debido a la crisis de la filoxera e inicio de la mecanización en el campo, así como el auge de la industria y las obras públicas en las provincias más industrializadas; entre 1931 y 1950, el éxodo rural se estancó por la crisis de
los años treinta, la Guerra Civil y la posguerra; entre 1951 y 1975, el éxodo rural alcanzó su mayor volumen, por el crecimiento demográfico, la crisis de la agricultura tradicional y el boom del turismo; desde 1975, el éxodo rural decayó, por la crisis industrial y las políticas de desarrollo rural.Las migraciones interiores tradicionales tuvieron consecuencias en el plano demográfico (desequilibrios en la distribución de la población y en la estructura por edad)
, en el plano económico, social y medioambiental. Las migraciones interiores actuales se desarrollan desde la crisis de 1975 hasta la actualidad. El volumen decrecíó entre 1975 y 1985 por la decadencia del éxodo rural y desde entonces se recupera hasta alcanzar cifras muy elevadas. Las motivaciones son más variadas (laborales, residenciales, retorno al lugar de procedencia, estudio, ocio – movimientos pendulares-); los protagonistas son también más diversos en edad, nivel de formación y en origen.Y las corrientes migratorias son pluridireccionales, con mayor diversidad de orígenes y destinos; los nuevos tipos de corrientes migratorias han ido acompañadas de cambios en los flujos migratorios: Las migraciones hacia las provincias de otras regiones pierden peso y originan diferentes saldos migratorios. Las migraciones entre las provincias de la propia regíón o entre municipios de la propia provincia han crecido, debido al desarrollo de las competencias autonómicas y por las políticas de desarrollo regional y rural. Las migraciones entre municipios también han cambiado, debido a la difusión de las actividades económicas y la población hacia los municipios más baratos de su entorno y las políticas de desarrollo rural, aunque los pequeños municipios rurales de las áreas más aisladas y deprimidas continúan perdiendo población.Las migraciones interiores actuales por motivos laborales acrecientan los desequilibrios demográficos y económicos entre las regiones; las residenciales intraurbanas y las de retorno afectan a la estructura por edad de las áreas emisoras y receptoras; y los movimientos pendulares ocasionan problemas de circulación en los accesos a las grandes ciudades e incremento de ingresos en las zonas receptoras.
La imagen que se nos presenta para su análisis es una pirámide de la población española en 2015. Es un gráfico que muestra la estructura demográfica de la población por sexo y edad. La fuente de procedencia de los datos es el INE.Los datos se presentan de la siguiente forma: en los dos ejes verticales los grupos de edad en intervalos de cinco, y en los ejes horizontales, el porcentaje de personas según su grupo de edad y su sexo. En la parte izquierda, en color verde, se presentan los datos relacionados con los hombres y, en la derecha, los datos relativos a las mujeres, en color azul. Estructura por sexo. Se refiere a la relación entre el número de hombres y mujeres que componen una población. No obstante, la proporción entre los sexos varía según los grupos de edad. Esta relación (sex ratio) se puede medir mediante las tasas de masculinidad o de feminidad, para toda la
población o para grupos de edades.La proporción en el 2015 era de 96,5 hombres por cada 100 mujeres, pero la proporción entre los sexos varía según los grupos de edad.Los factores que influyen en la estructura por sexo son el nacimiento de un mayor número de niños, la mayor esperanza de vida de las mujeres, y las migraciones, pues suelen emigrar más los varones. Por tanto, se puede observar que entre los jóvenes predominan los hombres, en la edad adulta, las diferencias entre sexos se reducen lentamente y en las edades ancianas predominan las mujeres, con la excepción de algunas zonas donde la emigración femenina deja más hombres en las edades adultas y ancianas.Estructura por edad. Es la composición de la población por grupos de edad: jóvenes (0-14 años); adultos (15-64 años) y ancianos (65 y más años). Se puede medir calculando los índices de juventud y de
envejecimiento (% de jóvenes y ancianos, respectivamente). Una población se considera joven cuando el porcentaje de jóvenes supera el 35%, y envejecida, si el porcentaje de ancianos supera el 12%. Los factores que influyen en la estructura por edad son la natalidad, la esperanza de vida y las migraciones.Por la forma de la pirámide – forma de urna- podemos afirmar que la población española se encuentra envejecida pues los jóvenes representan un bajo porcentaje (15%) en comparación al de personas ancianas (18,4%). Observamos que la base es estrecha y remetida debido a una natalidad baja y en descenso (desde 1975); el porcentaje de ancianos es elevado por el incremento de la esperanza de vida. Además la emigración de épocas pasadas no se ha visto compensada por la inmigración; desde la crisis del 2008, el aumento de la emigración y el descenso de la inmigración, que afectan
más a los jóvenes, influyen también en el descenso de la tasa de natalidad. Existen diferencias territoriales en cuanto al envejecimiento, relacionadas con el mayor o menor dinamismo económico de las diferentes regiones. Esto tiene consecuencias demográficas (descenso de la natalidad y aumento de la mortalidad); económicas (descenso de la población activa, incremento del gasto en pensiones); y sociales (aumento de la dependencia y riesgo de exclusión de los mayores). Entre las soluciones se plantea: el recurso a la inmigración, el retraso en la edad de jubilación, la reforma de las pensiones, los servicios de ayuda a la dependencia, el fomento del envejecimiento activo, la solidaridad intergeneracional. Sucesos demográficos. Los sucesos demográficos más significativos se deducen de los entrantes y salientes del perfil de la pirámide: Los entrantes indican pérdida de población: épocas de subnatalidad, sobremortalidad por guerras o epidemias, o emigración. Los salientes indican incremento de población: “baby boom”