Evolución Demográfica y Movimientos Migratorios en el Siglo XIX. El Desarrollo Urbano
La población española creció durante el siglo XIX, pero a un ritmo muy inferior al de los países occidentales. Pasó de 10,5 millones de españoles en 1800 a 19,9 millones en 1900, mientras que en Gran Bretaña la población se multiplicaba por cuatro. El mayor ritmo de crecimiento se produjo en el segundo y último tercio de siglo debido a mejoras agrarias, higiénicas y médicas. Esto expresa la incapacidad de la agricultura para sostener el crecimiento demográfico. La tasa de mortalidad siguió siendo alta (29‰), casi la más alta de Europa, sólo superada por Rusia. El crecimiento demográfico se produjo a pesar de varios frenos:
- Guerras: Durante el siglo, España sufrió la Guerra de Independencia, tres guerras carlistas, la Emancipación de las colonias, guerras en Cuba, además de numerosos pronunciamientos, motines y revueltas.
- Epidemias y enfermedades: El cólera afectó al menos en cuatro ocasiones, además de la gripe y enfermedades como el paludismo o la tuberculosis, esta última afectaba especialmente a las ciudades.
- Mortalidad infantil: Debido a las malas condiciones sanitarias, la tasa de mortalidad infantil era de las más elevadas de Europa.
- Emigración: Especialmente en la segunda mitad de siglo. Ante la mala situación económica, mucha población buscó fortuna en las antiguas colonias americanas.
España, con este débil crecimiento demográfico, se mantuvo dentro del “régimen demográfico antiguo”, pues no se produjo el despegue o “revolución demográfica”, si exceptuamos a Cataluña, que creció muy por encima del resto de España. El crecimiento urbano estuvo provocado por el éxodo rural (movimiento migratorio del campo a la ciudad), causado más por las dificultades de la vida en el campo que por la atracción de la débil industria. También, en este caso, Cataluña fue la excepción, ya que su tasa de urbanización fue mayor que la del resto de España y similar a la de otros países desarrollados. También se produjo una emigración desde el centro a la periferia industrial, especialmente hacia el norte, siguiendo una tendencia iniciada en el S. XVII. Aunque se crearon centros urbanos importantes, como Barcelona, Madrid, y más tarde en el País Vasco y en toda la costa peninsular.
La población española siguió siendo mayoritariamente rural: en 1914, el 51% vivía en poblaciones de menos de 5000 habitantes y el 91% en ciudades por debajo de los 100.000. El crecimiento urbano dio lugar a transformaciones urbanísticas. Los proyectos de reforma interior perseguían aliviar la presión social, mejorar las condiciones de vida de la población y los servicios urbanos. Se derribaron las antiguas murallas y se construyeron cementerios, mataderos públicos y viviendas, acometidas de aguas, saneamiento, pavimentación de calles, etc. Pero lo que verdaderamente caracteriza este tipo de proyectos es la remodelación de la trama viaria, que supuso la apertura de nuevas calles o la alineación de las ya existentes con el fin de adaptarlas a las nuevas necesidades circulatorias. Ejemplos sobresalientes de proyectos de reforma interior fueron la apertura de grandes vías en ciudades como Madrid, Granada, Barcelona y Salamanca.
Con los planes de ensanche surgieron nuevos barrios burgueses y obreros. Los barrios burgueses surgieron de forma planificada, con calles perfectamente alineadas de trazado ortogonal que dibujaban manzanas de grandes proporciones en las que se levantaban edificios dispuestos en torno a un gran patio central, contaron con todo tipo de servicios y alta calidad constructiva (ej. Barrio de Salamanca en Madrid), mientras que los barrios obreros crecieron de forma desordenada junto a las fábricas, su calidad constructiva es ínfima y carecían de servicios (agua corriente, alcantarillado, escuelas, etc.). Entre las experiencias más importantes que se llevaron a cabo destacan los planes de ensanche de Madrid (Plan Castro) y de Barcelona (Plan Cerdá).
En las décadas finales del siglo XIX, debido al aumento de la población y la falta de oportunidades de empleo, muchos españoles emigraron a ultramar. Los principales focos de emigración fueron Galicia, Cantabria, Asturias y Canarias, zonas con falta de tierra y de puestos de trabajo. También Cataluña propició emigración a Cuba debido a sus tradicionales relaciones comerciales. El destino más importante fue Latinoamérica, especialmente Argentina, Cuba, México y Brasil. Hasta el año 1860 se calcula que partieron 200.000 españoles hacia América por las oportunidades del continente y por la facilidad del nuevo barco a vapor. Los gallegos fueron el contingente más amplio que entre 1853 y 1882 emigraron a América unos 325.000 gallegos. Esta emigración a América por razones laborales tuvo su cresta más importante entre 1900 y 1929 con un breve retroceso durante la Primera Guerra Mundial, cuando más de un millón de personas se lanzaron a hacer las Américas.