Representación de los Ecosistemas del Bosque Atlántico
Los Picos de Europa presentan la mayor formación caliza de la Europa Atlántica, con importantes procesos cársticos, simas que llegan a más de 1.000 m, erosión glaciar muy patente y presencia de lagos. Entre sus riscos habita el rebeco; en los tupidos bosques, los corzos, lobos y la presencia ocasional de algún oso. En el Parque habitan más de 100 especies de aves, entre las que destacan el pito negro y el urogallo, y entre las grandes rapaces, el buitre leonado y el águila real. Pero aquí hay mucho más que paisaje; hay siglos de historia escritos en los pueblos, en los valles, en las iglesias, en las cabañas de los puertos y en sus caminos.
«300 millones de años han sido necesarios para que los Picos de Europa presenten su actual topografía; distintos plegamientos y glaciaciones han conformado su tortuoso paisaje, de altivas montañas presididas por impresionantes agujas y afiladas aristas, de profundas y retorcidas gargantas surcadas por aguas cristalinas, que dan paso a frondosos valles cubiertos de bosques y praderas.»
La Presencia Humana en los Picos de Europa
Ya en el Paleolítico Superior (entre 35.000 y 10.000 años de antigüedad), aparece en escena la especie humana. En este período, la actividad principal era la caza. Su preferencia por los abrigos rocosos ha dado lugar a una gran cantidad de cuevas paleolíticas con presencia de este arte rupestre en la Península.
Es en el Neolítico cuando el hombre domestica los primeros animales herbívoros y aprende a cultivar la tierra. Surgen así los primeros pobladores de los Picos de Europa que, asentados en los valles, se desplazaban temporalmente a los pastizales de montaña, donde el ganado encontraba abundancia de alimento.
Los Pueblos Celtas y su Influencia
Entre los siglos II y I a.C. llegaron los pueblos celtas. Antiguos pobladores de estas montañas, eran un pueblo propenso a divinizar los fenómenos y elementos de la naturaleza y distinguido por su valor en la lucha. El «Mons Vindius» era su dios, al que veneraban, que no era otro que el «Monte Blanco», haciendo alusión a las blanquecinas peñas calizas que asoman de los macizos Central y Occidental. Abrigados por su dios de piedra, astures y cántabros eran invencibles en las contiendas hasta que el propio César Augusto tuvo que intervenir para conseguir la pacificación tras diez años de luchas internas.
La Reconquista y la Edad Media
Siete siglos después (año 711), llegaron los árabes y de nuevo las peñas brindaron su protección a los astures. De esta forma, Don Pelayo, con un reducido ejército, consiguió vencer al ejército musulmán, entre aquellos bosques y macizos rocosos, en la famosa batalla de Covadonga (s. VIII). Se había iniciado un proceso que duraría más de 600 años y que se conoció como la Reconquista.
A lo largo de la Edad Media, toman protagonismo las iglesias y monasterios, se fundan pequeños pueblos y se construyen caminos en torno a los Picos de Europa. En estos parajes, la vida se sustentaba en la caza y ganadería. La fauna salvaje era tan abundante que todavía en el siglo XVI los hombres de Abamia iban a misa armados con lanzas. Desde entonces hasta nuestro siglo, el aislamiento geográfico mantuvo tradiciones y paisajes inalterables.
Creación del Parque Nacional
En el marco de las celebraciones que con motivo del 12º centenario de la histórica batalla de Covadonga, el 22 de julio de 1918 se declara Parque Nacional de la Montaña de Covadonga del macizo de Peña Santa. En Covadonga fraguó para España el ideal de los Parques Nacionales.
Son muchas las voces que, durante una década, piden la integración del resto de los Picos de Europa en la Red de Parques Nacionales, y que se establezca un modelo de gestión que asegure la conservación de sus valores naturales y el desarrollo para sus pobladores.
A tal fin, el 30 de mayo de 1995, las Cortes Generales aprueban la declaración del Parque Nacional de los Picos de Europa.
Características del Parque Nacional
El Parque Nacional de los Picos de Europa se encuentra en el norte de la Península Ibérica, entre Asturias, Cantabria y Castilla y León, formando parte de la Cordillera Cantábrica. Las calizas de una antigüedad de 300 millones de años, que surgieron de los fondos marinos como consecuencia de la actividad orogénica, han originado un relieve violento donde las altas cumbres alternan con profundas gargantas y cañones. Así, en el Parque existen 200 cotas de más de 2.000 metros de altitud y desniveles superiores a los 2.300 m.
Macizos y Ríos del Parque
El Macizo Central, con sus cumbres nevadas, picachos y riscos, es el más abrupto de los tres macizos que componen el Parque y en él se encuentran las mayores altitudes. La Torrecerredo (2.646 m), la cumbre más alta de Picos, y otras tan emblemáticas como el Naranjo de Bulnes (Picu Urriello) de 2.519 m o el Pico Tesorero de 2.570 m, donde coinciden los límites de las tres provincias. El Macizo Occidental es el más extenso, y en él se suceden las altas cumbres como la Peña Santa de Castilla (2.596 m) y Peña Santa de Enol (2.486 m), los prados de siega, los bosques de ladera, hayedos y robledales, brezales, arandaneras y turberas, arroyos y, por supuesto, los lagos de Covadonga. El Macizo Oriental, de menor extensión y altitud, ofrece al visitante la dureza de la peña junto a los verdes pastizales de montaña.
Cuatro ríos se abren paso desde las cumbres más altas de la Cordillera Cantábrica hasta los valles, en un camino tortuoso y espectacular. El río Sella, por ejemplo, que nace en Sajambre tras recorrer el desfiladero de los Beyos, pasa por Cangas de Onís; mientras que el Cares, el más bravo de todos ellos, se abre paso entre los macizos Occidental y Central, atravesando los Picos por una estrecha garganta muy conocida y visitada (Senda del Cares). Desde Fuente Dé, parte el Deva hasta llegar a Panes, dejando atrás el magnífico desfiladero de la Hermida y, finalmente, el Duje, que se origina al pie de los ingentes farallones de Peña Vieja, se suma al Cares en Poncebos.