Evolución y Factores de la Dinámica Demográfica en España

Introducción

Entendemos por dinámica demográfica aquellos aspectos que hacen referencia al crecimiento de la población en su conjunto. En este sentido, la tasa de crecimiento real de un país se debe a la suma de su tasa de crecimiento natural (tasa de natalidad menos tasa de mortalidad) y la tasa de migración neta (el saldo migratorio en tantos por mil). Empezaremos por el primer aspecto.

La Transición Demográfica en España

La dinámica demográfica natural hay que enmarcarla en el proceso de transición demográfica, por el cual hemos pasado de un régimen demográfico antiguo caracterizado por unas altas tasas de natalidad y mortalidad (baja tasa de crecimiento vegetativo) a un régimen demográfico moderno, con unas bajas tasas de natalidad y mortalidad (resultando un crecimiento vegetativo cero o negativo). La fase de transición se produce en nuestro país con cierto retraso en el contexto europeo, iniciándose a principios del siglo XX, aunque el mayor crecimiento demográfico se produce entre 1960 y 1975, cuando se produce en nuestro país el llamado “baby boom”, asociado al crecimiento económico generado en el desarrollismo y sus consecuencias sociales (aumento de la natalidad debido a la formación de nuevas familias, el éxodo rural y el impulso de la vivienda en las ciudades y la disminución de la mortalidad debido al desarrollo de la seguridad social y las mejoras alimentarias).

La Fase Actual: Descenso de la Natalidad

La fase actual se inicia en 1975, cuando la natalidad empieza a descender, debido a una reducción progresiva del índice sintético de fecundidad, que ha llegado a suponer 1,2 hijos por mujer en edad reproductiva (muy inferior a los 2,1 que suponen el reemplazo generacional). La situación económica ha retrasado la edad del matrimonio, con el consiguiente acortamiento del periodo fértil de la mujer, a lo que habría que añadir la precariedad laboral y el incremento desmesurado de las tasas de paro, que dificultan el acceso a la vivienda y prolongan el periodo de formación y la permanencia en el hogar paterno. A esto habría que añadir factores como el cambio de valores, que se manifiestan en la difusión y asimilación del concepto de planificación familiar, así como el cambio en la concepción de los hijos, que han pasado de considerarse como único elemento de sostén de los padres en la vejez a una carga familiar más por los ajustados presupuestos familiares. Por lo tanto, en cuestiones de fecundidad podemos señalar que en España se han adaptado unos comportamientos neomalthusianos, a los que el Estado solo ha hecho frente con escasas políticas natalistas entre las que podríamos citar el ya desaparecido cheque bebé o la difusión de guarderías públicas. Solo la llegada de inmigrantes de países subdesarrollados en los momentos de bonanza económica (años noventa y primera década del 2000) ha permitido una cierta inversión demográfica, ya que en la primera generación estas personas tienden a mantener las pautas reproductivas de sus países de origen, que se manifiestan en unos índices de fecundidad superiores a la media nacional.

Mortalidad y Esperanza de Vida

En cuanto a la mortalidad, esta se mantiene en cifras bajas. Las causas de la mortalidad general han cambiado. Disminuye la importancia de las enfermedades infecciosas y aumentan las llamadas “tres C” (enfermedades cardiovasculares, cánceres y accidentes de carretera). Además, están creciendo las enfermedades ligadas al envejecimiento, como el alzhéimer o demencia senil y las llamadas “enfermedades sociales”, relacionadas con ciertos estilos de vida y hábitos sociales, como el alcoholismo, el tabaquismo y la drogadicción. Cabe destacar algunas fases más críticas como en los años ochenta, donde hubo un aumento desmesurado de la mortalidad juvenil asociada a la heroína y el sida, y que en la actualidad ha sido superada debido a la difusión de las campañas de sensibilización y las mejoras en los antirretrovirales. A estos hay que añadir la presencia de una mortalidad infantil anecdótica, siendo fundamentalmente neonatal (complicaciones en el parto o enfermedades congénitas). En cuanto a la esperanza de vida, esta ha aumentado gracias a los progresos en la medicina. Por sexos, la esperanza de vida es mayor para las mujeres. Estas tienen mayor fortaleza biológica por motivos hormonales e inmunológicos; en cambio, los hombres han tenido tradicionalmente un estilo de vida que entraña mayor riesgo (hábitos nocivos como el alcohol y el tabaco, accidentes en carretera, etc.). Por edad, está aumentando la tasa de mortalidad en los grupos más mayores, ya que aunque aumenta la esperanza de vida, cada vez hay una mayor proporción de población que supera los 85 años y más. Por estatus social, la esperanza de vida es más alta para las profesiones cualificadas que tienen menor mortalidad laboral y para las clases sociales más adineradas, que pueden acceder a unos servicios sociales más desarrollados, en unos momentos en que la sanidad pública está sufriendo una importante merma en la asignación presupuestaria.

Diferencias Regionales

Esta situación no es igual en todo el país. Las comunidades autónomas con mayor dinamismo demográfico son aquellas que presentan una estructura demográfica más joven debido a un comportamiento tradicional más natalista (Andalucía y Murcia), por haber sido foco de inmigración interna en décadas pasadas (Madrid, Cataluña, Comunidad Valenciana, Baleares) o por recibir una fuerte inmigración extranjera desde los años noventa. Junto a ellas citar Canarias, donde una favorable estructura por edades compensa la baja natalidad y Navarra, donde una desfavorable estructura por edades se compensa con una natalidad.

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