Características Generales y Distribución Territorial de la Industria Española
Tras el ingreso de España en la Unión Europea, la política industrial española sigue las directrices que emanan de la Unión, y las integra en sus propias iniciativas y en las que presentan las comunidades autónomas. Sus objetivos generales están encaminados a resolver los problemas estructurales que presentan las industrias en un mundo en continua mutación y a atenuar o corregir los desequilibrios regionales. La política comunitaria incorpora un conjunto de medidas y de actuaciones que se recogen en el V Programa Marco de la Unión Europea (1998-2002) y entre cuyas líneas de actuación destacan:
- El fomento de la investigación, promoviendo los programas de I+D (investigación y desarrollo).
- Las inversiones en formación de mano de obra y métodos de gestión.
- El fomento de la cooperación internacional para el desarrollo de proyectos e iniciativas transnacionales.
- La innovación y la ayuda a pequeñas y medianas empresas.
- El surgimiento de centros comunes de investigación, transferencias tecnológicas, etc.
Todo ello, en un contexto económico en el que se aspira a la libre competencia como característica de mantenimiento del sistema.
En España, la política industrial tiene sus antecedentes en las actuaciones llevadas a cabo por el INI, en los Planes de Desarrollo. A partir de la integración europea se intensificaron las reconversiones para adaptarse a las exigencias comunitarias y comenzaron a percibirse en la industria algunos efectos de la convergencia, tales como el desarme arancelario y la llegada de subvenciones y ayudas para incentivar los sectores o espacios en crisis y las zonas desfavorecidas. La nueva situación ha precisado del desarrollo de programas de ayuda a las Pymes para mejorar la competitividad y ha dado paso a un amplio programa de privatizaciones de empresas estatales. Al mismo tiempo, las comunidades autónomas han puesto en funcionamiento programas para corregir sus propios desequilibrios internos y planes de fomento industrial para favorecer la difusión espacial y propiciar nuevos procesos industriales basados en el desarrollo endógeno.
Concentración y Desconcentración Industrial
La industria española ha tenido una tendencia muy acusada a la concentración en unas áreas y en unos espacios determinados. Este fenómeno de la polarización industrial no ha sido exclusivo de España, sino que fue un modelo bastante generalizado por la influencia que ejercieron la disponibilidad de materias primas y fuentes de energía en la localización industrial. En los inicios de la Revolución Industrial la localización de los establecimientos industriales gozó de cierta dispersión geográfica, pero a medida que se asentó la industrialización, se fueron seleccionando las zonas según sus ventajas comparativas. Se consolidó así un modelo de ocupación industrial del espacio con una clara concentración en el País Vasco, Cataluña y Madrid que, a medida que iban aumentando en tamaño e importancia, atraían nuevas empresas y fábricas que se beneficiaban de:
- La proximidad a otras industrias conexas.
- La concentración de la demanda.
- La dotación de servicios e infraestructuras, etc.
Este modelo alcanzó su plenitud en el decenio de 1965 a 1975, época en la que se concentró el mayor crecimiento industrial en las áreas metropolitanas más grandes. Contó con los efectos derivados de los planes de desarrollo, que incidieron en mayor grado sobre las grandes multinacionales del sector químico y automovilístico y, en último término, por las medidas adoptadas en la reconversión industrial, que concentraron las inversiones en estos espacios.
El modelo anterior comenzó a variar en los años 1980 al surgir una serie de factores negativos (encarecimiento del suelo en las áreas industriales, perjuicios derivados de la saturación e incremento de costes, déficit de infraestructuras, etc.) frente a los cuales se ofrecía como solución la descongestión industrial y la búsqueda de nuevos emplazamientos. A ello contribuiría la mejora generalizada de los sistemas de transporte y comunicaciones, de la accesibilidad a los mercados, y el conjunto de medidas de atracción puestas en práctica de los gobiernos regionales, además de las nuevas posibilidades de localización que empezaban a ofrecer los espacios de industrialización endógena.
Todas estas circunstancias han propiciado la aparición de nuevos procesos territoriales entre los cuales el más notable es el de la difusión espacial, a partir de las zonas industriales congestionadas. Por ello, la industria española se articula hoy, en su dimensión espacial, en torno a los centros industriales, que constituyen el soporte de las regiones de mayor y más temprana industrialización, a los enclaves en el espacio rural y a los ejes industriales, que enlazan las áreas industriales aprovechando las ventajas de una situación privilegiada.
El Nuevo Mapa Industrial de España
El nuevo mapa industrial de España es reflejo de la trayectoria seguida en las diferentes épocas y en los recientes procesos de ocupación del espacio. En él se advierten, entre otras cosas, las siguientes características:
1. Consolidación de Madrid y Barcelona
Sus respectivas áreas metropolitanas han consolidado una potente y diversificada industria que en los últimos años ha experimentado dos tendencias de signo contrario: por una parte, la crisis y la reconversión de importantes sectores industriales y, por otra, la revitalización de sus tejidos industriales a partir de la instalación de establecimientos dinámicos y de sectores de alta tecnología.
2. Declive de los Espacios Industriales Tradicionales
Particularmente los situados en la cornisa cantábrica, que se hallan en proceso de mutación y retroceso, a consecuencia de la crisis que afectó a los sectores maduros de su industria (metalurgia, petroquímica, naval), de gran implantación en este espacio geográfico y cuya caída ha tenido repercusiones muy negativas en las pequeñas y medianas empresas relacionadas con ellos. El declive ha afectado a Asturias, a Cantabria y, con especial intensidad, al País Vasco, que poco a poco empieza a recuperar las tasas de crecimiento industrial que había perdido. Asimismo, esta situación ha influido en áreas del interior, tributarias de algunos de los sectores antes mencionados (Puertollano, en Ciudad Real; Ferrol, en A Coruña; la bahía de Cádiz, etc.).
3. Espacios Industriales en Expansión
Entre los que destacamos las áreas periurbanas y los ejes de desarrollo. En numerosas ciudades españolas se han consolidado áreas periurbanas de gran importancia industrial, en las cuales las industrias se han instalado al amparo de:
- La proximidad a los centros urbanos.
- La accesibilidad a los mercados y a los centros de distribución.
- Las facilidades de instalación.
- Las dotaciones de suelo industrial.
- La situación estratégica de las vías de comunicación, etc.
Estas instalaciones forman franjas o coronas que concentran industrias diversas y de variado tamaño y que suponen un espacio de transición entre la ciudad y el espacio rural.
Los ejes de desarrollo son el resultado de los procesos de difusión espacial de la industria a lo largo de corredores que comunican áreas industrializadas; los más dinámicos son el eje del Ebro y el eje del Mediterráneo. El primero aprovecha los beneficios geográficos de su situación entre el País Vasco y Cataluña, y la accesibilidad a la Meseta desde el valle del Ebro. El eje Mediterráneo se extiende desde Girona hasta Murcia y acoge una industria muy diversificada que se beneficia del mercado que le proporciona la altas densidades de población en el litoral. Además de estos dos ejes, hay otros interiores, igualmente dinámicos, como el del Henares, que se extiende desde Madrid hacia el norte. En cuanto a los ejes regionales secundarios, son buenos ejemplos los de Ferrol-Vigo, Palencia-Valladolid, del Guadalquivir, etc. A parte de estos ejes, hay que destacar como espacios industriales en expansión numerosos núcleos urbanos de tamaño pequeño o medio que aprovechan los recursos endógenos para su desarrollo industrial.
4. Espacios de Industrialización Escasa
Se corresponden con las zonas interiores de la Península y algunas periféricas. Distinguimos en primer lugar, los espacios que fueron objeto de la industrialización inducida y que dieron lugar a importantes núcleos industriales, como Zaragoza, Valladolid, Burgos y Huelva-Cádiz-Sevilla; en segundo lugar destacamos una serie de espacios como, Castilla-La Mancha o Extremadura de manifiesta escasez industrial debido a su baja densidad de población y a la ausencia de tradición industrial.