Aunque en los últimos años se ha producido un ligero rejuvenecimiento, aumentando la población activa menor de 40 años (con la incorporación de trabajadores agrícolas inmigrantes), este ligero cambio de tendencia no es suficiente para impedir el envejecimiento de la población agraria y el despoblamiento de los espacios rurales.
Otro aspecto importante es la composición social de la población activa agraria, donde se aprecia un predominio rotundo del trabajo familiar dentro de las explotaciones agrarias. Las tres cuartas partes del trabajo agrario corresponden a trabajo familiar (realizado por el titular de la explotación y su familia). Debido a la creciente mecanización del campo es cada día más habitual la agricultura a tiempo parcial, es decir, que el propietario combina los trabajos agrícolas con otras actividades productivas.
De una cuarta parte corresponde a trabajo asalariado. Dentro de este, solo una tercera parte son obreros fijos frente a los dos tercios restantes, que son eventuales o de temporada. Los jornaleros son una importante fuerza de trabajo en los latifundios del sur y en las explotaciones intensivas de los regadíos mediterráneos. Esta situación provoca dos importantes problemas: el elevado paro estacional agrario en regiones como Andalucía o Extremadura y la creciente demanda de trabajadores temporales en épocas de cosecha, en buena parte inmigrantes, lo que está generando considerables costes sociales.
Cambios en la estructura de las explotaciones agrarias
Una explotación agraria es una unidad técnico-económica (utilización común de mano de obra y de los medios de producción: tierra, maquinaria, abonos…) de la que se obtienen productos agrarios bajo la responsabilidad de un titular. Agrupa todas las parcelas trabajadas por un mismo agricultor o ganadero, aunque no todas sean de su propiedad y estén dispersas por el territorio, junto con las instalaciones complementarias (almacenes, granjas…).
Las transformaciones vividas por la agricultura española desde mediados del siglo XX -y en especial tras la integración en la Unión Europea- han modificado también la estructura de la propiedad y el tamaño de las explotaciones agrarias, disminuyendo el número de explotaciones (poco más de un millón en la actualidad frente a los casi tres millones de explotaciones existentes en 1962). Esta concentración ha permitido el aumento del tamaño medio de las explotaciones. El tamaño medio de las explotaciones agrarias españolas está en la actualidad en torno a las 25 ha SAU, ligeramente superior a la media de la UE.
No obstante, la estructura agraria española sigue estando fuertemente desequilibrada. Atendiendo a su tamaño, en España existen muchas pequeñas explotaciones que en conjunto ocupan muy poca superficie, mientras unas pocas explotaciones grandes reúnen la mayor parte del suelo cultivable.
Las explotaciones de pequeño tamaño o minifundios (menos de 10 ha) representan el 68,2% del total, pero ocupan solo el 0,5% de la tierra. Predominan en la España Atlántica, en los regadíos mediterráneos y en los archipiélagos. Estas pequeñas explotaciones presentan problemas de rentabilidad económica. Sin embargo, dependiendo de la calidad de la tierra y su aprovechamiento, una explotación menor de 10 hectáreas puede ser perfectamente viable (es el caso de las huertas mediterráneas o de los cultivos bajo plástico de Almería, donde se practica una agricultura intensiva de elevada rentabilidad).
Las grandes explotaciones o latifundios (más de 100 ha) reúnen a menos del 5% de los propietarios, pero disponen del 56,8% de la superficie agraria. Predominan en el sur de España (Extremadura, Andalucía y La Mancha), aunque también aparecen en Salamanca y algunas zonas de Aragón. Se originan con los repartimientos tras la reconquista y se consolidan con la desamortización del siglo XIX. Tradicionalmente los latifundios estaban asociados a una agricultura de bajo rendimiento, que empleaban un gran número de jornaleros de forma estacional. Hoy, la mayoría son modernas empresas agrarias.
Las explotaciones de tamaño medio (entre 10 y 100 ha) se extienden por Cataluña, Navarra, País Vasco y algunas áreas de Castilla y León.
No obstante, a la hora de analizar las explotaciones agrarias más que tener en cuenta su dimensión física, hay que considerar su rentabilidad, si bien es cierto que ambos conceptos pueden estar relacionados. Desde este punto de vista, la dimensión económica de las explotaciones agrarias se expresa en Unidades de Dimensión Europea (UDE). Una UDE equivale a 1200 euros de margen bruto. Y en este aspecto, la agricultura española en relación con la UE sigue arrastrando todavía un notable retraso estructural, que se refleja en la reducida dimensión.