pequeños recintos amurallados cuyas calles solían ser estrechas y estar bordeadas con pórticos y soportales. En el centro se situaba la plaza y en ella se levantaba la iglesia, utilizada también como lugar para el mercado. Las ciudades se componían de collaciones o parroquias cuya advocación daba nombre a los barrios. Las ciudades que surgen en esta época responden a tres tipos de planos:
- El radioconcéntrico.
- El plano en cuadrícula.
- El plano irregular.
b) Las Ciudades Musulmanas
Las ciudades musulmanas solían emplazarse en lugares estratégicos por su carácter defensivo o al lado de ríos y barrancos, que podían servir de defensa natural, aunque otras ciudades se situaron en lugares llanos. El paisaje de la ciudad islámica se caracterizaba por un conjunto apretado de edificios rodeados y protegidos por una muralla que la separaba radicalmente del exterior. Lo más representativo de la ciudad islámica es su plano, en el que destacaban unas cuantas calles transversales o radiales de trazado sinuoso que enlazaban con las entradas o puertas de la ciudad; las calles eran angostas, quebradas y torcidas; también eran frecuentes los callejones ciegos o sin salida, llamados adarves.
4) Renacimiento e Ilustración (Siglos XV – XVIII)
El Renacimiento y la Ilustración significaron etapas de prosperidad, traducidas en un aumento demográfico y en una intensificación del proceso de urbanización. Esta creciente urbanización derivó en una mejora de las infraestructuras urbanas (puentes) y en una remodelación de la trama viaria, de modo que los antiguos trazados islámicos se sometieron a una mayor regularización. Como elementos significativos de la morfología urbana de esta época destacan la introducción de la plaza mayor y la creación de fortificaciones (murallas, ciudadelas).
Tras el paréntesis que representó el siglo XVII debido a la crisis económica, durante el XVIII la ciudad experimentó una nueva etapa de florecimiento. Los cambios producidos en la ciudad reflejaban las nuevas ideas impuestas por el reformismo ilustrado y el nuevo poder político. Se llevan a cabo importantes reformas urbanas que hacen mejorar las condiciones estéticas e higiénico-sanitarias y se introduce la estética urbana mediante la creación de puertas monumentales, avenidas o bulevares, puentes e infraestructuras urbanísticas como el alumbrado y el saneamiento. En definitiva, se produce una revalorización del espacio público que culmina con la creación de plazas mayores (Salamanca).
La Ciudad Industrial (Siglo XIX)
Las reformas urbanas iniciadas en el siglo XVIII continuarán en el XIX, siglo en el que aumenta significativamente la urbanización como consecuencia del desarrollo de obras públicas, de la modernización de la administración territorial -motivada por la creación de las provincias-, de la desamortización, de la creación de infraestructuras viarias (ferrocarril y carreteras), de la ejecución de obras de saneamiento urbano y de un desarrollo industrial que se concentró en el País Vasco (industria siderometalúrgica), Cataluña (industria textil), Asturias y Málaga.
Para adaptarse a las nuevas circunstancias, las ciudades pusieron en marcha una serie de operaciones de crecimiento y remodelación de su espacio interior que se concretaron en los planes de alineaciones y reforma interior y en los de ensanche.
a) Proyectos de Reforma Interior
Los proyectos de reforma interior perseguían aliviar la presión social, mejorar las condiciones de vida de la población y los servicios urbanos. Se manifestaron en la construcción de cementerios, mataderos públicos y viviendas, acometidas de aguas, saneamiento, pavimentación de calles, etc. Pero lo que verdaderamente caracteriza este tipo de proyectos es la remodelación de la trama viaria o haussmanización, que supuso la apertura de nuevas calles o la alineación de las ya existentes con el fin de adaptarlas a las nuevas necesidades circulatorias.
b) Planes de Ensanche
Los planes de ensanche son una de las aportaciones más interesantes del urbanismo español de esta época. Los ensanches consistían en la yuxtaposición de un nuevo conjunto urbano coherente, planeado de una sola vez y unido a la ciudad consolidada, pero con una morfología y estructuras propias. Con su creación se pretendía facilitar la construcción de viviendas, el crecimiento de la ciudad y el aumento de las rentas del suelo urbano. El nuevo tejido urbano incorporado a la ciudad se caracterizó por su morfología de calles perfectamente alineadas de trazado ortogonal que dibujaban manzanas de grandes proporciones en las que se levantaban edificios dispuestos en torno a un gran patio central. Destinados a acoger la vivienda burguesa, los ensanches eran zonas de una calidad medioambiental muy alta, por lo que terminaron favoreciendo la segregación social en la ciudad.
Entre las experiencias más importantes que se llevaron a cabo destacan los planes de ensanche de Madrid, Barcelona, Valencia y San Sebastián.