Punto 1. El sector secundario en España.
El sector secundario en España: abarca aquellas actividades económicas que se basan en la transformación de los bienes y recursos que se extraen del medio físico. Es la actividad más importante en términos económicos y de empleo. Se suele incluir en el análisis de este sector la explotación de las materias primas, porque son el punto de partida de las transformaciones industriales que permiten obtener los productos semielaborados y elaborados, y las fuentes de energía, por considerarse estas un elemento clave en los procesos industriales. En 2014, el sector secundario aportó el 21,1% del PIB español: un 16% la industria y un 5,1% la construcción. En cuanto a la ocupación, ese mismo año empleó a más de 3 millones de personas, el 17,6% de la población ocupada de nuestro país. El peso económico del sector varía notablemente por regiones. El empleo industrial ha ido en descenso desde 1975. Esto se explica por varios factores: la introducción de tecnología en procesos productivos, que ha hecho que no se necesiten tantos trabajadores, la deslocalización de fábricas y la externalización o subcontratación de actividades, la crisis de sectores industriales intensivos en mano de obra o muy contaminantes, y el trasvase de trabajadores industriales hacia el sector terciario que ofrece más oportunidades de empleo. La pérdida de peso del sector industrial en el empleo no impide constatar el crecimiento de la producción industrial gracias al aumento de la productividad, su vitalidad exportadora y su tendencia a cimentar las bases para la decidida homologación con los países industrializados de Europa. En cuanto a la construcción, ha sido durante décadas uno de los motores de la economía española, desde que se iniciara el boom del turismo. Entre 2005 y 2008 este sector llegó a contribuir con más del 10% del PIB nacional y a emplear al 13,3% de la población en 2007. Pero la crisis económica y financiera mundial y el final de la burbuja inmobiliaria que existía en España desde comienzos de la centuria, provocaron el desplome del sector, que en la segunda mitad de 2015 comenzó a dar signos de recuperación.
Punto 2: la actividad minera.
La actividad minera: las materias primas son elementos disponibles en la naturaleza que o bien consumimos directamente o necesitan ser transformados por la actividad industrial para el consumo. Hay 3 grupos según su origen: animal, vegetal y mineral. Son este tipo de materias primas las que se relacionan con la industria extractiva o minería. Las materias primas minerales se clasifican en minerales energéticos, que son fuentes de energía, y minerales no energéticos. Dentro de estos últimos se diferencian a su vez entre minerales metálicos y minerales no metálicos. Los metálicos están relacionados con el Zócalo herciniano y sus bordes, mientras que los no metálicos tienen una localización más compleja.
La importancia de la minería en España: la minería es la actividad industrial dedicada a la extracción selectiva de rocas y minerales de la corteza terrestre. Es una actividad secundaria en nuestro país, pues solo aporta el 0,3% del PIB español, ocupa a un porcentaje algo inferior de la población activa y sufre desde hace décadas un declive.
En la actualidad, España es un importante productor de rocas ornamentales y productos de cantera, destinados fundamentalmente a la construcción, y de minerales no metálicos, que constituye un conjunto del 61% del valor de la producción minera nacional. El freno del sector de la construcción en los últimos años se ha dejado sentir en la demanda de productos de cantera y rocas ornamentales. España es el tercer productor mundial de rocas ornamentales destacando las producciones de pizarra, mármol y granito. Respecto a los minerales industriales, nuestro país es el único productor de sepiolita de la Unión Europea y poseemos casi el 70% de los recursos de todo el mundo. Además, ocupamos el primer lugar en producción de fluorita y el segundo en magnesia y sales potásicas.
España también posee yacimientos de minerales metálicos; por volumen de producción, destacan el cobre, el zinc y el níquel. Aunque la minería metálica ha retrocedido ante la competencia de los países emergentes y por motivos medioambientales, llevando al cierre de muchas minas, se incrementa el valor de la minería metálica en España. Los minerales energéticos son escasos en nuestro país. Solo el carbón, que se extrae en áreas de Asturias, León, Palencia, Ciudad Real y Teruel, ha tenido un papel destacado, ya que es el único combustible fósil disponible en el subsuelo español que permite un cierto autoabastecimiento energético, aunque no cubre todas las necesidades. Pero su explotación se ha visto muy limitada por las directrices comunitarias. La quema de carbón fue responsable del 17% de las emisiones de gases de efecto invernadero en 2014. En España, el 13% de las emisiones de CO2.
La distribución de la producción: las comunidades autónomas que destacan por el valor de la producción minera en el conjunto español son Andalucía, que en 2013 concentró el 25,8% de la misma, Cataluña, con más del 20%, y Castilla y León, con el 11% según la estadística minera de España:
- Andalucía, Extremadura y Asturias están centradas en la producción de minerales metálicos.
- Los minerales industriales se obtienen en casi todo el territorio, pero por el valor de la producción destacan la Comunidad de Madrid, Cataluña, la comunidad foral de Navarra y Castilla y León.
- Las rocas ornamentales también están presentes en casi todo el subsuelo español, pero donde su explotación proporciona un mayor valor es en Galicia, Comunidad Valenciana y región de Murcia.
- Los productos de cantera se obtienen en todas las comunidades autónomas y en Ceuta. Cabe destacar las importantes producciones de yeso en Almería (más del 60% del valor total nacional).
PUNTO 3: LAS FUENTES DE ENERGÍA
Una fuente de energía es aquel recurso natural del que se puede generar una fuerza aprovechable por el ser humano. Las fuentes de energía se clasifican atendiendo a su procedencia y a su disponibilidad en el tiempo. Se clasifican en primarias, que son las que se obtienen de la naturaleza como el petróleo, el gas natural, el carbón, el sol y el agua. Las energías secundarias son las que provienen de la transformación de las energías primarias como la gasolina, el gasoil o la electricidad. Según su disponibilidad se clasifican en energías no renovables, que se consumen a un ritmo más rápido que el tiempo que necesitan para regenerarse naturalmente, y energías renovables, que no se agotan al ser consumidas o cuya regeneración natural tiene lugar a un ritmo mayor que su uso. Las energías renovables no generan residuos contaminantes, por lo que son conocidas como energías limpias o alternativas. Se diferencian en:
- La energía hidráulica, que consiste en aprovechar la energía potencial del agua para convertirla en electricidad. Las grandes centrales hidroeléctricas se clasifican como energías tradicionales, pues la instalación en sí no es renovable y causa problemas medioambientales.
- La energía eólica, que convierte la energía cinética del viento en electricidad mediante aerogeneradores que se agrupan en parques eólicos.
- La energía de la biomasa, que utiliza la materia orgánica como fuente de energía. Se obtiene biogás y biocombustibles a partir de residuos orgánicos.
- La energía mareomotriz, que aprovecha el movimiento de las mareas para generar electricidad.
- La energía geotérmica, que utiliza el calor del interior de la Tierra para usos térmicos o para su conversión en electricidad.
- La energía solar, que se divide en termoeléctrica, fotovoltaica y solar térmica de baja temperatura, cada una con distintas formas de aprovechar la radiación solar para generar electricidad o calor.
El modelo energético español: los ciclos energéticos
Primero fue la madera, el combustible clásico. Luego se introdujo el carbón mineral, que se mantuvo como la única fuente de energía hasta mediados del siglo pasado. El carbón nacional era escaso y de bajo poder calorífico, lo que obligaba a importar de Inglaterra, lo que hizo buscar una alternativa a esta fuente de energía: la hidroeléctrica, de ella procedía el 18% de la energía consumida en los años 50. En los años 60, el consumo de energía hidroeléctrica aumentó un 25%, en cambio el carbón disminuía un 47%, empezaba a crecer el petróleo (28%), su consumo se disparó a lo largo de la década, coincidiendo con los años del despegue industrial y el desarrollo de la petroquímica. La crisis del petróleo de 1973 evidenció el final de la época de la energía barata y abundante y la necesidad de una planificación en materia energética que afrontara el problema de la dependencia del petróleo. El primer Plan Energético Nacional de 1975 y el segundo plan (1982) propusieron medidas para disminuir el consumo de petróleo y potenciar la producción de energías alternativas. En los años 80, el consumo de petróleo se retrajo pero mantuvo su protagonismo, descendió el del carbón y el de la energía hidroeléctrica, mientras que creció el consumo de gas natural y de energía nuclear. En 1984 se instauró una moratoria nuclear, una suspensión temporal de la construcción y puesta en funcionamiento de centrales nucleares, por motivos de seguridad y protección del medio ambiente. En 1986 se puso en marcha el Plan de Energías Renovables destinado a fomentar las energías alternativas. En los años noventa, la producción y el consumo de energía nuclear se estabilizaron, y a finales de la década creció la demanda de gas natural y electricidad.
La política energética española en el marco de la Unión Europea
Europa 2020 es la estrategia de crecimiento aprobada por la UE en 2010 para la década actual. Tiene unos objetivos en empleo, I+D+i, cambio climático y sostenibilidad energética, educación y lucha contra la pobreza y la exclusión social. Respecto al cambio climático, la sostenibilidad energética se ha marcado el objetivo 20-20-20 que consiste en un 20% menos de emisiones de Gases de Efecto Invernadero, el 20% de la energía consumida debe provenir de fuentes renovables y lograr un 20% de ahorro en el consumo energético respecto a las proyecciones para 2020. El objetivo fijado para España en relación con las fuentes renovables es el mismo que el de la media europea: debe aportar el 20% del consumo final de energía en 2020, además al menos el 10% de la energía consumida por los transportes debe proceder de fuentes renovables. Estos objetivos fijados están recogidos en el Plan de Energías Renovables 2011-2020, que busca desarrollar y consolidar este tipo de energías profundizando en la línea de actuación del plan previo 2005-2010. El Plan de Acción de Ahorro y Eficiencia Energética 2011-2020 contempla una serie de actuaciones encaminadas a reducir los consumos y los costes energéticos en los distintos sectores económicos de nuestro país, con las que espera mejorar la eficiencia energética un 0,8% interanual a lo largo del periodo y reducir en un 1,5% la intensidad energética primaria respecto a 2010. En 2014, los dirigentes europeos fijaron ya unos objetivos para 2030.
La localización de las fuentes de energía: la producción de la fuente de energía en territorio español es muy desigual, porque la mayoría de ellas dependen de factores geológicos y climatológicos. Respecto a la producción del petróleo, existen notables desequilibrios, que convierten a unas Comunidades Autónomas en excedentarias de energía, mientras que otras son deficitarias porque en ellas la demanda energética es mayor de la que generan; principalmente son áreas del centro, el Levante y el sur peninsular de notable dinamismo económico. La red de transporte energético es fundamental para asegurar el abastecimiento del territorio, pues sin él no es posible el desarrollo económico.
Los principales problemas del sector energético: desde mediados del siglo pasado, el consumo de energía ha aumentado de manera continuada como consecuencia de factores como el proceso industrializador, el desarrollo y mayor uso de los transportes, lo que se refleja en mayor consumo doméstico de energía. Hay 3 problemas importantes:
1. La alta dependencia energética del exterior: la estructura del consumo español se caracteriza por el predominio de los productos petrolíferos, que se importan prácticamente en su totalidad. Esto se traduce en una dependencia de las importaciones de combustibles fósiles. Aunque la producción nuclear se contabiliza como nacional, el uranio enriquecido que se utiliza en las centrales se importa. Sin embargo, la crisis económica ha provocado un descenso de la demanda.
2. La competitividad de las energías autóctonas: España debe apostar por la explotación de energías rentables y sostenibles a largo plazo, que depende mucho de que el precio del kWh sea competitivo. En la actualidad, el bajo poder calorífico de la mayoría del carbón nacional, los costes de extracción y los problemas medioambientales que genera hacen que resulte más rentable su importación. Por eso, el carbón extraído solo cubre hoy el 20% de la demanda. En cuanto a las renovables, sus costes de implantación y desarrollo suelen ser muy altos, por lo que algunas de ellas no resultan competitivas, como la solar fotovoltaica y la termosolar, en cambio la eólica es competitiva. La energía procedente de la biomasa también presenta un notable potencial de crecimiento.
3. El deterioro del medio ambiente: la sostenibilidad medioambiental es una de las claves de la agenda energética europea y también de la española.
PUNTO 4: la industria, clasificación.
Según la materia prima utilizada, su grado de transformación y el destino de la producción, las industrias se clasifican en:
Industrias de base o básicas: son aquellas que toman la materia prima de la naturaleza y la convierten en productos semielaborados que utilizarán otras industrias para su transformación. Es el caso de las industrias siderúrgica, metalúrgica, química de base o cementera. Éstas emplean grandes cantidades de materias primas en el proceso productivo, por lo que también se denominan industrias pesadas según la clasificación de las industrias por peso de la materia prima utilizada. También requieren grandes y complejas instalaciones, así como numerosa maquinaria, para fabricar los productos semielaborados.
Industrias de bienes de equipo: son las que transforman los productos semielaborados de las industrias de base en equipos productivos que serán utilizados por otras industrias. Entre ellas se encuentran las que se dedican a la fabricación de maquinaria y motores, de equipos y materiales de transporte o de equipos electrónicos. Estas industrias manejan un peso menor de materias primas, por lo que se consideran industrias semiligeras.
Industrias de bienes de consumo: son las que fabrican productos para ser usados directamente por los consumidores. Entre éstas cabe citar las industrias alimentarias, textiles, automovilísticas, de electrónica de consumo, etc. Utilizan un peso de materias primas bajo, por lo que se califican como industrias ligeras. Sus instalaciones no requieren tanto espacio como las anteriores, por lo que se sitúan próximas a los mercados a los que dirigen su producción.
Otro criterio de clasificación se basa en el grado de desarrollo de la industria. En función de este, se diferencia entre:
- Industrias maduras: son las que han alcanzado su máximo desarrollo y su producción se encuentra estancada. Es el caso de la industria siderúrgica y naval, aunque en épocas pasadas fueron punteras. Suelen ser más intensivas en mano de obra.
- Industrias punteras: de alto contenido tecnológico, son las que están en expansión. Su producción crece ante la elevada demanda. En la actualidad, son las relacionadas con las telecomunicaciones, la biotecnología, la microelectrónica y la robótica, entre otras.
- Industrias intermedias, como la agroalimentaria y del automóvil.
También se distinguen por su contenido tecnológico: alto, medio-alto, medio-bajo y bajo. Por último, las industrias se clasifican según su tamaño en: Pequeña industria, si emplea hasta 50 trabajadores. Mediana industria, si emplea entre 50 y 1000 trabajadores. Gran industria, si el número de sus empleados supera el millar.