Elementos climáticos y su distribución espacial
1. Los elementos climáticos y su distribución espacial Los elementos del clima son los componentes observables y medibles de la atmósfera.
La insolación
Es la cantidad de radiación solar recibida por la superficie terrestre. Está inversamente relacionada con la nubosidad: a más nubes, menos insolación. En España, por su latitud, se superan las 2000 horas de sol al año, aunque hay mucha diferencia de unas zonas a otras.
La temperatura del aire
Es la cantidad de calor que tiene el aire. Se mide con termómetros en grados centígrados (ºC). En los mapas, se representa con isotermas (líneas que unen puntos con igual temperatura) Sobre la temperatura, influyen muchos factores: la insolación, la latitud, la altitud, la cercanía al mar, etc. Esto nos permite afirmar que la temperatura media es más baja en las montañas o que las temperaturas del norte son inferiores a las del sur.
Importancia de la temperatura
La amplitud térmica anual: diferencia entre la temperatura media del mes más cálido y la del mes más frío. Las heladas se producen cuando las temperaturas descienden de los 0º. Puede haber algún día de helada en toda la Península pero son frecuentes en el interior y en las montañas.
La humedad atmosférica
Es la cantidad de vapor de agua que contiene el aire. Depende de la proximidad del mar y de la temperatura, pues disminuye cuando aumenta la temperatura. En España, las costas y la submeseta norte en invierno superan el 70% de humedad media anual.
Tipos de humedad
- De irradiación, por pérdida nocturna del calor del suelo, propia del invierno.
- De advección: Por la llegada de masas de aire cálidas y húmedas sobre un suelo frío. Por la llegada de masas de aire frías sobre un suelo más cálido y húmedo, como el mar, un embalse o un río.
La calima es una bruma seca que reduce la visibilidad. Está causada por la presencia de finas partículas de polvo en las capas bajas de la atmósfera. No es raro que se produzca en la España seca durante el verano.
La presión atmosférica
Es el peso de la columna de aire que se encuentra sobre un lugar. Depende de las características de las masas de aire. En la Península, durante el invierno y el verano, predominan las altas presiones; en otoño y primavera, las bajas. Se mide con el barómetro y se expresa en milibares.
Distribución de la presión atmosférica
La distribución de la presión atmosférica en un mapa se expresa por medio de unas líneas llama isobaras. La presión a nivel del mar (0 metros de altitud) es de 1013 milibares, es la presión considerada normal. Las zonas donde la presión está por encima de 1013 milibares son zonas de alta presión o anticiclónicas. En estas zonas, el tiempo es estable, sin lluvias. Las zonas donde la presión está por debajo de 1013 milibares son zonas de baja presión o de borrasca.
El viento
Los vientos son movimientos horizontales del aire en relación a la superficie terrestre. Se producen a causa de las diferencias de presión y van desde las altas a las bajas presiones. En la Península, por su latitud, predominan los vientos de poniente, aunque existen numerosos vientos locales: cierzo, tramontana, levante, etc. En Canarias domina el viento alisio del NE. Las diferencias de presión originan también vientos alternantes, como las brisas marinas y las de montaña.
Las precipitaciones
Es el agua que cae a la superficie terrestre procedente de las nubes, tanto en forma líquida como sólida. Se miden con el pluviómetro en mm o l/m2 (es lo mismo, ya que un litro de agua, extendido sobre una superficie de un m2 , alcanza un mm de altura). En los mapas, se representan mediante isoyetas, líneas que unen puntos de igual precipitación.
Tipos de precipitaciones
- Orográficas, debidas al relieve
- Convectivas, por el calentamiento del suelo 2º
- De frente, al entrar en contacto dos masas de aire de distintas características; la fría se introduce por debajo de la cálida, obligándola a ascender.
En España, las precipitaciones son modestas. Pero es significativa la diferencia interanual, espacial y estacional, motivada por: La latitud y longitud determinan la sucesión anual de borrascas y anticiclones. El mar. En las zonas aisladas del mar, el frío del invierno y el calor del verano dificultan la condensación del aire. El relieve. Las precipitaciones aumentan en altura y disminuyen en zonas encerradas por montañas.
La evaporación, la evotranspiración y la aridez
La evaporación es el proceso por el cual el agua se transforma en vapor a temperatura ambiente. La intensidad crece cuando aumenta la temperatura. Por tanto, es mayor cuando más al sur, en verano y en las horas centrales del día. La evapotranspiración es la pérdida de humedad de la superficie terrestre debida a la insolación y a la transpiración de las plantas y del suelo. Se llama evapotranspiración real (ETR) a la que se produce verdaderamente; y evapotranspiración potencial (ETP) a la que se produciría en caso de haber agua suficiente. La aridez es la insuficiencia de agua en el suelo y en la atmósfera. Depende de la relación entre precipitaciones y temperatura. Aumenta con la subida de la temperatura y la bajada de las precipitaciones. Para calcular la aridez, existen diversos índices: La aridez mensual suele medirse con el índice de Gaussen: un mes es árido cuando el doble de su temperatura media es mayor o igual que el total de sus precipitaciones (2T ºC Pmm) La aridez general puede calcularse con el índice de De Martonne: el total de precipitación se divide entre la temperatura media anual más diez (P/T + 10); se le aplica la siguiente escala: > 30.zona húmeda Entre 30 y 20.zona semihúmeda Entre 20 y 10 zona semiárida Entre 10 y 5 zona semidesértica o esteparia Entre 0 y 5 .zona desértica
2. Los factores climáticos. Los factores son las variables que influyen de manera permanente sobre el clima. Podemos dividirlos en dos grupos: geográficos y termodinámicos.
La latitud
Estar colocada en la zona templada del hemisferio norte determina que España tenga dos estaciones bien marcadas, verano e invierno, separadas por dos de transición, primavera y otoño.
La situación de la Península
Entre dos grandes masas de agua de características térmicas distintas y entre dos continentes, la convierte en lugar de encrucijada de masas de aire de propiedades distintas. Canarias recibe también influencias atmosféricas diferentes debido a su insularidad y a la proximidad a las costas africanas.
La influencia del mar
Es escasa en la Península, debido a su gran anchura, a sus costas poco recortadas, y a la existencia de relieves montañosos paralelos a la costa. Este hecho establece claras diferencias climáticas entre una estrecha periferia, abierta al mar, y un ancho núcleo de tierras interiores caracterizado por la continentalidad o ausencia de influencia marina. En cambio, en ambos archipiélagos, el influjo del mar es decisivo.
El relieve
Influye en el clima por su disposición, por su altitud y por su orientación. La disposición del relieve peninsular tiene variadas repercusiones: Los sistemas montañosos paralelos a la costa frenan la influencia del mar, que solo penetra con claridad por el valle del Guadalquivir. La posición oeste-este de la mayoría de los relieves montañosos – excepto el Sistema Ibérico, la Cordillera Costero-Catalana y parte de las Béticas- dificulta la entrada de las masas de aire procedentes del norte o del sur. En cambio, favorece la entrada de las masas de aire del oeste, aunque el carácter macizo de la Península hace que al penetrar en el interior pierdan gran parte de su humedad y extremen su temperatura. Las cuencas encerradas por montañas, como las del Duero y el Ebro, tienen precipitaciones escasas, pues las masas de aire descargan su humedad en los sistemas montañosos que las bordean. La altitud disminuye las temperaturas unos 0,5/0,6 °C por cada 100 metros de ascenso. También provoca precipitaciones orográficas (en las laderas por las que asciende el aire, o de barlovento); precipitaciones «ocultas» (escarcha y rocío) y precipitaciones «horizontales» (por el estancamiento de las nubes en las laderas). La orientación origina contrastes climáticos locales entre las solanas* y las umbrías.
Factores termodinámicos
Los factores termodinámicos del clima son los responsables de la circulación atmosférica o sucesión de masas de aire, que determina los distintos tipos de tiempo atmosférico y de clima.
La circulación en altura: la corriente en chorro
En la zona templada en la que se sitúa España, la circulación atmosférica en altura está dirigida por la corriente en chorro o jet stream. Se trata de una fuerte corriente de viento que circula aproximadamente a once kilómetros de altitud. Esta corriente se forma en los límites de masas de aire con diferencias significativas de temperatura, como sucede en la zona de transición entre las corrientes procedentes de la región polar y el aire más cálido, que procede de zonas tropicales. La corriente en chorro es la responsable del tiempo en superficie. Este depende de las variaciones que experimenta la velocidad de la corriente y de sus desplazamientos estacionales: La velocidad de la corriente es variable. Cuando circula rápido, a más de 150 km/h, tiene un trazado casi zonal (oeste-este), con suaves ondulaciones, que corresponden en superficie con el frente polar y sus borrascas. Pero cuando su velocidad disminuye, describe profundas on
dulaciones: crestas o dorsales, que originan altas presiones, y valles o vaguadas que originan bajas presiones. Ambas se reflejan en superficie y dan lugar a anticiclones y a borrascas dinámicos. Las ondulaciones, que pueden llegar a desprenderse del chorro principal, permiten al aire polar penetrar muy al sur y al aire tropical desplazarse hacia el norte, lo que confiere gran variabilidad al tiempo de la zona templada. Los desplazamientos estacionales del chorro en latitud determinan que afecte a España principalmente en invierno, cuando circula más al sur. En cambio, en verano se traslada hacia el norte y suele incidir solo en la franja cantábrica peninsular. B. La circulación en superficie: centros de acción, masas de aire y frentes La circulación atmosférica en superficie está dirigida por los centros de acción, las masas de aire y los frentes. Los centros de acción son áreas de altas y bajas presiones. o Una alta presión o anticiclón es una zona de altas presiones rodeada por otras de presión más baja. Los vientos circulan
a su alrededor en el sentido de las agujas del reloj. Produce tiempo estable. Una baja presión, depresión, borrasca o ciclón es una zona de bajas presiones rodeada de otras de presión más alta. Los vientos circulan a su alrededor en sentido contrario a las agujas del reloj. Produce tiempo inestable, frecuentemente lluvioso. o El origen de los centros de acción puede ser térmico o dinámico. Los centros de acción térmicos se forman por el enfriamiento o el calentamiento del aire. Un anticiclón térmico se forma cuando una masa de aire se enfría: el aire frío pesa más, desciende y ejerce una alta presión. Una baja térmica se forma cuando el aire se calienta: el aire caliente pesa menos, se eleva y ejerce una baja presión. Los centros de acción dinámicos se forman a partir de las crestas y vaguadas de la corriente en chorro, que se reflejan en superficie: las crestas generan anticiclones, y las vaguadas, borrascas. o Los principales centros de acción que dirigen la circulación sobre la Península son los siguientes: Centros de acción anticiclónicos: el anticiclón de las Azores, que en verano se desplaza hacia el norte y en invierno hacia el sur; los anticiclones polares atlánticos; el anticiclón escandinavo, y los anticiclones térmicos del continente europeo y del interior de la Península, formados por el enfriamiento del suelo en invierno. Centros de acción depresionarios: la depresión de Islandia la depresión del golfo de Génova, formada cuando coladas de aire frío continental europeo llegan al Mediterráneo, más cálido y húmedo las depresiones térmicas del norte de África y del interior peninsular, formadas por el calentamiento del suelo en verano. Las masas de aire son porciones de aire con unas características concretas de temperatura, humedad y presión. Estas propiedades las adquieren en sus regiones de origen. España, debido a su latitud, recibe masas de aire frías árticas o polares y masas de aire cálidas tropicales . Las tres, dependiendo de la superficie sobre la que se forman, pueden ser marítimas húmedas o continentales secas . Estas características originales pueden modificarse. Los frentes son superficies que separan dos masas de aire de características distintas. La diferencia de presión hace que el aire cálido ascienda por encima del frío; esto hace que se condense el vapor de agua y dé lugar a precipitaciones. Podemos distinguir tres tipos de frentes: o Frente cálido. Se produce cuando una masa de aire cálido avanza sobre una masa de aire frío, ascendiendo lentamente por encima de ella. o Frente frío. Se forma cuando una masa de aire frío se acerca a una masa de aire cálido. El aire frío, más denso, desplaza la masa de aire cálido hacia las capas superiores. o Frente ocluido. Se produce si un frente cálido es seguido por un frente frío, con un desplazamiento más veloz. El frente frío alcanza al cálido, desplazándolo hacia arriba. Los dos frentes continúan moviéndose uno detrás del otro, y la línea entre ellos es el frente ocluido. En España, el frente más frecuente es el frente polar, que separa las masas de aire tropical y polar. Sus ondulaciones originan borrascas de dos frentes, que provocan precipitaciones.
Tema 5 los climas El territorio español se caracteriza por una amplia diversidad de climas. Los principales son el clima oceánico, el mediterráneo con sus distintas variedades y el de montaña. El clima de Canarias, por sus peculiaridades, se trata en un apartado propio. A. El clima oceánico El área de clima oceánico ocupa el norte de la Península: la cornisa cantábrica y Galicia. Las precipitaciones son abundantes, regulares y suaves. o El total anual supera los 800 mm y los días de lluvia son más de 150 al año. o Su distribución a lo largo del año es bastante regular, ya que esta área se encuentra bajo la continua acción de las borrascas del frente polar. No obstante, suele darse un máximo de precipitación en invierno, debido a la mayor frecuencia de paso de estas borrascas, y un mínimo relativo en verano, debido a la influencia del anticiclón de las Azores, desplazado al norte. Este mínimo puede dar lugar a un máximo de dos meses secos, que marca la transición al clima mediterráneo continentalizado. o La forma en la que caen las precipitaciones es suave, lo que favorece su filtración en el suelo. Las temperaturas se caracterizan por una amplitud térmica baja en la costa y moderada hacia el interior: o En la costa, la amplitud térmica es baja debido a la influencia del mar (entre 9 °C y 12 °C). El verano es fresco (ningún mes tiene una temperatura media igual o superior a 22 °C) y el invierno es moderado (la temperatura media del mes más frío está entre 6 °C y 10 °C). o Hacia el interior, la amplitud térmica es moderada al disminuir la influencia marina, (entre 12-15 °C). Debido a este hecho, el invierno es frío (baja de 6 °C). B. El clima mediterráneo El área de clima mediterráneo es la más extensa de España. Comprende el territorio peninsular al sur de la zona de clima oceánico, las islas Baleares, Ceuta y Melilla. Las precipitaciones son escasas o moderadas, irregulares y tormentosas. o El total anual es inferior a 800 mm, considerándose moderadas entre 800 mm y 500 mm, y escasas por debajo de 500 mm. o Su distribución es irregular. El verano es seco debido a la influencia del anticiclón de las Azores, que en esta época del año se desplaza hacia el norte. El máximo tiene lugar en otoño y en primavera, salvo en las zonas más abiertas al Atlántico, donde se produce en invierno. o La forma en la que caen las precipitaciones es muchas veces como violentas tormentas, que erosionan fuertemente el suelo en las áreas desprovistas de vegetación. Las temperaturas varían con la latitud y la distancia al mar. Dentro del clima mediterráneo se distinguen tres subtipos: B.1 Mediterráneo marítimo Comprende la costa mediterránea peninsular (menos el SE), la costa suratlántica, Baleares, Ceuta y Melilla. Las precipitaciones son escasas o moderadas, entre 800 y 300 mm al año. Su volumen es algo mayor en la costa suratlántica que en la mediterránea. o En la costa suratlántica, las precipitaciones son más abundantes por la mayor influencia de las borrascas atlánticas; sobre todo, de las formadas en el SO peninsular y en el golfo de Cádiz. Su máximo principal es en invierno o en otoño-invierno. o En la costa mediterránea, las precipitaciones son menores porque las borrascas atlánticas pierden su humedad al atravesar la Península y las barreras montañosas paralelas a la costa mediterránea. Su máximo principal es en otoño, debido a las tormentas ocasionadas por el contraste entre las aguas cálidas del Mediterráneo y la tierra, que se enfría más deprisa. También pueden producirse por la llegada de masas de aire del este procedentes del continente europeo que ascienden por las cordilleras litorales, o por gotas frías en altura. Las temperaturas se caracterizan por una amplitud térmica moderada (12 °C-15/16 °C) debido a la calidez del Mediterráneo. El verano es caluroso (iguala o supera los 22 °C), y el invierno, suave (el mes más frío no baja de 10 °C). B2. Mediterráneo de interior o continentalizado Comprende el interior peninsular, menos la zona media del valle del Ebro. Las precipitaciones son escasas o moderadas, también entre 800 y 300 mm anuales. Su volumen es algo mayor en el sector occidental del interior peninsular. o En el sector occidental peninsular, las precipitaciones son más abundantes por la mayor frecuencia de paso de las borrascas atlánticas. Su máximo principal es en invierno. o En el centro de las depresiones castellanas y del Ebro, las precipitaciones son menores, debido a su encajamiento entre montañas. Su máximo tiene lugar en las estaciones equinocciales, sobre todo en primavera, cuando se debilitan los anticiclones invernales. Estos se forman por el frío del suelo y pueden ocasionar un mínimo secundario de precipitación en invierno. Las temperaturas se caracterizan por una amplitud térmica alta (superior a los 16 °C), debido al aislamiento de la influencia del mar. Las variaciones térmicas permiten distinguir tres subtipos climáticos: o La submeseta norte y las tierras altas de Guadalajara, Teruel y Cuenca tienen veranos frescos (inferior a 22 °C) e inviernos fríos (el mes más frío baja de 6 °C), con frecuentes heladas y nieblas. o La submeseta sur y los bordes del valle del Ebro tienen veranos calurosos (igual o superior a 22 °C) e inviernos fríos, aunque con menor incidencia de las heladas. o Extremadura y el interior andaluz tienen veranos muy calurosos e inviernos moderados (el mes más frío entre 6 °C y 10 °C). B3. Mediterráneo seco o subdesértico El área del clima mediterráneo seco o subdesértico, comprende el SE peninsular y la zona media del valle del Ebro
Las precipitaciones son muy escasas, entre 300 y 150 mm, lo que le confiere carácter subdesértico. o En el SE, la aridez obedece a que la zona se encuentra protegida de las borrascas atlánticas por los relieves de las cordilleras Béticas, a que llegan con dificultad las borrascas mediterráneas y a que son frecuentes las masas de aire secas procedentes de África. Solo las borrascas que penetran por el Estrecho o las formadas ocasionalmente en el mar de Alborán provocan precipitaciones. En el cabo de Gata se llega al clima desértico (menos de 150 mm de precipitación anual). o En la zona media del valle del Ebro, la aridez se debe al encajamiento entre montañas. El Sistema Ibérico actúa como barrera frente a las borrascas atlánticas y la cordillera Costero-Catalana frena la influencia del Mediterráneo. Las temperaturas varían con la latitud y la distancia al mar. o La estepa cálida de la costa del SE tiene temperatura media anual en torno a 17 °C-18 °C e inviernos muy suaves (no bajan de 10 °C). o La estepa fría del interior del SE (este de La Mancha y Albacete) y de la zona media del valle del Ebro tiene temperatura media anual inferior a 17 °C e inviernos moderados o fríos (entre 6 °C y 10 °C, o por debajo de 6 °C, respectivamente). C. El clima de montaña El área del clima de montaña comprende los territorios situados a más de 1 000 m de altitud. Sus características están determinadas por la altura, pues a medida que se incrementa, las precipitaciones aumentan y las temperaturas disminuyen. Las precipitaciones son muy abundantes: superan los 1 000 mm al año. Las temperaturas se caracterizan por una media anual baja (inferior a 10 °C) y por inviernos fríos, en los que algún mes se sitúa cerca o por debajo de 0 °C. Por este motivo son frecuentes las precipitaciones en forma de nieve. Estas características muestran algunas variaciones: o Las montañas incluidas en el área de clima oceánico (Pirineos y cordillera Cantábrica) no tienen ningún mes seco y presentan veranos frescos (ningún mes iguala o supera los 22 °C). o Las montañas incluidas en el área mediterránea sufren una notable reducción de precipitaciones en verano, que puede dar lugar a uno o dos meses secos. Su temperatura estival es más alta, rebasándose los 22 °C en algunos sectores. D. El clima de Canarias Las Islas Canarias tienen un clima subtropical debido a la influencia de varios factores: Su situación meridional próxima al trópico y a las costas africanas aporta influencias variadas. Dominan el anticiclón de las Azores y el viento alisio* del NE, que origina temperaturas suaves todo el año. Cuando el anticiclón se desplaza, permite el paso de las borrascas atlánticas en invierno y del aire sahariano en verano. La corriente fría de Canarias, entre las islas y el continente africano, enfría las aguas superficiales más de lo que le corresponde por su latitud e incrementa la estabilidad del aire en verano. El relieve hace disminuir la temperatura, y provoca en las vertientes a barlovento del alisio cuantiosas precipitaciones y nubosidad abundante (mar de nubes). La influencia de estos factores da lugar a un tipo de clima caracterizado por los rasgos siguientes: En las zonas bajas, las precipitaciones son muy escasas. En las islas occidentales se encuentran entre 300 y 150 mm al año (clima subdesértico o estepario); y en Lanzarote, Fuerteventura y tierras bajas de Gran Canaria no alcanzan los 150 mm al año (clima desértico). Estos escasos valores se explican por el predominio anual del anticiclón de las Azores. El máximo relativo tiene lugar en invierno, debido a las borrascas atlánticas. Las temperaturas son cálidas todo el año ya que ningún mes desciende de 17 °C. Por tanto, la amplitud térmica es muy baja (inferior a 8 °C). En las medianías y zonas altas, las precipitaciones se incrementan y pueden alcanzar los 1 000 mm en las vertientes a barlovento del alisio. En cambio, las temperaturas bajan.
1. Los regímenes fluviales A. Elementos del régimen fluvial El régimen fluvial es la evolución del caudal de una corriente a lo largo del año. Para poder analizar esta evolución, es decir, para analizar las características de un régimen fluvial, utilizamos unos parámetros o «elementos», que son todos aquellos aspectos cuantificables con los que podemos valorar la cantidad de agua que fluye por un río. EL CAUDAL El caudal lo usamos como el elemento de medida más destacado. Es el volumen de agua que lleva un río por segundo en un lugar determinado (la estación de medición, que se denomina estación de aforo) y se expresa en m 3 /s. Este valor es absoluto y varía continuamente, por lo que suelen emplearse valores promedio, como son el caudal medio diario, mensual y anual. El módulo o abundancia media es el caudal medio anual calculado sobre un período estimado de treinta años. La aportación es la cantidad total de agua que drena anualmente una cuenca. El caudal específico o relativo relaciona el caudal con la superficie de la cuenca, lo que permite comparar cuencas de tamaños muy diferentes. Se mide en l/s/km2 . En España, los caudales máximos generalmente están ligados a las grandes cuencas fluviales, aunque indudablemente el factor climático afecta directamente al caudal de los ríos en una tendencia clara norte-sur. El río más caudaloso de la península Ibérica es el Duero, seguido del Ebro y el Tajo. En contraste, los caudales relativos más altos se asocian a los ríos pirenaicos y cantábricos, de cuencas más reducidas. LA IRREGULARIDAD Y LAS VARIACIONES ESTACIONALES DEL CAUDAL La irregularidad define las variaciones de caudal de un río a lo largo del año o entre distintos años y está directamente relacionada con el régimen de precipitaciones. Propiamente, el término hace referencia a la «irregularidad» interanual, es decir, a las variaciones de caudal que se producen durante un largo período de tiempo, de veinte a treinta años, que se calcula con el coeficiente de irregularidad. En España, los ríos más regulares son los cantábricos, mientras que los mediterráneos, con un régimen pluviométrico muy variable entre unos años húmedos y otros secos, son ríos muy irregulares. La irregularidad dentro del mismo año (variaciones estacionales) permite conocer la distribución del caudal a lo largo de los meses del año y reconocer los períodos de aguas altas y de aguas bajas relacionados con el régimen y el tipo de precipitaciones. Los ríos más irregulares en nuestro país son los levantinos. LAS CRECIDAS Y ESTIAJES Con los siguientes términos se definen los momentos puntuales de caudales máximos y mínimos absolutos. Una crecida o avenida es un momento de máximo caudal, un aumento brusco en un plazo corto de tiempo, que suele deberse a lluvias intensas que, a veces, se acompañan de efectos catastróficos. El estiaje es el fenómeno contrario, un momento de mínimo caudal. Ambos fenómenos son característicos de los ríos españoles, y sobre todo de las cuencas fluviales del área mediterránea. Es en esta región donde la torrencialidad de las precipitaciones, características de la gota fría, se manifiesta en las crecidas más espectaculares (el río Júcar, el Turia y el Mijares han llegado a aumentar hasta más de cuatrocientas veces su media). Igualmente, los estiajes más pronunciados corresponden a esta región mediterránea. Las ramblas (cauces de río normalmente secos que ocasionalmente pueden llevar agua), muy presentes en la zona mediterránea, ilustran a la perfección este fenómeno de las crecidas y los estiajes. En los ríos de la vertiente cantábrica, ni las crecidas ni los estiajes llegan a ser muy pronunciados, ya que el régimen de precipitaciones es regular. En los grandes ríos atlánticos, sí se producen crecidas importantes, pero no llegan a ser tan llamativas ni a causar los efectos que acompañan las de algunos ríos mediterráneos. B. Tipos de regímenes fluviales Los regímenes fluviales dependen básicamente del clima, concretamente de la cantidad y el tipo de las precipitaciones que alimentan a los ríos. Desde este punto de vista, distinguimos los ríos de alimentación pluvial, nival y mixtos (nivo-pluvial o pluvio-nival). Ríos de régimen pluvial El régimen pluvial es el más extendido en España. Está condicionado directamente por las precipitaciones en forma de lluvia. Se diferencian varios subtipos en función del régimen de precipitaciones. El régimen pluvial oceánico es característico de los ríos del norte peninsular de clima atlántico, área de precipitaciones elevadas y regulares, y una evaporación relativamente baja. Presenta un máximo invernal y un mínimo poco pronunciado durante el verano. Ríos como el Tambre y el Ulla responden a este régimen. El régimen pluvial mediterráneo es propio de un contexto climático de precipitaciones irregulares, con una pronunciada sequía estival y frecuentes lluvias de carácter torrencial. Presenta un acusado estiaje veraniego, aguas máximas en primavera y una importante evaporación a lo largo del año. Dentro de él podemos diferenciar, a su vez, varios subtipos: o El régimen pluvial mediterráneo levantino, característico de la zona litoral (ríos Mijares y Palancia, por ejemplo), con frecuentes crecidas y un pico máximo en otoño. o El régimen pluvial mediterráneo subtropical, en el interior continentalizado (Zújar, Jándula), con un estiaje muy pronunciado y con máximos en primavera. En los ríos de la vertiente sur (Guadalfeo, Guadalhorce), el estiaje puede alargarse a más de medio año. Ríos de régimen nival Los ríos de régimen nival son propios de zonas de montaña con cabeceras por encima de los 2.500 m de altitud. Se alimentan con el agua de las nieves retenidas durante el invierno, época que corresponde a la estación de aguas bajas. A finales de la primavera e incluso comienzos del verano, la fusión de las nieves aumenta el caudal del río; es la época de aguas altas. En España, el régimen nival se limita a los ríos pirenaicos de alta montaña, como el Caldarés, subafluente del Gállego. Ríos de régimen mixto Los regímenes mixtos combinan ambos tipos de alimentación, nival y pluvial, nombrándose en primer lugar el tipo de precipitación que aporta más recursos. En el régimen nivo-pluvial domina la alimentación nival sobre la pluvial. Por eso, presenta aguas altas al final de la primavera, coincidiendo con el deshielo de las nieves. En España es propio de algunos ríos pirenaicos, como el Gállego y el Cinca, y también de los cursos altos de los ríos cantábricos y algunos ríos del Sistema Central. En el régimen pluvio-nival, la alimentación pluvial domina sobre la nival, con máximos a comienzos de la primavera (cuando al agua de lluvia se suma el agua de fusión de las nieves) y un claro estiaje durante el verano. Este régimen caracteriza algunas zonas de cabecera de los grandes ríos peninsulares, como el Duero y el Tajo en la vertiente atlántica, o el Llobregat en la mediterránea. Estos regímenes sencillos son propios de ríos de cuencas reducidas con unas condiciones uniformes. Por el contrario, los grandes ríos españoles se definen por tener unos regímenes fluviales complejos, en los que se combinan distintos tipos de alimentación, ya que en sus extensas cuencas van cambiando las condiciones físicas y, además, reciben el aporte de sus afluentes, lo que conduce a un cambio y gran diversidad en el tipo y el modelo de regímenes fluviales a lo largo de su recorrido.
2. La red fluvial de España La red fluvial peninsular se estructura en dos vertientes hídricas: la vertiente atlántica y la vertiente mediterránea. Son dos vertientes muy diferentes, tanto por su desigual extensión como por las características de los ríos. En los archipiélagos no encontramos auténticos ríos, y la escorrentía superficial se limita a una red de barrancos y torrentes. LAS VERTIENTES PENINSULARES: LA VERTIENTE ATLÁNTICA La vertiente atlántica, la más extensa, ocupa el 69% del espacio peninsular. Dentro de ella podemos diferenciar dos sectores o conjuntos. El primero corresponde a los ríos del norte peninsular (ríos vascos, cántabros, astures y gallegos), reunidos en la cuenca norte. El segundo conjunto agrupa los grandes colectores de la Meseta y la depresión Bética. La cuenca norte Incluye los ríos del dominio de clima oceánico, tanto los que desembocan en el mar Cantábrico (en ocasiones se habla de vertiente cantábrica para referirnos a ellos) como los gallegos, que tienen unos rasgos comunes con los cantábricos. Esta cuenca se define por unos cursos fluviales cortos. La mayoría de sus ríos nacen en la Cordillera Cantábrica, muy próximos a su desembocadura. En su recorrido excavan profundos valles para salvar los desniveles (de hasta 2.000 m) entre las montañas donde nacen y el mar, por lo que tienen una gran fuerza erosiva y un carácter torrencial que se aprovecha a lo largo de toda la cornisa cantábrica para producir electricidad. Las elevadas y regulares precipitaciones otorgan a estos ríos un caudal abundante y regular, con un régimen de alimentación pluvial y pluvio-nival. Los ríos vascos (Bidasoa, Nervión) son los más regulares. Los cántabros y astures (Pas, Deva, Sella, Nalón, Narcea, Navia) tienen una gran potencia erosiva. Y los ríos gallegos (Eo, Tambre, Ulla, Miño y Sil) son los que presentan un curso más suave, acorde con el relieve del Macizo Galaico. Los grandes colectores de la Meseta y la depresión Bética Los grandes ríos atlánticos se caracterizan por su gran longitud, ya que nacen en montañas alejadas de su desembocadura. Discurren por extensas llanuras, en un ambiente climático mediterráneo con una marcada aridez estival, que se traduce en un régimen irregular, dulcificado por el aporte de sus afluentes. Su caudal absoluto es elevado, pero su caudal relativo desciende significativamente, puesto que estos ríos han labrado amplias cuencas fluviales entre los relieves que las limitan. De norte a sur se localizan las grandes cuencas de la Meseta (Duero, Tajo y Guadiana) y el río Guadalquivir. El Duero es la cuenca más extensa de la Península. Drena las tierras de la Submeseta Norte y recoge las aguas de las cordilleras Cantábrica, Ibérica y Central. Nace en los Picos de Urbión y, tras atravesar las tierras castellanas, se encaja en los Arribes del Duero, salvando el gran desnivel entre las tierras españolas y las portuguesas. Este desnivel se aprovecha para la construcción de presas que producen electricidad (Aldeadávila, Saucelle…). Sus afluentes de la margen derecha (Pisuerga y Esla) son más caudalosos que los de la margen izquierda (Duratón, Adaja, Tormes) y su régimen de alimentación es pluvionival, con máximos en marzo-abril. El Tajo, en la Submeseta Sur, discurre entre el Sistema Central, las estribaciones del suroeste del Sistema Ibérico y los Montes de Toledo. Es el río más largo de la Península: nace en la Sierra de Albarracín y desemboca en Lisboa. Está regulado por muchos embalses. Sus principales afluentes de la margen derecha son el Jarama, el Alberche, el Tiétar y el Alagón. Los de la izquierda, menos caudalosos, son el Guadiela, el Algodor y el Almonte. Sus aguas se aprovechan para la producción de electricidad (presa de Alcántara) y su régimen de alimentación es pluvio-nival. El Guadiana, también en la Submeseta Sur, extiende su cuenca entre los Montes de Toledo, Sierra Morena y las Subbéticas. Nace en las lagunas de Ruidera y desemboca en Ayamonte. Es un río de caudal pobre (es el menos caudaloso de los grandes ríos atlánticos) e irregular, con acusados estiajes. Además, la litología caliza presente en parte de la cuenca favorece la circulación subterránea. Su régimen de alimentación es pluvial y sus afluentes (Jabalón, Zújar y Matachel) aportan poca agua al curso principal. Casi todos sus embalses se aprovechan para el regadío. Guadalquivir recorre la depresión Bética. Recoge las aguas de Sierra Morena y las Subbéticas. Nace en la Sierra de Cazorla y desde Sevilla discurre por una llanura casi horizontal hasta su desembocadura en Sanlúcar de Barrameda, en el golfo de Cádiz, donde se forman las marismas del Guadalquivir. Su régimen de alimentación es pluvial subtropical, aunque el de su principal afluente, el Genil, que nace cerca de Sierra Nevada, tiene influencia nival.
Las vertientes peninsulares: la vertiente mediterránea La vertiente mediterránea, que ocupa el 31% de la superficie peninsular, se extiende, de norte a sur, desde Girona hasta Gibraltar. Hacia el interior, la divisoria de aguas de la vertiente está definida por el Sistema Ibérico y los Sistemas Béticos; este aspecto condiciona las características de sus cuencas fluviales, puesto que, salvo el Ebro, son cursos de pequeña o mediana longitud, cuencas reducidas, y pronunciadas pendientes en sus cabeceras, debido a la proximidad de los relieves montañosos a la costa. El clima mediterráneo explica la pobreza del caudal de estos cursos fluviales y su gran irregularidad, con frecuentes crecidas y acusados estiajes, a los que se suma una elevada evapotranspiración, que contribuye aún más a reducir el caudal de estos ríos. De hecho, muchos de ellos son cursos intermitentes, torrentes o ramblas, que solo en ocasiones llevan el agua de unas intensas precipitaciones (generalmente otoñales) con consecuencias, muchas veces, catastróficas. Los ríos catalanes (Fluviá, Ter y Llobregat), con un régimen de alimentación mixto, son cortos y algo más caudalosos. Los levantinos (Mijares, Palancia, Turia, Júcar y Segura) tienen unas cuencas de pequeña o medianas dimensiones, un régimen de alimentación pluvial o pluvio-nival, caudal pobre y gran irregularidad interanual e intranual, con peligrosas crecidas otoñales debidas a la gota fría. Los ríos meridionales (Almanzora, Guadalfeo y Guadalhorce) tienen un régimen pluvial mediterráneo subtropical. Son muy cortos, rápidos e irregulares, de difícil aprovechamiento y, como los levantinos, con frecuentes crecidas. El Ebro es una excepción en la vertiente mediterránea. Nace en la Cordillera Cantábrica, en Fontibre, por lo que su cabecera es lluviosa; atraviesa la depresión del Ebro, donde la aridez se impone en la parte central, y, tras pasar el Sistema Costero-Catalán, desemboca en el Mediterráneo formando un delta con los materiales que arrastra. En consecuencia, es un río largo, de extensa cuenca y caudal destacado, tanto por su cabecera húmeda como por el aporte de sus afluentes pirenaicos (Aragón, Gállego, Cinca y Segre). Sus afluentes ibéricos (Jalón, Guadalope) tienen un caudal más pobre. El régimen de alimentación es pluvio-nival, con estiajes cortos y menor irregularidad que el resto de los ríos mediterráneos. Sus aguas se aprovechan tanto para la producción de energía hidroeléctrica como para un intenso regadío, por lo que se han construido numerosos embalses para uso agrícola (Mequinenza, Caselles). La red fluvial insular, Ceuta y Melilla Baleares y Canarias carecen de auténticos ríos. El clima y la litología son factores decisivos a la hora de entender las características hídricas de los archipiélagos. En Baleares, en la isla de Mallorca encontramos cursos intermitentes, torrentes o torrents, que tienen unos rasgos similares a las ramblas levantinas: solo llevan agua en los períodos de precipitaciones (fundamentalmente equinocciales), y sus cauces están secos durante gran parte del año. En el resto de las islas, más llanas, la escorrentía superficial es mucho menor. En todas ellas la litología caliza favorece la circulación subterránea, de manera que existen numerosos acuíferos, que tienen una importancia vital desde la antigüedad debido a los escasos recursos hídricos superficiales. En Canarias, la aridez de gran parte de las islas, junto al carácter permeable de la litología volcánica, justifica la ausencia de cursos permanentes de agua. La mayor parte de los recursos hídricos procede de las aguas subterráneas, los acuíferos. La infrecuente escorrentía superficial se limita a la red de barrancos que encauzan las aguas de las escasas precipitaciones. Ceuta y Melilla reducen sus recursos hidrográficos a una red formada por arroyos de escasa longitud y de acusado carácter estacional y torrencial. En Melilla, el llamado río de Oro es actualmente un cauce seco, salvo en momentos esporádicos de crecidas, como las acontecidas en el otoño de 2008. El abastecimiento en ambas ciudades se logra a través de la extracción mediante pozos de las aguas freáticas del subsuelo, más abundantes en la ciudad de Melilla.
3. Uso y aprovechamiento de las aguas El agua es imprescindible para la vida y las actividades humanas. Se encuentra tanto en la superficie terrestre (ríos, lagos, mares y embalses) como en el subsuelo, y tiene un carácter renovable. La mayor o menos disponibilidad de agua depende de factores naturales (básicamente, el relieve y el clima) y de factores humanos (la construcción de embalses o potabilizadoras y el uso racional de la misma). En la historia de España, las primeras noticias de construcciones para el aprovechamiento del agua provienen de la época de los romanos, que diseñaron canalizaciones para regar las tierras y acueductos para abastecer de agua a las ciudades. Los musulmanes, en sus casi ocho de presencia en la Península Ibérica, dejaron buenas muestras de su interés por el agua, sobre todo en la agricultura. Después de que tanto los ilustrados del XVIII como los regeneracionistas de finales del XIX, consideraran el buen uso del agua un instrumento de desarrollo económico y social, la primera actuación pública importante, por lo menos en el plano legislativo, fue el Plan Nacional de Obras Públicas de 1933, en el que el gobierno de la II República planteaba la construcción de embalses, el trasvase de agua de la «España húmeda» a la «España seca», etc. Muchos de estos proyectos serían llevados a cabo durante el periodo de gobierno de Franco, a partir de los años sesenta del siglo XX. En la actualidad, la demanda de agua en España supera los 40 000hm3 , distribuidos en los siguientes usos: Consumo urbano: Se incluye en este apartado tanto el consumo de los hogares como el de los servicios de las ciudades. El desarrollo urbano general y, más concretamente, el ligado a las zonas turísticas, han obligado a ampliar las infraestructuras necesarias para abastecer a numerosas poblaciones como, por ejemplo, los enclaves costeros o Madrid. Al igual que en el caso del regadío, las pérdidas hídricas por roturas, fugas, averías o fraudes, siguen siendo muy cuantiosas hoy en día (algunos estudios la sitúan en un 17% del volumen total). Consumo industrial: Una gran parte de este consumo está, lógicamente, vinculado a las cuencas del norte, del Ebro y de Cataluña, los lugares con más desarrollo industrial de España. Regadío: Es el sector que consume más agua ya que la desigual distribución de las precipitaciones hace necesario el regadío en muchos cultivos. Pero hay estudios que indican que gran parte de esta agua se desaprovecha por sistemas de riego despilfarradores o por fallos en las conducciones. Refrigeración instalaciones energéticas: Casi toda esta agua procede de las cuencas del Tajo y el Ebro, y se consume en el funcionamiento y seguridad de las centrales nucleares de Ascó y Almaraz. En cuanto a recursos hidrológicos, existen grandes diferencias entre unas zonas y otras de España. Tradicionalmente, se ha hablado de la «España húmeda» y de la «España seca». En general, podemos decir que la zona cantábrica y las cuencas del Duero, el Tajo y el Ebro poseen recursos suficientes para satisfacer las demandas. Por el contrario, las cuencas del Guadalquivir, Sur, Segura y Baleares tienen déficit habitual, mayor en los años secos. Para equilibrar estas diferencias, existe una política del estado de infraestructuras y equipamientos: Las presas. Hay unas 1200 presas en España. En los últimos años, se han construido embalses en el curso de los afluentes por donde desaguan las montañas con el objetivo de: Aprovechar las condiciones que ofrecen los valles estrechos del curso alto de los ríos para la construcción del embalse. Amortiguar las crecidas al regular los afluentes de cabecera. Construir a la mayor cota para aumentar la altura de los saltos de producción de energía eléctrica. Los trasvases. Consisten en el traslado de agua de zonas con superávit a zonas con déficit. En España funcionan los siguientes: trasvase Tajo-Segura, Turia-Júcar, Ebro-Tarragona y el trasvase de Zadorra. Los canales son construcciones muy parecidas a las tuberías pero abiertas a la atmósfera y destinadas al transporte del agua. Están dedicados al riego, el transporte o la navegación. En España, tenemos el Canal Imperial Aragón, considerado uno de los más importantes de Europa, y el Canal del Duero, entre otros. Las depuradoras tratan las aguas residuales para que no contaminen. Pueden ser urbanas, que tratan las aguas provenientes de uso doméstico; o industriales, para las aguas provenientes de industrias. Las potabilizadoras son plantas para tratar el agua que se va a beber; se localizan al pie de una sierra y cerca de los ríos. Se eliminan los residuos sólidos, se descontamina al aportarle oxígeno y se le da una tercera fase de afino. La UE obliga a que todas las localidades tengan estas plantas potabilizadoras. Todo uso de recursos, sean o no renovables, conlleva la eliminación de residuos. El problema ambiental que generan los residuos se engloba bajo la denominación de contaminación. La contaminación de las aguas más importante es, sin duda, la provocada por el hombre. El desarrollo y la industrialización suponen un mayor uso de agua y una gran generación de residuos muchos de los cuales van a parar al agua. Se diferencian los siguientes tipos de contaminación acuática. De origen urbano: La contaminación por aguas negras o fecales. De origen industrial: La contaminación por vertidos tóxicos y desechos. De origen agrícola: La contaminación por el uso de pesticidas y herbicidas. Otro problema que se está planteando en la actualidad es el de la sobreexplotación de los recursos hídricos. En España hay zonas sometidas a sobreexplotación, generalmente debido al exceso de cultivos de regadío y a las demandas derivadas, por ejemplo, del turismo en el área mediterránea .El abuso de determinados acuíferos está teniendo diversas consecuencias, entre ellas la de poner en riesgo los humedales españoles, que se dan en zonas en las que el nivel freático se halla en la superficie o muy cerca de ella, de manera que la tierra se encuentra cubierta por aguas poco profundas. Terminemos este apartado refiriéndonos a los riesgos que se derivan de las propias circunstancias naturales del agua. Son, sobre todo, las inundaciones y sequías, que pueden provocar efectos catastróficos tanto para las personas como para la economía. Las inundaciones se producen por diversas causas: desbordamientos de ríos, situaciones meteorológicas de gota fría, construcción en ramblas, etc. Estos riesgos pueden ser paliados en parte con la construcción de embalses y la puesta en marcha de sistemas automáticos de información hidrológica. Nunca se podrán evitar del todo, pero sí redecir sus consecuencias