España ha cambiado la estructura de su población en el último siglo, de 18 mill pers en 1900 a los 47 mill actuales; de ser una población rural y agraria a ser una población urbana y dedicada al sector servicios; de ser una población muy joven a tener una de las tasas de fecundidad más bajas del mundo y uno de los procesos de envejecimiento mayores; de ser un país de emigrantes a convertirnos en uno de los receptores con mayor crecimiento de población real. Todo esto es consecuencia de las transformaciones habidas en España en los últimos años y en el contexto mundial en el que nos insertamos.
La mayor parte de la población española reside en la periferia peninsular y las islas, a excepción de Madrid. Las zonas con menos población son el interior peninsular, sobre todo las zonas montañosas como el Sistema Ibérico o los Pirineos
En el último siglo ha pasado de ser una población predominantemente rural a ser una población urbana, esto ha provocado una transformación de la red de ciudades y de sus áreas metropolitanas
La tendencia en los últimos años es la de la expansión del crecimiento a las provincias limítrofes de las zonas tradicionalmente industriales: Madrid, Barcelona o Vizcaya
El saldo vegetativo ha sido tradicionalmente positivo en el sur y las islas, por su mayor natalidad, y negativo en las provincias del interior peninsular por su alto grado de envejecimiento causado por el proceso de emigración a la ciudad en los años del desarrollismo. No obstante, en algunas provincias este proceso negativo se ha frenado debido a la llegada de población inmigrante joven, que permite una recuperación de la población.
El saldo migratorio es altamente positivo en los últimos años debido a la llegada de inmigrantes, bien jubilados de Europa Occidental que buscan su residencia en la costa española, pero, sobre todo, trabajadores procedentes de Europa Oriental, África, Iberoamérica y Asia, atraídos por el crecimiento económico español
En lo relativo a la estructura por edades, la población española está muy envejecida, debido a la baja natalidad y a la alta esperanza de vida. Sólo la llegada de inmigrantes en la última década ha permitido una recuperación de la natalidad y ha aportado población trabajadora.
Con respecto a la evolución de la población hay que indicar que hasta el siglo XVII existía un mayor peso de la población del interior cerealista de la península, sobre la periferia. El siglo XVIII supuso un comportamiento centrífugo en la distribución de la población. La revolución demográfica y el cambio del comportamiento demográfico en España llegaron con mayor retraso que en otros países de Europa Occidental y su peso fue menor. Durante los siglos XVIII y XIX la mortalidad fue más alta que en resto de Europa y, por lo tanto, la explosión demográfica de la fase de transición demográfica se ralentizó. La mejora de la sanidad desde finales del XIX, el aumento de la población urbana y el incremento del sistema productivo permitieron un descenso de las tasa de mortalidad que vino acompañada desde las primeras décadas del siglo XX de un paulatino descenso de la tasa de natalidad. El siglo XX marca algunos hitos demográficos como son la incidencia de la gripe de 1917 en la mortalidad y la guerra civil, que supuso tanto una alta mortandad como un descenso de la natalidad. A partir de los años 50, con la gran migración del campo a la ciudad y la mejora sanitaria y alimenticia se produce un importante descenso en la tasa de mortalidad. Los años del desarrollismo, 60 y 70, con la estabilización económica del país, suponen el nacimiento de las mayores generaciones nacidas en España pese al descenso de la tasa de fecundidad. En estos años España se convierte definitivamente en un país con una población predominantemente urbana. Con la llegada de la democracia, el cambio de modelo de valores familiares, el acceso de la mujer al mercado de trabajo y la legalización de los métodos anticonceptivos se produce un fuerte descenso de la tasa de natalidad, que acompañado al aumento de esperanza de vida convierte a éste país en uno de los de los más envejecidos del planeta. El proceso de envejecimiento está más acentuado en el medio rural y en aquellas zonas despobladas por el éxodo rural. Este proceso cambia sorprendentemente a partir de la segunda mitad de la década de los 90, en la que comienza una masiva llegada de inmigrantes a España, que permiten un aumento de la población, sobre todo de aquella en edad fecunda, un crecimiento de la natalidad y un rejuvenecimiento de la media de edad de la población.
Los principales problemas demográficos que se plantean se basan en el desigual reparto de la población, que amenaza con una fuerte despoblación a aquellas zonas del interior que sufrieron con más fuerza el éxodo rural y que poseen una población envejecida, y la presión del poblamiento sobre aquellas zonas del litoral y del entorno de las grandes ciudades, donde un rápido crecimiento urbanístico puede afectar al medio natural.
Las migraciones desde mediados de los años 90 se caracterizan por la llegada de cinco millones de inmigrantes latinoamericanos, europeos orientales, africanos y asiáticos en su mayoría, que han sido absorbidos por el sector productivo español. Se mantiene también la llegada de jubilados procedentes de Europa Occidental, que eligen las costas mediterráneas españolas y los archipiélagos para fijar su residencia habitual. Los españoles que emigran al extranjero en la actualidad son aquellos trabajadores altamente cualificados que buscan mejores oportunidades profesionales. En cuanto a las migraciones interiores sigue existiendo un goteo de desplazamientos desde el medio rural hacia las ciudades provocado por los mejores servicios y las mayores posibilidades laborales que ofrece el medio urbano. Desde los centros urbanos tradicionales (Madrid, Barcelona, Bilbao) también se está produciendo una dispersión hacia localidades limítrofes de sus áreas metropolitanas. El Eje Mediterráneo y el del Ebro y el área metropolitana de Madrid son los principales focos de atracción de población. La actual crisis económica supone un freno al fenómeno migratorio, tanto externo como interno. Parte de los inmigrantes exteriores llegados en los últimos años han retornado a su país ante las dificultades de mantener la subsistencia en un entorno donde no poseen redes de colaboración familiar ante una situación de crisis.