Un río es una corriente continua de agua que discurre por un cauce. En la Península, los ríos desembocan habitualmente en el mar, o en otro río si se trata de afluentes. La red hidrográfica está condicionada principalmente por el relieve, la litología, el clima, la vegetación y la acción antrópica.
El relieve y la topografía
El relieve condiciona. La Península Ibérica está inclinada hacia el oeste. Este factor explica la importante entre las vertientes atlántica, cantábrica y mediterránea. Todos los grandes ríos, salvo el Ebro, desembocan en el Océano Atlántico, labrando extensas cuencas hidrográficas. La divisoria de aguas entre la vertiente atlántica, cantábrica y la mediterránea está definida por las cumbres de la Cordillera Cantábrica, el Sistema Ibérico y las Cordilleras Béticas. El relieve también influye en la capacidad erosiva de los ríos. Cuanto mayor es la pendiente, mayor es la capacidad erosiva de una corriente. Al contrario, en las zonas llanas el agua presenta una circulación endorreica, sin salida al mar, que da lugar a formaciones lacustres.
La litología
Los suelos condicionan la red fluvial a través de la permeabilidad y resistencia a la erosión que presenta cada roca. La roca caliza, que es permeable, se define por una escorrentía superficial mínima, por lo que domina la circulación subterránea. La roca silícea, mayoritariamente en el oeste peninsular, es muy poco permeable, lo que favorece la circulación superficial, salvo en los sectores diaclasados, en los que el agua se infiltra hacia niveles subterráneos. Los roquedos arcillosos (propios de las grandes cuencas sedimentarias) son muy impermeables y se caracterizan por la escorrentía superficial.
El clima
Determina el caudal y la regularidad de los cursos, puesto que el agua que alimenta los ríos, lagos y acuíferos proviene fundamentalmente de las precipitaciones. De la cuantía y distribución anual de las precipitaciones podemos considerar los siguientes aspectos: Una España húmeda, de ríos regulares y de caudal abundante en el área de clima atlántico. Una España seca, con ríos menos caudalosos e irregulares en la región de clima mediterráneo. Una España árida, en el sureste peninsular, con ríos de caudal muy pobre y grandes estiajes. Las temperaturas son el otro elemento que influye en la red hidrográfica. De ellas dependen las pérdidas por evaporación, que son máximas en verano en el interior y en el sur peninsular, coincidiendo con un periodo mínimo de precipitaciones. Hablamos entonces de aridez estival.
La vegetación
La vegetación retiene el agua de las precipitaciones, favorece la humedad del suelo y dificulta la erosión.
La acción antropica
Las personas modificamos los caracteres de la red fluvial mediante la construcción de infraestructuras de regulación como embalses, que tratan de paliar los profundos estiajes de muchos de nuestros ríos; embalses que también se utilizan para generar electricidad, o para abastecer de agua a los cultivos de regadío.
Cuencas fluviales y vertientes hidrográficas
Cuencas fluviales
Una cuenca fluvial es el territorio que drena o evacua sus aguas naturales a un río principal que las conduce hasta el mar. Las cuencas peninsulares se caracterizan por: se encuentran separadas por divisorias de aguas, formadas por las cumbres de los sistemas montañosos que las delimitan. Dentro de cada cuenca, las aguas circulan por un cauce o lecho que forman una red organizada jerárquicamente, desde los arroyos y afluentes, hasta llegar al río principal.
El caudal es el volumen de agua que lleva un río por segundo en un lugar determinado (la estación de medición, que se denomina estación de aforo) y se expresa en m3/seg. Los caudales máximos generalmente están ligados a las grandes cuencas fluviales. El río más caudaloso de la península Ibérica es el Duero, seguido del Ebro y el Tajo. Los caudales mínimos se dan en las cuencas del sur (Guadiana y Guadalquivir). Los ríos más regulares son los cantábricos (Nalón, Navia, Eo, Sella, Nervión, Bidasoa); mientras que los mediterráneos son los más irregulares, al contar con un régimen pluviométrico muy variable entre unos años húmedos y otros secos (Turia, Júcar, Segura, Mijares…). Una crecida o avenida es un momento de máximo caudal, un aumento brusco en un plazo corto de tiempo, que suele deberse a lluvias intensas. El estiaje es el fenómeno contrario, un momento de mínimo caudal. Ambos fenómenos son característicos de los ríos españoles, y sobre todo de las cuencas fluviales del área mediterránea en esta región donde la torrencialidad. En los ríos de la vertiente cantábrica, ni las crecidas ni los estiajes llegan a ser muy pronunciados, ya que el régimen de precipitaciones es regular. En la vertiente atlántica también se producen crecidas importantes, pero no llegan a ser tan llamativas como las de algunos ríos mediterráneos.
Las vertientes hidrográficas
Una vertiente hidrográfica es el conjunto de cuencas cuyas aguas vierten en el mismo mar. En la península existe una gran disimetría entre las vertientes atlánticas – cantábrica y mediterránea a causa de la inclinación de la Meseta hacia el oeste. En los archipiélagos no encontramos auténticos ríos, y la escorrentía superficial se limita a una red de barrancos y torrentes.
La vertiente cantábrica
Esta cuenca se define por unos cursos fluviales cortos. La mayoría de sus ríos nacen en la Cordillera Cantábrica, muy próximos a su desembocadura. En su recorrido excavan profundos valles para salvar grandes desniveles (de hasta 2.000 m) entre las montañas donde nacen y el mar, por lo que tienen una gran fuerza erosiva y un carácter torrencial que se aprovecha a lo largo de toda la cornisa cantábrica para producir electricidad.
La vertiente atlántica
La vertiente atlántica es la más extensa de la península. Agrupa a los ríos gallegos (Tambre, Ulla, Miño), los grandes colectores de la Meseta (Duero, Tajo y Guadiana), y la de la depresión Bética (Guadalquivir). Los ríos atlánticos se caracterizan por su gran longitud, excepto los ríos gallegos, ya que nacen en montañas alejadas de su desembocadura. Discurren por extensas llanuras, en un ambiente climático mediterráneo con una marcada aridez estival, que se traduce en un régimen irregular, dulcificado por el aporte de sus afluentes. Los ríos gallegos (Tambre, Ulla, Miño y Sil) son cortos y de caudal abundante y regular, como los ríos de la vertiente cantábrica. El río Duero es la cuenca más extensa de la Península (drena las tierras de la Submeseta Norte, parte sur de la cordillera Cantábrica y este del Sistema Ibérico). Nace en los Picos de Urbión (Soria) y, tras atravesar las tierras castellanas, se encaja en los Arribes del Duero (Portugal), salvando el gran desnivel entre las tierras españolas y las portuguesas. El río Tajo, en la Submeseta Sur, discurre entre el Sistema Central, las estribaciones del Sistema Ibérico y los Montes de Toledo. Es el río más largo de la Península: nace en la Sierra de Albarracín y desemboca en Lisboa. Está regulado por numerosos embalses. El río Guadiana, también en la Submeseta Sur, extiende su cuenca entre los Montes de Toledo y Sierra Morena. Nace en las lagunas de Ruidera (Ciudad Real) y desemboca en Ayamonte (Huelva). Es un río de caudal pobre (es el menos caudaloso de los grandes ríos atlánticos) e irregular, con acusados estiajes. Además, la litología caliza presente en parte de la cuenca favorece la circulación subterránea. Su régimen de alimentación es pluvial y sus afluentes (Jabalón, Zújar y Matachel) aportan poca agua al curso principal. Casi todos sus embalses se aprovechan para el regadío (La Serena, Zújar, Orellana, Cíjara, García de Sola, Montijo, Alqueva…). El río Guadalquivir recorre la depresión Bética. Recoge las aguas de Sierra Morena y las Subbéticas. Nace en la Sierra de Cazorla (Jaen) y desde Sevilla discurre por una llanura casi horizontal hasta su desembocadura en Sanlúcar de Barrameda, en el golfo de Cádiz, donde se forman las marismas del Guadalquivir. Su régimen de alimentación es pluvial.
La vertiente mediterránea
La vertiente mediterránea, es la segunda de mayor extensión después de la atlántica. Se extiende, de norte a sur, desde Girona hasta Gibraltar. Hacia el interior, la divisoria de aguas de la vertiente está definida por el Sistema Ibérico y los Sistemas Béticos; este aspecto condiciona las características de sus cuencas fluviales, puesto que, cuencas reducidas, y pronunciadas pendientes en sus cabeceras, debido a la proximidad de los relieves montañosos a la costa. El clima mediterráneo explica la pobreza del caudal de estos cursos fluviales y su gran irregularidad, con frecuentes crecidas y acusados estiajes. De hecho, muchos de ellos son cursos intermitentes, torrentes o ramblas, que solo en ocasiones llevan el agua de unas intensas precipitaciones (generalmente otoñales) con consecuencias, muchas veces, catastróficas. Los ríos catalanes (Ter y Llobregat), con un régimen nivo – pluvial, son cortos y caudalosos. Los ríos levantinos (Mijares, Turia, Júcar y Segura) tienen unas cuencas de pequeñas dimensiones, un régimen pluvial, caudal pobre y gran irregularidad interanual, con peligrosas crecidas otoñales debidas a la gota fría. Los ríos meridionales (Almanzora y Guadalhorce) tienen un régimen pluvial subtropical. Son muy cortos, rápidos e irregulares, de difícil aprovechamiento y, como los levantinos, con frecuentes crecidas. El río Ebro es una excepción en la vertiente mediterránea. Nace en la Cordillera Cantábrica (Reinosa, Cantabria), por lo que su cabecera es lluviosa; atraviesa la depresión del Ebro, donde la aridez se impone en la parte central, y, tras pasar el Sistema Costero – Catalán, desemboca en el Mediterráneo formando un delta con los materiales que arrastra. En consecuencia, es un río largo, de caudal abundante, tanto por su cabecera húmeda como por el aporte de sus afluentes pirenaicos (Aragón, Gállego,) Sus afluentes ibéricos (Jalón, Guadalope) tienen un caudal más pobre. El régimen es pluvio – nival, con estiajes cortos y menor irregularidad que el resto de los ríos mediterráneos. Sus aguas se aprovechan tanto para la producción de energía hidroeléctrica como para un intenso regadío, por lo que se han construido numerosos embalses para uso agrícola.
Las zonas húmedas – lagos y humedales – son superficies cubiertas de agua, procedentes de las precipitaciones, de los ríos, o de los acuíferos. España cuenta con numerosos lagos y humedales. Los lagos son masas naturales de agua acumuladas en zonas deprimidas, que alcanzan una profundidad entre 10 y 15 metros. La reducida extensión de algunos de ellos hace que popularmente se les conozca como “lagunas”. Consideramos las siguientes tipologías: Lagos endógenos: su origen se debe a la tectónica terrestre (hundimiento de pliegues o fallas), o a la acción de un volcán apagado como los del Campo de Calatrava (Ciudad Real). Lagos exógenos: están originados por fuerzas externas, como la acción del hielo, el agua o el viento. Así diferenciamos lagos glaciares (como los del circo de Gredos), lagos cársticos (lagunas de Ruidera en Ciudad Real), lagos endorreicos sin salida al mar (Tablas de Daimiel, Ciudad Real), lagos eólicos.
Acuífero. Estrato subterráneo donde se acumula agua infiltrada en cantidad, normalmente entre roquedos impermeables. Cauce. Lecho o terreno por el que discurren los ríos, arroyos y torrentes, que suele corresponder con la línea que une los puntos más bajos del valle fluvial. Caudal absoluto. Cantidad de agua por unidad de tiempo que fluye por una corriente de un río o arroyo en un lugar determinado. Caudal relativo. Es el volumen de agua que lleva un río en un momento y lugar determinado en relación a la superficie de la cuenca. Cuenca hidrográfica. Espacio entre divisorias de agua recorrido por un río principal y sus afluentes. Escorrentía. Agua de lluvia y deshielos que discurre libremente por la superficie de un terreno hasta alcanzar finalmente el colector principal. Aumenta si las precipitaciones son abundantes y disminuye en proporción inversa a las temperaturas. Estiaje. Fenómeno que consiste en la disminución de los caudales de los cursos fluviales durante épocas secas debido a la escasez de precipitaciones. Régimen fluvial. Hace referencia a la evolución y variación del caudal de una corriente a lo largo del año. Diversos factores influyen en esa variación estacional. Trasvase. Obra de ingeniería hidráulica que conecta dos cuencas hidrográficas, una excedentaria y otra deficitaria con el fin de abastecer de agua a la cuenca de menor caudal y de esta manera poder satisfacer sus necesidades hídricas para consumo humano, riego y otros usos. Vertiente hidrográfica. Agrupación de cuencas hidrográficas que tienen en común el que todos sus ríos vierten el agua en el mismo mar u océano.