Transformación Social y Económica de España en el Primer Tercio del Siglo XX
1. La Sociedad
A pesar del crecimiento económico, se produjo un aumento de las desigualdades económicas y sociales, generando una dualización geográfica, demográfica, social, económica y política en España. Junto a una periferia más desarrollada e industrial, persistía un centro peninsular agrario y atrasado. La población seguía siendo mayoritariamente rural (50% al final del período), pero con un crecimiento muy grande de las ciudades debido al inicio de un importante proceso de migración interior del campo a la ciudad (Madrid y núcleos industriales del norte y Cataluña).
Se observa una transición del modelo demográfico antiguo (altas tasas de natalidad y mortalidad) al nuevo régimen demográfico (bajas tasas de natalidad y mortalidad) en un proceso de Transición Demográfica que se alarga hasta los años 60. En 1900 había 18,6 millones de habitantes, y en 1930, 23,5 millones. Entre 1900 y 1940, la población aumentó en 7 millones. La distribución espacial de esta población continuó el modelo del siglo XVIII y XIX: descenso del interior (salvo Madrid) y Oeste; aumento del norte y este. La migración exterior se cifra en un millón de habitantes, sobre todo a Latinoamérica.
A esto hay que sumar los efectos de la mal llamada «gripe española», originada en una guarnición norteamericana y transferida a las trincheras de la I Guerra Mundial por los soldados norteamericanos, pero que manifestó su terrorífica mortandad en España, con 230.000 víctimas (38.000 sólo en Extremadura) y casi 8 millones de enfermos.
Esta sociedad se estructura en clases:
- La élite social u oligarquía económica, social y financiera: La componen la aristocracia y la alta burguesía, que mantienen un pacto tácito que les permite ordenar y mandar en la sociedad y en la política. Socialmente acercan posiciones: la aristocracia se aburguesa, la burguesía se ennoblece. La aristocracia se introduce en el mundo de los negocios industriales y financieros; la alta burguesía también compra grandes latifundios. La aristocracia se sigue localizando en el Centro y Sur de España; la alta burguesía en Cataluña, País Vasco y Madrid. Copan los altos cargos empresariales, mandan a estudiar a sus hijos a Inglaterra y nos traen el fútbol. Son aficionados a los concursos hípicos, al teatro, a la ópera y viven en los ensanches de las ciudades o en los barrios residenciales de la parte alta de las ciudades.
- Las clases medias: Dominaban las ciudades, integradas por pequeños empresarios, comerciantes, agricultores medios, funcionarios y profesionales liberales. Entre ellos había conservadores, liberales o republicanos. Impondrán su forma de vida al resto de la sociedad y popularizan la prensa, el asociacionismo (ateneos, tertulias, peñas, casinos, etc.) y la movilización de masas (manifestaciones, mítines, reuniones, etc.) como instrumentos para imponer su forma de vida. Son bastante consumistas, se acercan progresivamente al mundo de la cultura y acuden a los espectáculos de masas: toros, fútbol, cine…
- Las clases trabajadoras: Monopolizan la miseria y la pobreza, aunque entre ellas hay grandes diferencias. En el campo viven muy próximos a la autosubsistencia con costumbres y formas de vida muy tradicionales, aunque hay que distinguir entre los pequeños propietarios minifundistas, los pequeños arrendatarios y aparceros que viven peor, y los jornaleros que viven en la extrema pobreza, ya que dependen del trabajo estacional que les den los grandes propietarios, de unos salarios muy bajos y de altos índices de paro. La explotación, bajos salarios, insuficiente alimentación, infravivienda, analfabetismo, alcoholismo, condiciones de vida antihigiénicas y abundancia de abusos e injusticias, con una esperanza media de vida de 35 años, era lo común entre este grupo social, sobre todo entre los jornaleros andaluces.
El proletariado industrial se convierte en un grupo localizado en las zonas industriales de Cataluña, País Vasco, Madrid, Asturias, Cantabria, Valencia… Sus condiciones de vida y de trabajo son pésimas: amplia jornada laboral, bajos salarios, viviendas en malas condiciones (barracones o casas de vecinos), paro, abusos, ninguna protección social, analfabetización, trabajo infantil, etc.
2. La Economía
La economía española del primer tercio de siglo estuvo marcada, aunque con diferencias según las coyunturas, por una tendencia general al crecimiento, que quedó interrumpida por la Guerra Civil y la política autárquica. Este proceso de crecimiento y de transformación estructural acortó algo las distancias respecto a las economías de nuestro entorno, preparando y posibilitando la explosión desarrollista de la década de los sesenta. Otra característica de este periodo es el aumento de las desigualdades económicas y sociales, produciéndose en España una dualización geográfica, demográfica, social, económica y política. Junto a una periferia más desarrollada e industrial, persistía un centro peninsular agrario y atrasado.
Evolución Económica General y Política Económica
Durante el primer tercio del siglo XX, España conoció etapas de crisis económicas seguidas de otras de gran desarrollo económico:
- Crecimiento de principios de siglo: Las medidas fiscales, las políticas proteccionistas, la repatriación de capitales coloniales y los avances tecnológicos aplicados lograron una gran recuperación de la agricultura e industria.
- I Guerra Mundial: La demanda de los países en guerra hizo que la economía conociera un desarrollo espectacular. Los grandes beneficiarios fueron la siderurgia, el textil y los bancos. Las clases bajas resultaron perjudicadas por el aumento de precios.
- Crisis de posguerra (1917-23): Al finalizar la guerra mundial, el comercio se resiente por la ruina de los países en guerra y la competencia de las industrias extranjeras, por lo que las empresas tienen que bajar la producción, reducir salarios y despedir obreros, además de pedir más proteccionismo.
- Entre 1923-30: Con Primo de Rivera se produce un importante desarrollo económico, debido al crecimiento internacional de los «felices años veinte» y a una política económica nacionalista, con una gran intervención del Estado, reforzando el proteccionismo, la concentración empresarial y, sobre todo, una intensa política de obras públicas.
La Política Económica del Período
El proteccionismo: Desde finales del siglo XIX, se produjo un importante avance en la intervención del Estado, consolidándose el proteccionismo típico de la economía española del siglo XX. La consolidación del proteccionismo arranca de la crisis agraria de finales de siglo, cuando coinciden los intereses agrarios con los industriales, y se va a ir consolidando a través de todo el siglo, con la excepción del periodo 1914-1919, donde se relaja. Este proteccionismo o nacionalismo económico va a presentar dos modalidades: elevación de las tarifas arancelarias y legislación de medidas que favorezcan la iniciativa privada.
Junto a las leyes arancelarias, se fueron aprobando un extenso grupo de leyes que otorgaban exenciones y privilegios fiscales, subsidios, primas y pedidos directos de la Administración, hasta llegar, en el caso del carbón, a la obligatoriedad de su consumo para poder acogerse a las ayudas. Se anuló la franquicia arancelaria para el material ferroviario en 1896, favoreciendo así el desarrollo de la siderurgia nacional. La intervención económica del Estado alcanzó su máximo en los años 20, plegándose a las peticiones de los industriales vascos y catalanes, y con el político catalán Cambó como gran protagonista, continuándose este proteccionismo nacionalista con Primo de Rivera. A esta política económica llevada a cabo durante casi todo el primer tercio del siglo XX se le ha denominado NACIONALISMO ECONÓMICO.
El proteccionismo favoreció y protegió la economía nacional con aranceles, contingentes y leyes fiscales, pero esta protección también tuvo consecuencias negativas, perjudicando la modernización y la competitividad, haciendo que el mercado español pagara nuestros productos 2 o 3 veces más caros que en el resto de Europa, con lo que perjudicó el ahorro y la acumulación de capital. Además, fue una de las causas de la radicalización del movimiento obrero. No obstante, en algunos sectores nuevos, el apoyo público a la iniciativa privada fue esencial, como en el sector químico, eléctrico y, sobre todo, naval.
Agricultura
En los primeros 30 años del siglo XX, se pasó de un 60% de la población activa española dedicada al campo a un 50%, lo que indica una modernización agrícola importante, pero insuficiente, ya que este porcentaje todavía era mayor que en otros países, así como en la productividad, aunque la producción creciese casi un 50%, debido a tres factores:
- La intensificación del uso del suelo, sobre todo en la producción de cereales, con el incremento de la superficie cultivada, la progresiva desaparición del barbecho y un incremento de los rendimientos.
- La especialización de la producción, sobre todo en la ganadería estabulada y la producción de carne y leche en el norte.
- La incorporación de nuevas técnicas, con una incipiente mecanización, nuevos aperos de labranza y la incorporación de abonos químicos.
Pero en la agricultura española existían dos sectores bien diferenciados:
- Una agricultura mediterránea exportadora, moderna y muy productiva, orientada hacia la exportación (olivo, vid, pasas, cítricos, almendras, avellanas, frutas…), vinculada a industrias agroalimentarias como la industria harinera en Castilla, la del vino en Andalucía y La Rioja, la conservera en Logroño o la azucarera en Granada, Aranjuez y Aragón.
- Una industria tradicional y atrasada tecnológicamente, de secano, cerealística y ganadera, incapaz de renovarse y aumentar su producción, obligando a emigrar a muchos de sus trabajadores, vinculada al latifundismo o al minifundismo de subsistencia, en el Norte o en el Sur terrateniente, con una población rural empobrecida y con muy poca capacidad adquisitiva.
En el atraso agrario tuvo una gran influencia la estructura de la propiedad de la tierra. Los latifundistas de Andalucía, Extremadura y Castilla-La Mancha tenían una gran aversión al riesgo y muy escaso interés por aumentar la productividad de sus tierras. El minifundismo se encontraba con el problema de las economías de escala. El llamado «círculo de pobreza agrario» se mantuvo en Galicia y Asturias, por el minifundismo, y en el sur y centro-oeste, donde dominaba la gran propiedad latifundista con explotaciones extensivas y trabajos estacionales para una masa de jornaleros que trabajaba en pésimas condiciones y con un poder adquisitivo escaso, por lo que el mercado interior era muy pobre cualitativamente hablando. Por tanto, a las consecuencias negativas sociales hay que añadirle las económicas. Por último, el capital generado por estas explotaciones revertía en el norte de España, ya que los latifundistas no solían reinvertirlo en la modernización de la explotación, sino en los Bancos, que preferían invertir en la industria vasca o catalana.
Aunque la modernización fue evidente, aumentando la producción y reduciendo la población activa agraria, perduraron una serie de indicativos que no nos permiten hablar de revolución agraria. La población activa continuó muy alta, la mecanización escasa y solo en el sector moderno, la influencia de los factores físicos muy alta y la utilización de abonos químicos y energía mecánica estaba restringida al sector más modernizado de la agricultura. Habrá que esperar a los años sesenta para que se produzca una verdadera revolución agraria en España, aunque no hay que olvidar que los procesos ocurridos en el primer tercio del siglo XX ayudaron a ello.
La Industria
En el largo proceso de la industrialización española, el primer tercio del siglo XX constituye un periodo de recuperación, iniciándose la transición de una sociedad agraria hacia una industrializada, sentando así las bases de la expansión industrial de la década de los sesenta, aunque lastrado el crecimiento por una política económica proteccionista, una vez que los industriales y los latifundistas agrarios impusieron esta política interesada a los partidarios del librecambismo durante la crisis económica finisecular (finales del siglo XIX).
El País Vasco y Cataluña lideran la industrialización, pero aparecen otros núcleos, como el asturiano o el valenciano, de gran trascendencia posterior.
- País Vasco: Con la siderurgia y la metalurgia, creció espectacularmente desde la fusión de varias empresas en 1902 en Altos Hornos de Vizcaya, dejando en un segundo plano al asturiano y hundiendo al andaluz. Vizcaya aprovechó su hierro, la participación de los empresarios en las minas y la acumulación de capital, la facilidad para importar el carbón inglés (fletes) y la política arancelaria para conocer un alto desarrollo siderúrgico, con un máximo entre 1914 y 1919. La producción para el ferrocarril y bienes de equipo en Guipúzcoa, y el desarrollo de industrias eléctricas y navales, fue financiada con grandes bancos mixtos como el Bilbao y Vizcaya.
- Cataluña: Continúa su tradición la industria textil, pero después del retroceso producido por el «desastre del 98», se aborda la modernización tecnológica y, al amparo del proteccionismo, se inicia otro período de expansión con la I Guerra Mundial, hasta la crisis de 1920. El desarrollo se produce en torno a Barcelona y el valle del Bajo Llobregat, con apellidos como Rius, Güell, Muntadas, Ferrer, etc., y con la metalurgia, la química y la eléctrica, también vinculados al sector bancario.
- Madrid: Se convirtió en la tercera región industrial, seguida de otras regiones como Asturias y Cantabria, sobre todo del sector siderúrgico, ligado al carbón astur y leonés y al hierro vasco, y con bancos como el Herrero o el Santander.
- Valencia: Se inicia la industrialización valenciana, ligada a la acumulación de capital procedente de la exportación de cítricos.
A esta distribución territorial se suma una mayor diversificación sectorial, que reduce el peso de la industria textil y la siderurgia. Aparecen otras nuevas industrias, como la industria alimentaria del aceite, vino, harinas, la remolacha azucarera y la industria conservera del litoral cantábrico y atlántico. La industria química se desarrolló en Cataluña y Cantabria, especializándose en tintes, fertilizantes y papel, así como las primeras industrias del cemento, o la industria automovilística con la fábrica Hispano-Suiza de Barcelona. A esta diversificación industrial se une la aparición de las primeras industrias de producción eléctrica durante la I Guerra Mundial, y en los años 20, la aparición de las primeras industrias de transformación del petróleo.
Durante esta etapa se va a consolidar y concentrar el sistema bancario español, sobre todo a raíz de la bonanza económica de 1914 a 1918. Los bancos se van a dedicar a un doble tipo de actividades: por un lado, a las actividades comerciales propias (venta y compra de dinero) y, con los ahorros captados, se invierten en las industrias más rentables. Esto convierte a los bancos en un elemento básico de la economía española y explica la endemización de desequilibrios sectoriales y regionales, al captar ahorros que luego sólo se invierten en regiones o sectores rentables. Aparecen el Bilbao, Vizcaya, Banesto, Hispanoamericano, en las zonas donde la acumulación de capital es más importante: País Vasco, Cataluña, Madrid, Santander…