Características generales del relieve español
Rasgos generales del relieve peninsular e insular
Los rasgos del relieve peninsular son:
- La forma maciza de la península es debida a su gran anchura (de este a oeste 1094 km) y a sus costas rectilíneas, sin apenas accidentes litorales.
- La elevada altitud media (660 m) se explica por la presencia de altas cordilleras y debido a que el interior peninsular está constituido por una extensa meseta con una altitud entre 600 y 800 m.
- La disposición periférica del relieve montañoso en torno a la Meseta frena la influencia del mar (contrastes entre el litoral y el interior peninsular).
El archipiélago balear es un eslabón entre dos cordilleras alpinas del Mediterráneo: la Subbética (Mallorca, Ibiza y Formentera) y la Costero-Catalana (Menorca). Mallorca presenta tres conjuntos: la Serra de Tramuntana, al norte, de roquedo calizo y abrupta; las Serras de Llevant, de caliza, y la depresión central o Pla, entre ambas sierras, de roquedo arcilloso y relieve suave. Ibiza y Formentera, unidas hasta el Cuaternario, tienen un relieve montañoso calizo al norte de la primera, un macizo al este de la segunda, y una llanura entre ellas. Menorca tiene dos conjuntos: una alineación montañosa paleozoica en la mitad norte, de poca altura y forma suave, la Tramuntana, que enlaza con la parte norte de la cordillera Costero-Catalana y una llanura de material calizo mesozoico en la mitad sur, separadas ambas por una falla.
El archipiélago canario es de origen volcánico: se formó en la era Terciaria, cuando la orogénesis alpina rompió el fondo del Atlántico y, por las fracturas, ascendieron masas de rocas volcánicas que formaron las islas. Los relieves más característicos son: conos volcánicos, calderas, malpaíses, diques o muretes volcánicos y roques o agujas volcánicas y barrancos.
La formación del relieve: grandes etapas de la evolución geológica española
El relieve actual de la Península es el resultado de una historia geológica de millones de años que ha dado como resultado las unidades morfoestructurales actuales: zócalos, macizos antiguos, cordilleras de plegamiento y cuencas sedimentarias.
- Durante la Era Arcaica o Precámbrico (2500-600 millones de años), se produjo la formación del macizo precámbrico, que comprendía casi toda la actual Galicia, además del Sistema Central y los Montes de Toledo; fue arrasado por la erosión y cubierto por el mar.
- En la Era Primaria o Paleozoico (600-225 millones de años), tuvo lugar la orogénesis herciniana. Surgieron las cordilleras silíceas: al oeste el Macizo Hespérico y, al este, los macizos de Aquitania, Catalano-Balear y del Ebro; por el sur, el Bético-Rifeño. Fueron arrasados por la erosión y convertidos en zócalos.
- La Era Secundaria o Mesozoico (225-68 millones de años) fue un periodo de calma orogénica en el que la erosión siguió arrasando los macizos paleozoicos. Se acumularon grandes depósitos de sedimentos marinos en el mar interior existente entre los macizos antiguos y un menor espesor en los bordes del antiguo macizo hespérico.
- Durante la Era Terciaria o Cenozoico (68-1,8 millones de años) tuvo lugar la orogénesis alpina que provocó grandes cambios en el relieve peninsular:
- Levantamiento de las cordilleras alpinas: los Pirineos y las cordilleras Béticas.
- Formación de depresiones prealpinas paralelas a las nuevas cordilleras: depresión del Ebro y del Guadalquivir.
- La Meseta pasó a inclinarse hacia al Atlántico, se formaron sus rebordes montañosos (Macizo Galaico-Leonés, Cordillera Cantábrica…) y se produjeron fracturas internas que dieron lugar al levantamiento y hundimiento de grandes bloques del zócalo (Sistema Central…).
- En la Era Cuaternaria (1,8-hasta hoy) el relieve se vio afectado por el glaciarismo, que modeló las cordilleras más altas, y la erosión fluvial, que formó las terrazas fluviales de los grandes ríos.
La variedad litológica y tipos de relieve peninsular e insular
A lo largo de la Península, fruto de su evolución geológica, se pueden diferenciar tres grandes áreas litológicas: la silícea, la caliza y la arcillosa.
El área silícea
Está integrada por rocas antiguas de la era precámbrica y primaria: granito, pizarra, cuarcita. Se localiza en el oeste peninsular, presenta ramificaciones hacia la parte occidental de la Cordillera Cantábrica, el Sistema Central, Montes de Toledo y Sierra Morena. También, en algunos restos de macizos antiguos como el eje de los Pirineos, Sistema Ibérico, cordillera Costero-Catalana y la cordillera Penibética.
El tipo de relieve más característico es el granítico. Puede sufrir una alteración química y profunda por agua: se descomponen los cristales y se transforma en arenas pardo-amarillentas. También se altera a partir de diaclasas o fracturas de roca: en áreas de alta montaña, el agua se filtra por las fracturas de las rocas y al helarse, aumenta de volumen y las rompe, dando como resultado crestas agudas, escarpadas y dentadas, y canchales. En zonas menos elevadas, las formas dependen de la disposición de las fracturas. Si las diaclasas son paralelas, el granito se descama o disgrega y origina domos. Si son perpendiculares, se forman bolas. Éstas pueden quedar amontonadas (berrocales), y otras veces se quedan en las laderas formando un caos granítico.
El área caliza
Está integrada por rocas de la era secundaria plegadas en la terciaria. Su localización forma una Z invertida, la cual se extiende por la zona de los Prepirineos, Montes Vascos, la parte oriental de la Cordillera Cantábrica, el Sistema Ibérico, parte de la cordillera Costero-Catalana y la cordillera Subbética. La roca que predomina es la caliza, roca dura fácilmente soluble en agua y que se fractura formando grietas o diaclasas, dando lugar a un relieve muy complejo, el relieve kárstico, cuyas formas características son las siguientes: lapiaces o lenares, gargantas o foces, poljés, dolinas y uvalas, además de simas y grutas subterráneas.
El área arcillosa
Está integrada por rocas sedimentarias de las eras terciaria y cuaternaria. Se localiza en las cuencas de las submesetas norte y sur, en las depresiones del Ebro y Guadalquivir, en áreas hundidas y en llanuras costeras. La roca predominante es la arcilla (escasa resistencia). Da lugar a un relieve horizontal de dos tipos: en uno, los ríos abren valles que separan estructuras horizontales y se desgastan originando llanuras suavemente onduladas: las campiñas. En las zonas en las que se alternan períodos secos y calurosos con lluvias cortas y torrenciales y no hay protección vegetal, el agua desgasta las vertientes, formándose cárcavas o «badlands», que crean una topografía abrupta similar a una montaña en miniatura.
En cada una de las tres áreas citadas anteriormente es frecuente la aparición de rocas de diferente origen. La erosión actúa de forma diferencial y da lugar a distintos relieves según la disposición de los estratos.
- Cuando los estratos son horizontales y alternativamente duros y blandos, los ríos abren valles que separan amplias plataformas: los páramos tienen una cima horizontal, con estrato duro y flancos cóncavos, y acaban convirtiéndose en cerros testigo o en antecerros.
- Cuando los estratos están suavemente inclinados y alternan materiales duros y blandos se forman cuestas, en las que se distinguen un dorso formado por estrato duro inclinado y un frente con una cornisa de fuerte pendiente formada por la capa dura y una parte cóncava de la capa blanda.
- Cuando los estratos están plegados, formados por materiales duros y blandos originan relieves apalachenses y jurásicos. El apalachense surge cuando sobre un relieve montañoso herciniano arrasado y aplanado por la erosión, se produce un levantamiento en el que alternan crestas y valles. El relieve jurásico se crea en las cordilleras jóvenes formadas por una alternancia de pliegues convexos (anticlinales) y cóncavos (sinclinales). Sobre los anticlinales aparecen valles perpendiculares y valles paralelos a la cumbre. La erosión perfora el estrato duro de los anticlinales y provoca la aparición de sinclinales colgados y anticlinales exhumados.