España: Unidad Territorial y Singularidad Geográfica

España como unidad territorial:

La Península Ibérica está formada por: los Estados de España (predominantes en el territorio peninsular) y Portugal, el Principado de Andorra y el enclave de Gibraltar. A su vez, España está formada por los territorios españoles dentro de la península, las islas Baleares y Canarias, y las Ciudades Autónomas de Ceuta y Melilla, situadas en el norte de África. Todos estos territorios suman 504.782 km2, de los cuales la España peninsular ocupa 492.494 km2. La España peninsular tiene dos tipos de límites: marítimos, formados por el mar Cantábrico, el Mediterráneo y el océano Atlántico; y terrestres, constituidos al oeste por la frontera con Portugal, y al norte por el istmo donde se encuentran los Pirineos, que establecen la frontera con Francia.

Debido a su gran extensión y a su carácter peninsular, España presenta un enorme desarrollo costero. La España peninsular tiene 3.904 km de costa.

Posición geográfica de España como hecho singular:

España ha sido reconocida desde antiguo como un país singular. Los rasgos que le confieren esta singularidad son:

Carácter peninsular:

España forma una península que se une al continente europeo por el istmo de los Pirineos. El enorme cuadrilátero del solar hispano, unido al continente europeo por un istmo en el que se asienta la Cordillera Pirenaica, acentúa el carácter peninsular de España. Este istmo otorga a la Península Ibérica una singularidad que no poseen las penínsulas italiana y balcánica, y hace que el aislamiento de la Península Ibérica sea mayor.

Situación y posición geográficas de la Península Ibérica:

Tiene una posición y situación singular. A diferencia de las otras penínsulas europeas, la Ibérica es la única que se encuentra entre dos mares; es la península más meridional y más occidental de Europa, así como la más próxima al continente africano. La Península se encuentra situada dentro de la zona templada del hemisferio norte. Esta situación confiere a la Península los siguientes rasgos originales:

  • España está ubicada en la parte más occidental del Mediterráneo, en el lugar donde sus aguas se mezclan con las del océano Atlántico.
  • España, por su posición avanzada hacia el mediodía, es el país más próximo al continente africano. Tan sólo 14 km separan la Península de las costas africanas por el estrecho de Gibraltar.

Configuración del relieve:

La singularidad geográfica de España viene determinada por las especiales características de la organización del relieve peninsular:

a) La forma compacta, consecuencia de la gran extensión en latitud y en longitud de la Península. Este hecho le da un carácter continental, ya que muchos puntos del interior quedan alejados de las costas.

b) La elevada altitud media, que no es el resultado de la presencia de altas cumbres, sino de la existencia de la Meseta castellana.

c) La disposición periférica de los grandes sistemas montañosos, que se disponen en torno o independientes de la Meseta castellana.

Consecuencias de la singularidad geográfica:

España como encrucijada:

En el plano natural, los rasgos climáticos de la Península están determinados, por un lado, por la influencia de las depresiones y los anticiclones provenientes del Atlántico y, por tanto, por las condiciones meteorológicas que se generan en la cuenca del Mediterráneo; pero tampoco conviene olvidar las influencias que recibe de los centros de altas o bajas presiones situados en los continentes europeo y africano. En España se dan también especies de flora y fauna características de Europa y de África. En el norte de España se encuentran formaciones como el abeto blanco, el haya o el roble; en el sur y el levante peninsular crece de forma espontánea el palmito, planta típicamente africana (en el centro y en el sur aparece el gran dominio de la encina y, en segundo lugar, el alcornoque). En el plano humano, el solar hispano ha sido desde tiempos remotos lugar de asentamiento de pueblos de diversa procedencia, que lo han abordado por todos sus frentes. Basta recordar las colonizaciones fenicias, cartaginesas, griegas y romanas de los primeros siglos de nuestra historia, o la invasión posterior de los pueblos bárbaros procedentes de Europa. Más tarde llegaría la invasión musulmana. Hechos de similar naturaleza refuerzan este carácter de España como lugar de encuentro. Así lo demuestran los flujos migratorios procedentes de África, Europa del Este o de América Latina.

La posición geoestratégica de España:

De la situación y posición geográfica de España se deriva también un posicionamiento geoestratégico de primer orden para establecer relaciones de toda índole con los países de dos continentes tan dispares como África y América. España es el país europeo más próximo al continente africano; por ello se ha dicho que el estrecho de Gibraltar, más que frontera, es un puente que une Europa con África a través de España. No menos importante es la posición que ocupa España en las relaciones con el continente americano. España controla uno de los pasos por los que discurre la navegación marítima en el sentido de los paralelos; gracias al estrecho de Gibraltar y a los canales de Suez y de Panamá, hoy es posible circular de Asia a América por el Mediterráneo y por el Atlántico sin tener que rodear ambos continentes. La posición de las islas Canarias refuerza la proximidad de América con España.

Rasgos generales del relieve:

En una visión de conjunto del relieve de la Península Ibérica se aprecian tres de sus rasgos principales: la elevada altitud media, la disposición periférica de los sistemas montañosos y la forma maciza y compacta de la península.

– La elevada altitud media. España presenta una altitud media de 660 m sobre el nivel del mar, lo que la convierte en el segundo país más montañoso de Europa, después de Suiza (1.300 m). El carácter montañoso de la Península impone condiciones poco favorables para la agricultura, la distribución de la población, las vías de comunicación o el aprovechamiento de los ríos como vías navegables.

– La disposición periférica del relieve. La mayoría de los sistemas montañosos de la Península se disponen en relación a la Meseta: en su interior (Sistema Central y Montes de Toledo), en torno a ella (Montes de León, cordilleras Cantábrica e Ibérica, Sierra Morena) o independientes de ella (sistemas Béticos y Pirineos). Esta disposición periférica es la responsable del aislamiento del interior peninsular y de la escasa penetración de la influencia del mar.

– La forma maciza y compacta. Se debe a la gran extensión de la Península Ibérica en latitud (700 km) y en longitud (1.024 km) con respecto a las otras penínsulas mediterráneas.

Como consecuencia de esta forma compacta y maciza, la Península se convierte en un pequeño continente, cuyo interior se halla protegido por las montañas exteriores.

La formación del relieve peninsular:

Las fases orogénicas principales se corresponden con las Eras Primaria y Terciaria: los plegamientos herciniano y alpino. Por el contrario, las Eras Secundaria y Cuaternaria se corresponden con épocas de erosión y sedimentación.

Las fases orogénicas:

Hace unos 300 millones de años, a finales de la Era Primaria, el plegamiento herciniano hizo emerger de los mares que cubrían la Península el Macizo Hespérico. Al finalizar los plegamientos, en el periodo Carbonífero medio, la erosión arrasó estos nuevos relieves, convirtiéndolos en una extensa penillanura. En los inicios de la Era Secundaria, hace unos 200 millones de años, las tierras emergidas se organizaban en dos áreas continentales principales: los continentes de Laurasia y de Gondwana. Entre ambos se situaba el mar de Thetis. En la Era Terciaria, el plegamiento alpino empujó el continente de Gondwana contra el Noratlántico, comprimiendo así los sedimentos depositados en el mar de Thetis. La orogenia alpina elevó las cordilleras Béticas y los Pirineos; fracturó los bordes de la Meseta, formándose las cordilleras Cantábrica e Ibérica y Sierra Morena; elevó el Sistema Central y los Montes de Toledo; creó las depresiones del Ebro y del Guadalquivir; y, por último, basculó todo el conjunto hacia el oeste, obligando a la nueva red hidrográfica a encauzarse hacia el océano Atlántico.

La evolución postorogénica. La Era Cuaternaria:

En la Era Cuaternaria se alternaron en España y en Europa periodos glaciares e interglaciares.

a) En los periodos glaciales, las altas montañas estaban ocupadas por extensos glaciares, cuyas lenguas excavaban valles y arrastraban todo tipo de materiales, desde piedras hasta arenas. Las zonas bajas, por su parte, se veían afectadas por la intensa erosión de los ríos.

b) En las fases interglaciales, que se corresponden con un tiempo más cálido, se fundían los hielos acumulados durante las glaciaciones. En consecuencia, aumentaba el caudal y la fuerza erosiva de los ríos, que ahondaban sus cauces y formaban amplias terrazas de cantos rodados, o aluviones, arenas y limos.

División litológica y estructural:

La Iberia silícea:

Esta zona está constituida por aquellas áreas en las que afloran en abundancia materiales como la sílice y el cuarzo, y en las que predominan las rocas eruptivas (granito) y metamórficas (gneis, cuarcitas, pizarras, mármoles). La Iberia Silícea ocupa el tercio occidental de la Península: el zócalo de la Meseta, el Macizo Galaico, el Sistema Central, los Montes de Toledo y Sierra Morena. No obstante, las rocas silíceas también están presentes en la zona axial del Pirineo, las altas cumbres de Sierra Nevada y núcleos aislados del Sistema Ibérico.

Estructuralmente, esta zona se corresponde con la Iberia de los macizos antiguos. Está formada por materiales paleozoicos y precámbricos: materiales seniles muy desgastados por la erosión. La topografía se caracteriza por su fisonomía de altiplanicie o meseta accidentada por fallas, en la que los ríos han trazado gargantas de laderas escarpadas.

La Iberia caliza:

Esta Iberia está integrada por formaciones sedimentarias, la mayoría de origen marino, depositadas durante la Era Secundaria. Junto a las rocas calizas, abundan otras como conglomerados, areniscas y margas. La Iberia caliza dibuja una Z invertida que, arrancando en los Pirineos, se prolonga por los Montes Vascos y la parte oriental de las cordilleras Cantábrica, Ibérica y Béticas.

Estructuralmente, se corresponde con cordilleras modernas, formadas cuando la orogenia alpina plegó las áreas que en la Era Secundaria habían recibido una sedimentación de origen marino. Son cordilleras jóvenes, caracterizadas por las grandes alturas. La topografía del área procede de las características de la roca caliza. Es una roca dura, de ahí que los ríos formen gargantas profundas o foces; es una roca permeable, lo que origina un típico paisaje kárstico, cuyas formas más típicas son las dolinas, los lapiaces, las cuevas, los poljés y las simas.

La Iberia arcillosa:

Esta zona está formada por materiales sedimentarios de origen continental o marino, como margas, yesos y arcillas, que constituyen la cobertera de las amplias llanuras de la Meseta castellana.

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