La evolución del proceso de urbanización en España ha pasado por varias etapas: desde la etapa preindustrial con ciudades de trazado ortogonal hasta las creadas en época medieval, cristianas de planos radiocéntricos o regulares y musulmanas, de planos irregulares, hasta la mejora de las infraestructuras del siglo XVII y XVIII. Con la ciudad industrial aumentan las obras públicas consecuencia de desamortización del siglo XIX. Las ciudades pusieron en marcha una serie de operaciones de crecimiento y remodelación de su espacio interior que se concretaron en los planes de alineaciones y reforma interior y en los de ensanche. Reforma interior como cementerios, mataderos públicos, acometidas de aguas, pavimentación de calles,… grandes vías en ciudades como Madrid, Granada, Barcelona… Los planes de ensanche son una de las aportaciones más interesantes del urbanismo español de esta época. Los ensanches consistían en la yuxtaposición de un nuevo conjunto urbano coherente, planeado de una sola vez y unido a la ciudad consolidada, pero con una morfología y estructuras propias. Con su creación se pretendía facilitar la construcción de viviendas, el crecimiento de la ciudad y el aumento de las rentas del suelo urbano. El nuevo tejido urbano incorporado a la ciudad se caracterizó por su morfología de calles perfectamente alineadas de trazado ortogonal que dibujaban manzanas de grandes proporciones en las que se levantaban edificios dispuestos en torno a un gran patio central,. Destinados a acoger la vivienda burguesa, los ensanches eran zonas de una calidad medioambiental muy alta, por lo que terminaron favoreciendo la segregación social en la ciudad. En el siglo XX se produce un cambio en el paisaje urbano. Los factores que influyen en este cambio son: • La industrialización concentrada en regiones cantábricas, vasca y catalana. • El turismo que afecta a espacios reducidos. La llegada de turistas a las costas mediterráneas ha modificado la vida y estructuras de muchos pueblos • La influencia ejercida por la gran ciudad que incrementa el proceso urbanizador de núcleos próximos. • La transformación de sistemas y técnicas de producción agraria que ocasiona excedente de mano de obra en el campo. • El desarrollo de la agricultura especializada y de regadío que concentra población en algunas zonas como valle del Ebro, Valencia, Almería, Murcia…
Sistema de ciudades en España
Se entiende por sistema de ciudades la disposición de las ciudades sobre el territorio y las relaciones que mantienen entre sí y en relación con su entorno, a través de flujos de información, de capital… Las ciudades se organizan de forma jerárquica sobre el territorio, pues no todas tienen la misma importancia ni desempeñan las mismas actividades económicas o funciones. Las ciudades mantienen entre sí unas relaciones de interdependencia: las ciudades mayores tienen un área de influencia que prestan servicios especializados a ciudades menores. La primacía de una ciudad sobre otra puede medirse por diferentes criterios; se suele utilizar como medida el volumen de población, que indica la capacidad de atracción de un núcleo urbano y la importancia de las funciones que desempeña. En definitiva, nos informa sobre el nivel de centralidad urbana. En el sistema urbano español se diferencian los siguientes niveles de jerarquía: 1) Metrópolis nacionales. Forman el primer nivel jerárquico; en él se encuentran Madrid y Barcelona, aglomeraciones que superan los tres millones de habitantes. Ejercen su influencia sobre todo el territorio nacional y se relacionan con otras metrópolis internacionales. La dimensión funcional básica de las metrópolis nacionales es la de ser sedes de servicios altamente especializados. 2) Metrópolis regionales de primer orden. Este nivel lo integran ciudades como Valencia, Sevilla, Bilbao y Zaragoza. Su población oscila entre 500.000 y 1.500.000 habitantes y su influencia se extiende al ámbito regional, pero estas metrópolis mantienen lazos intensos con las nacionales. Destacan por ser sedes de servicios especializados.
3) Metrópolis regionales de segundo orden. En este nivel se encuentran ciudades como Murcia, Alicante, Granada, Santander, etc. Con una población comprendida entre los 200.000 y los 500.000 habitantes, conjugan el ser centros de servicios especializados con otras funciones del sector secundario y terciario menos especializadas. Su ámbito de influencia es menor. 4) Ciudades medianas. Engloba capitales de provincia y ciudades que conocen un dinamismo económico: Segovia, Burgos, Castellón, Avilés o Algeciras. Son centros comerciales y de ámbito provincial. El modelo de sistema urbano español es un modelo concentrado y polarizado, en las que las grandes áreas metropolitanas concentran población y actividad económica, además de centros de decisión, investigación e innovación tecnológica. La función de la ciudad es la actividad principal que se realiza en ella y que sirve para relacionarla con el territorio circundante. Las personas que viven en ellas son las que, con sus diferentes empleos, definen la función general de la ciudad. Estas funciones son las que justifican la existencia de una ciudad en dicho emplazamiento y situación. Los diferentes tipos de funciones son: Función militar: explica el origen de muchas ciudades debido a un emplazamiento en lugares estratégicos para la defensa, como en lo alto de una colina, o junto a los ríos. Hoy en día esta función militar principal, se puede observar en las localidades próximas a bases militares, en las que mucha población trabaja dando servicios a las instalaciones del ejército. Función comercial: La ubicación de ferias y mercados en tiempos medievales y modernos, favoreció el surgimiento de ciudades en lugares bien comunicados, como cruces de caminos o puertos de mar. Actualmente las ciudades son el centro comercial de un amplio territorio que se abastecen de ellas. Es por tanto que en las ciudades se concentran las principales empresas comerciales, y todas aquellas que surgen entorno a ellas (seguros, bancos, transportes, etc.). Función industrial: muchas ciudades buscan la localización en la ciudad, aunque no tienen porque estar localizadas en el medio urbano, debido a la necesidad de mano de obra y a la concentración de clientes y otras empresas de servicios necesarias para la producción en las ciudades.
Función cultural: la concentración de actividades culturales y sociales explican la supervivencia de ciudades en entornos económicos hostiles. Ejemplos de ciudades con esta función son Venecia o Toledo, Otras ciudades viven gracias a la afluencia de peregrinos a sus santuarios o iglesias, Roma, Santiago de Compostela, Lourdes, La Meca, etc. La existencia de universidades u otras instituciones educativas, también favoreció el crecimiento de las ciudades donde se localizaban, debido a la atracción durante gran parte del año de una gran cantidad de población flotante (estudiantes), por ejemplo Salamanca. Función de acogida: aquellos lugares cuya principal actividad es ofrecer alojamiento y diversión a los turistas y otros visitantes. Los lugares de recreo veraniego e invernal son los que conforman este tipo de ciudades, ejemplos de las cuales son ciudades como Marbella, Benidorm. Función política y de administrativa: la designación de la capitalidad de un territorio para una ciudad le supone la instalación en ella de múltiples organismos públicos, y la necesidad de muchos funcionarios que los atiendan. Ejemplo es Madrid y las capitales de la CC.AA. En cuanto al área de influencia urbana diremos que entre un núcleo urbano y su territorio circundante se establecen múltiples lazos, que corresponden a las distintas formas de relación. Estos vínculos se superponen y combinan, y el conjunto representa el área de influencia, que se extiende hasta donde penetran las distintas formas de relación con la ciudad. El área de influencia (hinterland.) se puede definir como el territorio organizado por una ciudad y que está vinculado socio-económicamente a ella. En el área de influencia juega un papel decisivo la distancia, de modo que la intensidad de los flujos de relación decae al alejarnos del núcleo urbano hacia la periferia del área. Sus límites son fluidos, ya que, sobre las márgenes, las poblaciones se reparten entre varios centros que compiten entre sí. La teoría de los lugares centrales de Chrystaller explica las diferentes dimensiones que puede tener el área de influencia a través del alcance máximo de los servicios ofrecidos por un centro, que corresponde a un nivel en la jerarquía funcional de los centros.