Deslocalización (Continuación T-4, Formación CAP)
Los agentes de gasto en I+D son: empresas, universidades, AAPP. Tuvimos una gran dependencia durante muchos años y no ha transitado bien de copiar a innovar. En los últimos 20 años, la inversión en España no ha superado el 20% del PIB, mientras que Suecia llega al 3,5%. Hay una gran importancia de bienes intangibles y conocimiento para una sociedad. La contribución pública española es reducida y existen dificultades para incentivarla. La balanza de pagos tecnológica es negativa (en 2011, la tasa de cobertura fue del 38,4%). Hay dos matices: la creciente internalización de la actividad tecnológica, que ha llevado a que las exportaciones e importaciones de tecnología hayan crecido más que el esfuerzo interior de la mayoría de los países de la OCDE, y la capacidad de absorción de la academia española, que ahora es mayor.
La actividad patentadora de España en Europa es la quinta parte del promedio de la UE. Las ventajas competitivas de España se basan más en sectores intensivos en escala de complejidad tecnológica media. Hay tres ramas fabriles españolas:
- Mayores ventajas tecnológicas en: campos de la química (industria farmacéutica, vehículos y motores), industrias tradicionales (alimentación y textil).
- Ventajas, pero menores, en: química orgánica, equipo industrial general no eléctrico, estomatología y cirugía.
- Desventajas en: tecnologías de la información, aeronaves, petroquímica, caucho y plásticos, construcción, maquinaria eléctrica y energía nuclear.
De las 1500 empresas que más invierten en el mundo, solo 14 son españolas (frente a las 108 de Alemania). Los recursos destinados a la innovación por parte de las empresas españolas están lejos de los aportados por el promedio de las empresas de la UE. La posición de las empresas en términos de innovación no tecnológica, de carácter organizativo, es negativa también. La interacción de los agentes está por debajo de la UE. Además de dedicar menos recursos, la eficiencia también es menor, lo que genera dificultades para generar ventajas competitivas tecnológicas. Hay una menor proporción de empresas que realizan tareas innovadoras por:
- Peso inferior en sectores de alto contenido tecnológico.
- Menor dedicación de recursos a la innovación que la media europea.
España destaca por ser uno de los países en los que el peso de las empresas extranjeras con mayor innovación, ya que, aun siendo reducida en términos absolutos, es significativo en relación al escaso esfuerzo empresarial doméstico. Un tercio de la inversión española va a I+D y en Irlanda casi el 5%.
T-8 Sector Industrial
La productividad del trabajo es mayor en la industria, pues es susceptible de incorporar el progreso técnico, ahorrador de mano de obra. Tanto los servicios como la agricultura dependen, para su desarrollo, de la expansión y maduración del sector industrial, subsidiarios de su demanda y necesitados de medios de producción que les proporciona la industria. En las sociedades más avanzadas, el papel de la industria se difumina, integrándose más su actividad con la de otros sectores, de los que pasa a depender crecientemente.
Las actividades industriales tienen por objeto transformar los recursos naturales por medio de procedimientos físicos o químicos. La demanda puede ser fuerte (las de más reciente desarrollo o las que exigen más innovación), media o débil. Un país especializado en producciones de demanda débil contará con un mercado menos favorable para su avance industrial, pero dependerá de la eficiencia conseguida en su producción. La oferta puede tener intensidad tecnológica alta, media o baja. Hay una clasificación mixta con manufacturas avanzadas, intermedias y tradicionales.
Crecimiento de la industria con el conjunto de la economía
- Desde 1985, la contribución de la industria se ha reducido en términos del VAB y del empleo; ya no tiene el papel central que tuvo durante 1960 y la primera mitad de los 70.
- Mayor eficiencia de la industria en relación a los demás sectores, con un avance más rápido de la productividad y un inferior aumento de los precios.
- Externalización de servicios.
- Globalización económica; la internalización se manifiesta en el aumento de exportaciones e importaciones. La cuota de las manufacturas en el total de flujos comerciales de bienes y servicios se ha reducido progresivamente desde 1995, en correspondencia con el rápido avance del comercio de bienes y servicios.
- A partir del 2000, ha habido dificultades para el avance de la producción industrial; la industria experimenta con más intensidad las fluctuaciones cíclicas.
Hay una solidez del crecimiento industrial español comparado con la UE. En el año de incorporación de la economía española a la UE, el núcleo básico de producción de manufacturas estaba compuesto por actividades tradicionales, como ahora (dos tercios): alimentos, bebidas y tabaco. Las actividades avanzadas solo representaban el 5,6% de la producción total y las intermedias han mantenido su predominio en el patrón comercial, incluso con la crisis de 2009, donde hubo una contracción en las exportaciones de material de transporte. La dificultad de las actividades tradicionales e intermedias ha llevado a un déficit exterior.
La especialización española en las actividades tradicionales se debe a cuatro factores:
- Pequeña dimensión de abastecimientos.
- Intensidad en recursos naturales y mano de obra.
- Uso de tecnologías estandarizadas.
- Mayor abundancia de trabajo y menor de capital físico, humano y tecnológico que en la media comunitaria.
El patrón ha continuado por tres razones:
- La integración europea ha afianzado las ventajas competitivas de la industria española en las producciones tradicionales e intermedias.
- Rápido crecimiento de las manufacturas de alto contenido tecnológico (TIC en los países industriales) por el amplio conjunto de multinacionales en sus territorios en los últimos 15 años.
- Deslocalización.
El crecimiento de la producción industrial se ha basado mayoritariamente en el ascenso de la productividad del trabajo, lo que implica un notorio aumento en el rendimiento medio por trabajador, que no solo ha sido fruto de la capitalización de instalaciones y de la cualificación de los trabajadores, sino también de la especialización sectorial en manufacturas y mejoras de calidad y utilidad de los productos.
En cambio, desde mediados de los 90, la productividad aparente del trabajo ha tenido un aumento lento. Solo a partir de 2009 hay un repunte en la producción por trabajador por los ajustes de plantilla, aunque hasta 2002 hubo un avance por la inmigración. La comparación con la UE evidencia aún más el lánguido crecimiento de la productividad española. A largo plazo, la competitividad de las producciones depende del rendimiento de los factores productivos. Hay una contradicción, pues hay una pobre eficiencia relativa, pero un incremento de exportaciones mundiales, con una firmeza competitiva de las manufacturas españolas, debido a la heterogeneidad del tejido empresarial, la especialización productiva y comercial de la industria española en segmentos (dentro de cada actividad con niveles de productividad bajos) aprovechando la ventaja competitiva de mano de obra barata en el contexto de la Europa más avanzada. Esto se ha visto reforzado por una mejora en la calidad de los productos, que las medidas de productividad no recogen adecuadamente.