Transformación Demográfica en la España del Siglo XIX: Población, Ciudades y Migraciones

1. Demografía

1.1 Un pueblo, una comarca, una provincia:

La mayoría de los españoles del s. XIX eran de un pueblo, y las características variaban según las zonas:

  • Las del norte de España constituían una población dispersa de labradores propietarios en su mayoría.
  • Los municipios de las líneas del Duero y Ebro eran pueblos pequeños, nacidos o reconstruidos en el avance medieval de los reinos cristianos, compuestos de labradores, con su correspondiente ruedo y las tierras comunales, baldíos cedidos para su uso por la corona.
  • En las líneas del Tajo, Guadiana y Guadalquivir había muchos grandes pueblos. En Levante y en las islas, pueblos medianos pero con variedad social.

Muchos españoles del siglo XIX jamás salieron del ámbito de la comarca. Las comarcas eran territorios con una cierta unidad geográfica y límites muy precisos que agrupaban a un considerable número de pueblos y aldeas, algunos de los cuales se convertían en centro comarcal.

1.2 Las ciudades:

Se distinguían:

  • Ciudades activas y emergentes, la mayoría portuarias, pero otras del interior como Madrid, Valladolid… Entre ellas también se pueden contar las ciudades de habitación para trabajadores que se situaban junto a las grandes ciudades.
  • Ciudades que, más o menos activas en la Edad Moderna, se quedaron adormecidas en el s. XIX.
  • El resto de los núcleos se encontraba entre pueblos y ciudades, con cierto carácter urbano, siendo en su mayoría cabeceras de comarca que aglutinaban una considerable población rural. Todas tenían un cuartel de la Guardia Civil y organización de la Milicia. Por ser sede de distrito electoral, se solían configurar pequeños grupos de los correspondientes partidos políticos, y cumplían una función educativa.

Hay que destacar el crecimiento de algunas ciudades, como Barcelona y Madrid. Otro avance destacable es el de Bilbao, cabeza del núcleo industrial del norte. La afluencia de inmigrantes exigió buscar nuevos espacios para albergar a la población. Un fenómeno común fue el del crecimiento en altura y la construcción de más edificios en el centro de las ciudades. Se urbanizaron los espacios hasta entonces ocupados por huertas, monasterios… desamortizados. Otra consecuencia fue la necesidad de ensanchar las ciudades y el derribo de las murallas. Los ensanches (barrios burgueses) de Barcelona, Madrid, Bilbao, Valencia y algunas poblaciones más, suponían desafíos urbanísticos para los arquitectos españoles. Es el caso del barrio de Salamanca en Madrid y la Ciudad Lineal proyectada para Madrid a partir de 1892 por Arturo Soria.

Otras ciudades conservaron sus murallas, prueba de la congelación y falta de vitalidad de estas poblaciones adormecidas. Este es el caso de algunas capitales de provincia. El casco urbano medieval o de la Edad Moderna llegará hasta nuestros días intacto por falta de desarrollo en el s. XX.

1.3 Índices demográficos:

A medida que las sociedades se van incorporando a procesos de modernización, atraviesan una etapa de transición demográfica:

  • Caída de la mortalidad.
  • Se produce una disminución más tardía de la natalidad.
  • Los dos factores anteriores originan un crecimiento demográfico.

En España, la transición demográfica se dio durante el s. XIX de un modo imperfecto por las altas tasas de mortalidad. Había descendido, pero será en el s. XX cuando descienda bruscamente. El crecimiento de la población se hizo posible por el mantenimiento de unas tasas de natalidad bastante altas durante el s. XIX. La mortalidad infantil bajó, pero se mantuvo aún en niveles altos, aunque la sociedad tuvo que sufrir crisis más propias del Antiguo Régimen, como las epidemias y el hambre.

1.4 Emigración interna:

Una constante en la Edad Contemporánea española es la corriente centrífuga desde las zonas centrales e interiores a las zonas periféricas, que ven incrementada su población frente a las del interior. Las causas son:

  • Crecimiento económico mayor y sostenido de diversas áreas costeras en torno a las ciudades.
  • Menor fluctuación de los abastecimientos alimenticios y de los precios, lo que supone una menor incidencia de las crisis de subsistencias.
  • Despoblamiento o estancamiento de las ciudades adormecidas del interior, cuya población emigró a las ciudades costeras y a las ciudades emergentes del interior.

Barcelona fue la avanzada de la emigración. La mayoría de los trabajadores de las fábricas de Barcelona en el s. XIX estaba constituida por inmigrantes del campo catalán. No será hasta finales del siglo y durante el XX cuando lleguen de regiones más alejadas, especialmente del sur. Algo similar ocurre en algunas ciudades del norte en general y en las demás ciudades de crecimiento basado en la industria y los servicios, como Málaga. Hay una excepción: Madrid, a la que afluyen desde principios del siglo inmigrantes procedentes de toda la nación.

1.5 Emigración al exterior: Argelia, Francia, América.

Estaba prohibida la emigración al exterior en el s. XIX, aunque hubo un considerable número de clandestinos. Por otra parte, la emigración era liberal a partir de 1853. El constante crecimiento de la población y el desequilibrio entre recursos y población son las razones principales que impulsaron a la emigración en la segunda mitad del s. XIX. La mayoría de la emigración exterior se dirigió a América, Argelia y Francia. El tipo característico era: un hombre joven, solo, al menos en el primer viaje, y normalmente pertenecía a la clase baja, pero no a la ínfima, sabía leer y escribir, y trabajaba en el campo. Los habitantes de las zonas costeras mediterráneas, especialmente los levantinos, emigraron al norte de África. Al continente americano, canarios y gentes de las provincias costeras del norte. Argelia partió de la costa mediterránea, incluidas las islas Baleares. En muchos casos se trataba de una migración temporal, pero poco a poco se iban quedando allí. Antes de 1900, la emigración a los países del continente europeo fue escasa. Los exilios políticos fueron constantes. En lo que se refiere a la emigración laboral a Europa, fue escasa. Francia fue el destino de constante emigración española y ganó importancia a medida que avanzaba el siglo XIX.

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