Las políticas agrarias
En los dos últimos siglos en España se han intentado diversas políticas agrarias con el fin de solucionar los problemas más graves del campo: la estructura social de la tierra, la escasez de agua, la excesiva parcelación del terrazgo, etc.
La política agraria en el pasado
En el siglo XIX se llevaron a cabo diversos procesos desamortizadores para poner fin a la concentración de la propiedad de la tierra en manos de la nobleza y del clero. Sin embargo, las desamortizaciones no consiguieron acabar con la desigual distribución de la propiedad, y el problema continuó, sobre todo en Andalucía, Extremadura y Castilla-La Mancha.
A finales de ese siglo, los políticos e intelectuales regeneracionistas defendieron el regadío como medio para desarrollar la agricultura. La idea fue recogida por la Administración: en 1902 se elaboró el Avance de Plan de Canales y Pantanos de Riego y a finales de los años veinte se crearon las Confederaciones Hidrográficas, con el fin de administrar los recursos hídricos.
En 1932, durante la II República, se puso en marcha una reforma agraria, que autorizó la expropiación y reparto de un buen número de grandes propiedades y el asentamiento de miles de campesinos. Al año siguiente se presentó el I Plan Nacional de Obras Hidráulicas, elaborado por Manuel Lorenzo Pardo, cuyo objetivo esencial era elevar la superficie de regadío hasta casi 1,5 millones de hectáreas.
Tras la Guerra Civil la política agraria se orientó hacia una «política de colonización». Su finalidad primordial era colonizar extensas zonas, principalmente las «grandes zonas regables», es decir, aquellas que iban a ser transformadas en regadío gracias a la construcción de grandes embalses.
A mediados del siglo XX se puso en marcha la concentración parcelaria para reducir el número de parcelas por explotación y así facilitar la mecanización y conseguir un aprovechamiento más racional de la tierra.
En esa década y en las siguientes continuó la política de expansión de los regadíos, destacando las grandes acciones regionales de los Planes de Badajoz, Jaén, Tierra de Campos, etc., y la construcción de grandes obras hidráulicas, como, por ejemplo, el trasvase Tajo-Segura, en el levante, que entró en funcionamiento en los años setenta.
La política agraria en la actualidad
El actual Plan Nacional de Regadíos, estrechamente relacionado con el Plan Hidrológico Nacional y vigente hasta el 2008, tiene tres objetivos básicos:
- La modernización y consolidación de los regadíos existentes.
- La mejora en la gestión del agua de regadío.
- La creación de nuevos regadíos sólo en aquellas zonas de mucho interés y en aquellos cultivos de mayor valor añadido.
Esta nueva orientación supone un giro en la política agraria respecto a épocas anteriores.
La entrada de España en la UE ha tenido importantes repercusiones en las actividades primarias. En primer lugar, ha puesto nuevamente de manifiesto la necesidad de reformar la estructura de la agricultura española para conseguir que sea más competitiva en el mercado internacional. Por eso, la PAC incluye medidas de tipo socioestructural de apoyo a regiones montañosas, a las que corren peligro de despoblamiento y a las que tienen problemas específicos, como salinidad, suelos pantanosos, etc. Esto se logra mediante una política de subvenciones y ayudas, fundamentalmente a través del FEOGA-Garantía, que el FEGA, organismo autónomo adscrito al Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, se encarga de pagar.
Por ello, el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA) elabora periódicamente Censos Agrarios (el último en 1999) y Encuestas sobre la Estructura de las Explotaciones Agrícolas. Estos documentos constituyen un elemento importante para comparar la situación de la agricultura en los Estados miembros de la UE y, por tanto, para la orientación de la PAC.
Por otra parte, se puede afirmar que el ingreso de nuestro país en la UE ha beneficiado, en general, a aquellas producciones en las que la Unión Europea es deficitaria (como, por ejemplo, las frutas y la carne de ovino y caprino) y ha perjudicado a aquellas otras en las que la Unión Europea es excedentaria (como la producción láctea), lo que ha dado lugar al establecimiento de un sistema de cuotas para controlar los excedentes. El FEGA se encarga también de la intervención y regulación de los mercados agrarios.
Desde la reforma de la PAC y la Agenda 2000, además de una política estructural y una política de mercados agrarios, la política rural de la UE comprende también una política medioambiental.
Política de concentración
Los objetivos son conseguir una mayor productividad y frenar la emigración. El balance positivo: aumentó el regadío y se introdujeron nuevos cultivos y técnicas de regadío. El negativo: se quiso convertir en una sustitución de la reforma agraria de la 2ª República y no se crearon industrias agroalimentarias.
Concentración parcelaria – 1952
Se aprueba este plan que concentraba las parcelas. Los problemas: cualquier parcela tenía que tener entrada a un camino, y muchas de ellas eran pequeñas y alejadas unas de otras. Se hizo principalmente en Castilla (Submeseta Norte).
Política Agraria Común (PAC)
Sus objetivos eran:
- Proteger al sector agrario frente a la competencia europea.
- Garantizar los aprovisionamientos.
- Estabilizar los mercados.
- Establecer una política agraria común que aumente la producción del sector.
- Conseguir un nivel de vida justo para los agricultores.
- Seguir unos precios razonables para el consumidor.
La España atlántica
La fachada norte y noroeste de la Península posee un clima relativamente húmedo a lo largo de todo el año y una topografía, en general, muy accidentada. En este marco, las principales actividades primarias que se desarrollan son la ganadería y la explotación forestal en el interior, y la pesca en la costa.
La abundancia de prados y pastos explica el tradicional desarrollo de la ganadería, la actividad dominante dentro de las actividades primarias de las comunidades situadas en este espacio. En las últimas décadas, la ganadería ha experimentado una enorme transformación, orientándose hacia una explotación moderna, vacuna, de producción láctea preferentemente, si bien en la actualidad han aumentado las primas al vacuno de carne.
La actividad forestal también tiene una gran significación económica. Predominan los árboles de hoja caduca, principalmente las frondosas, tales como hayas, robles, castaños, etc., si bien hoy ocupan una buena parte de la masa forestal algunas especies de rápido crecimiento introducidas por los seres humanos, como por ejemplo el pino rodeno, entre las coníferas, y el eucalipto, por lo que se refiere a las frondosas.
La agricultura tiene un desarrollo mucho menor que la ganadería y la explotación de los bosques. Los cultivos tradicionales son el maíz, el trigo y la patata, destinados al consumo del campesino y de su familia, y también los forrajes, para alimentar al ganado. En los últimos años la superficie dedicada al policultivo ha sufrido una paulatina disminución, mientras que ha aumentado la superficie dedicada a los cultivos forrajeros.
En la España atlántica predominan las pequeñas explotaciones (minifundio), excesivamente parcelado. Se trata de un paisaje de campos cerrados: las parcelas están delimitadas por setos vivos, muros de piedra, vallas, alambres, etc.; abundan los prados y los bosques, y existe un poblamiento disperso.
Agricultura a tiempo parcial
Consiste en considerar a la agricultura como una actividad secundaria tras un trabajo de jornada completa. (Parecido a la aparcería).
La España interior
En la mayor parte del interior de la Península, el clima es mediterráneo continentalizado (caracterizado por temperaturas extremadas, muy cálidas en verano y muy frías en invierno, y precipitaciones escasas, sobre todo durante el verano) y la topografía es sumamente contrastada. En estas tierras la agricultura constituye la base de la actividad agraria.
En este amplio espacio existen paisajes agrarios muy contrastados:
- En las montañas y en las penillanuras predominan las explotaciones forestales y ganaderas en régimen extensivo. El aprovechamiento agrario sólo es posible en los valles, donde se da un policultivo de subsistencia: los cereales entran en rotación con las patatas y los forrajes.
- En las campiñas destacan los cultivos de secano. Se trata, en general, de una agricultura extensiva y en algunas zonas de escaso rendimiento, que utiliza aún sistemas de cultivo tradicionales, como la rotación de cultivos y el barbecho. Los cultivos más importantes son los típicamente mediterráneos (cereales, vid y olivo), aunque están en retroceso debido fundamentalmente a los graves problemas de superproducción existentes en el conjunto de la UE. Las principales áreas cerealistas se encuentran en la submeseta norte y Guadalajara, algunas provincias del valle del Ebro y la submeseta sur, y las campiñas héticas. El viñedo y el olivar ocupan una mayor extensión en la submeseta sur y en Andalucía; el primero destaca en Ciudad Real y en el Alto Guadalquivir. Por el contrario, los cultivos industriales, fundamentalmente el girasol y la remolacha azucarera, han experimentado un gran desarrollo, sobre todo en la submeseta norte, en Cáceres y La Mancha en la submeseta sur y en Andalucía occidental.
Junto a estos cultivos, se ha desarrollado desde antiguo una ganadería preferentemente ovina, que aprovecha el pasto de las tierras en descanso (barbecho) y, en algunos casos, aún se practica la trashumancia. En Extremadura tiene un gran peso el ganado porcino.
- Las superficies transformadas en regadío han tenido una gran expansión en las últimas décadas gracias, sobre todo, a la construcción de embalses y canales. Se cultivan la remolacha azucarera y los cereales en la submeseta norte, los cultivos hortícolas en el valle del Ebro, y los productos de vega, el maíz y otros cultivos, como el arroz o las flores, en la submeseta sur.
La política de promoción de la calidad alimentaria se ha convertido en una pieza clave en el futuro de muchos productos agrícolas y, en general, del medio rural. Uno de los mecanismos básicos de esta política son las Denominaciones de Calidad (Denominaciones de Origen e Indicaciones Geográficas), que reconocen la calidad de diversos vinos, quesos, aceites de oliva virgen, legumbres secas, etc.
En la España interior coexisten el minifundio y el latifundio. Así, por ejemplo, en la depresión del Ebro predominan las pequeñas explotaciones, a su vez muy parceladas, mientras que en Andalucía predomina la gran propiedad. Y, salvo en las zonas de huerta, predomina el poblamiento concentrado.
La costa mediterránea y Baleares
Las llanuras litorales mediterráneas y las islas Baleares tienen un clima mediterráneo típico, con temperaturas elevadas y precipitaciones escasas, sobre todo durante el verano. Por eso la agricultura ha tenido tradicionalmente un gran desarrollo.
La agricultura tradicional era una agricultura de secano, cuyos principales cultivos eran el trigo, la vid y el olivo; la agricultura de regadío se limitaba a las huertas situadas en los cursos bajos de los ríos. Sin embargo, en la actualidad los regadíos representan un valor muy superior al del secano. Se trata, pues, de una agricultura fundamentalmente de regadío; el secano sólo subsiste en las tierras alejadas de la costa.
Esta agricultura utiliza técnicas modernas e intensivas (enarenados, cultivos bajo plástico, riego por goteo…), que consiguen dos, tres y hasta cuatro cosechas por campaña y que han transformado espectacularmente el paisaje (es el caso, por ejemplo, del Campo de Dalías en Almería). Es, por tanto, una agricultura muy rentable y orientada predominantemente hacia el mercado exterior, sobre todo hacia los países de la Unión Europea.
Los principales cultivos son las hortalizas (tomates, alcachofas, cebollas, melones, judías…), presentes en todo el litoral, sobre todo en Valencia, Murcia, Almería y el delta del río Ebro. También tienen gran significación económica los cítricos (naranjos, mandarinas…) y los frutales no cítricos (melocotoneros, perales, albaricoqueros, ciruelos…), especialmente en Valencia y Murcia, en el primer caso, y Cataluña, en el segundo. En algunos casos se mezclan los dos aprovechamientos en una misma parcela, dando lugar a un paisaje de huerta arbolada. Los arrozales constituyen un paisaje característico de la Albufera (Valencia), el delta del río Ebro y el Bajo Guadalquivir, donde aprovechan las zonas pantanosas. Y gracias a las nuevas técnicas se han introducido en las zonas próximas a las costas meridionales peninsulares determinados cultivos subtropicales. La ganadería apenas tiene importancia actualmente. Tiene un mayor peso en Cataluña, donde destacan el ganado vacuno, destinado a la producción de leche y carne, y el ganado porcino, orientado a la producción cárnica.
Con unas explotaciones de tipo mediano e incluso pequeño, el litoral de la España mediterránea y las islas Baleares ofrecen, a grandes rasgos, un paisaje de huerta y frutales salpicado de casetas para la maquinaria de trabajo o las infraestructuras del regadío.
Las islas Canarias
El archipiélago canario presenta, debido a la proximidad del trópico, un clima subtropical, caracterizado por temperaturas suaves y agradables durante todo el año y lluvias escasas y torrenciales. La insuficiencia de los recursos hídricos, unida a la carencia de suelos fértiles (debido al predominio de las rocas volcánicas) y a una topografía bastante accidentada, explican, en parte, la singularidad del paisaje agrario canario.
Para hacer frente a la escasez de agua se ha recurrido al riego a partir de los acuíferos subterráneos y del agua del mar, que se potabiliza en plantas desaladoras. Por otro lado, debido a la precariedad de suelos fértiles, se ha perforado la capa volcánica para alcanzar suelos más ricos y se han desarrollado nuevos sistemas de cultivo (por ejemplo, el cultivo sobre arena). Del mismo modo, se han construido tradicionalmente «sorribas» para abancalar las vertientes.
Pese a esas dificultades, la agricultura constituye una importante fuente de ingresos para el archipiélago canario: tiene una participación en torno al 3 % en el VAB de la comunidad. Es una agricultura con neta vocación comercial.
Desde comienzos del siglo XX los productos fundamentales son, además de los plátanos y otros frutos subtropicales, las patatas tempranas y los tomates, estos últimos destinados prácticamente en su totalidad a la exportación a los países de la UE.