Evolución de la Industria y Desarrollo Regional en Argentina: Auge y Desafíos

La Relación entre la Evolución de la Industria y las Regiones en Argentina

Aunque el número de establecimientos industriales crecía, su participación en los indicadores económicos no era demasiado significativa. El Gran Buenos Aires se convirtió en el centro de la localización industrial por varios motivos:

  • Concentración de un mercado numeroso y con buen poder adquisitivo.
  • Abundancia de mano de obra.
  • Fácil acceso desde el interior por el ferrocarril y hacia el exterior por el puerto.
  • Existencia de una gran infraestructura.

Ciertas industrias del interior fueron favorecidas de un modo especial, ya que su apoyo y protección significaba, durante el modelo agroexportador, obtener el favor político de algunas burguesías provinciales. El caso más importante fue el de la industria azucarera, que contó con barreras arancelarias que eliminaron la competencia internacional. Otras industrias locales que alcanzaron un desarrollo con estímulo del Estado fueron la vinícola, la yerbatera, la tabacalera y la de productos oleaginosos, todas ellas basadas en materias primas nacionales y localizadas en regiones determinadas.

No cabe duda de que el grueso de la industria nacional se localizó en el Gran Buenos Aires y algunos otros centros urbanos. Frente a esto, las políticas públicas permanecieron especialmente pasivas, en sintonía con su falta de planificación u orientación en el perfil del desarrollo económico y espacial del país. Por eso, lejos de atenuar el desequilibrio espacial, el proceso de industrialización lo amplificó aún más.

Los Límites de la Industrialización y Empresarios Exitosos del Período

Desde el punto de vista microeconómico, los déficits de las nuevas industrias resultaban significativos. En primer lugar, los productos con que se iniciaba la sustitución de importaciones eran frecuentemente copia de un diseño extranjero que estaba rezagado con respecto al desarrollo tecnológico internacional vigente. En segundo término, el equipamiento de muchas plantas fabriles estaba compuesto por máquinas usadas, con un alto grado de obsolescencia física y tecnológica. Finalmente, el *lay-out* fabril era sumamente primitivo, más producto de la casualidad que del planeamiento ingenieril.

Por otra parte, el grado de integración vertical de los establecimientos fabriles era poco menos que total, ante la falta de subcontratistas y abastecedores de insumos, partes y componentes, y abundaban los criterios extraeconómicos en la búsqueda y contratación de personal calificado y en la compra de maquinarias. También se practicaba el autofinanciamiento empresario frente a la falta de un mercado de capitales medianamente organizado.

Aunque los problemas microeconómicos apuntados podían ser superados con la mera profundización del proceso de industrialización por medio del aprendizaje y la acumulación de capital, el proceso se enfrentaba a dificultades mayores desde el punto de vista macroeconómico. Si bien la política económica implementada desde 1933 mejoraba sustancialmente la rentabilidad de la industria, no puede pasarse por alto que su influencia no era neutral a lo largo de las cadenas productivas. El “proteccionismo al revés” fue una estructura arancelaria que gravaba con impuestos mayores a los insumos que a los productos terminados. De esa forma, las industrias que utilizaban materias primas importadas se encontraban en desventaja a la hora de competir con las importaciones de productos similares. Por eso, las ramas que contribuían con la porción mayoritaria de la producción nacional eran aquellas que utilizaban una alta proporción de insumos nacionales.

Los límites político-sociales derivaban en límites técnicos, financieros y comerciales, que contribuían a trabar el crecimiento industrial y a disminuir su impacto en la transformación estructural del aparato productivo. Existieron empresarios nacionales exitosos, aunque sus empresas terminaron derrumbándose en los 70 y 80, en parte por la coyuntura internacional y las políticas económicas adversas, pero en parte también por defectos en los orígenes del proceso de industrialización y del empresariado que los acompañó.

Un ejemplo de empresario de la época fue Torcuato Di Tella. Inmigrante italiano de ideología socialista, de simple empleado pasó a ser dueño de la empresa SIAM, que empezó fabricando máquinas de amasar pan y abarcó en su trayectoria desde surtidores de nafta hasta heladeras y todo tipo de productos electrodomésticos. Otro ejemplo distinto de una industria de capital nacional que se creó en el período de entreguerras, basada en materias primas del país aunque con métodos de elaboración novedosos fue Kasdorf SA. Fundada por inmigrantes de origen alemán, Kasdorf se expandió rápidamente en los años 30 y 40, alcanzando su apogeo dos décadas más tarde. Fabricaba productos lácteos de todo tipo y también especialidades medicinales.

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